La corrida de los hermanos Adame en la plaza "La Luz" de León superó con creces las expectativas que se habían planteado en un principio, y aunque la camaradería fraterna subyacía en el ambiente, Joselito les puso el listón alto a Luis David y Alejandro, que al final sacó la casta aprendida en casa y evocó ese espíritu de entrega que ha caracterizado a sus mayores.
Y cuando el sexto toro de la tarde se lo pasó de un pitón a otro, se temió lo peor. Sin embargo, no tardó ni un par de minutos en volver al ruedo, haciendo gala de pundonor y saltando la barrera con arrebato para librarse de los brazos de sus hermanos, en una demostración de que lo suyo va en serio.
De esta guisa, no sólo demostró que su estilo es diferente, pues cuajó una lidia luminosa de principio a fin, con otro de los toros buenos de una corrida de Begoña en la que hubo varios ejemplares de triunfo, salvo el lote de Luis David, que fue el que menos colaboró al lucimiento.
En esa última faena, Alejandro había toreado bien a la verónica y realizado un quite por zapopinas. Después, toreó con temple y suavidad, haciendo gala de buen pulso y un gusto especial, tanto en los redondos como en los naturales, amén de los adornos. Quiso rematar su intensa labor mediante unas "nimeñas" (o bernadinas sin espada) y fue en ese instante cuando el de Begoña se lo echó a los lomos de manera aparatosa y le dio una fuerte paliza.
Enrabietado, manchado de sangre en la cara, con el gesto de la decisión en la mirada, el espigado benjamín de la dinastía mató de tres cuartos de estocada en buen sitio, que hicieron rodaron al toro por la arena con prontitud, en medio de la algarabía del público que, a esas alturas de la corrida, ya estaba volcado con Alejandro.
Con lágrimas en los ojos, las mismas que derramó tras el abrazo en la ceremonia de la alternativa que le concedió su hermano José, se arrancó a dar una sentida vuelta al ruedo, alentado por los gritos de "¡torero, torero!" que tanto calan en el alma de los toreros en tardes de esta relevancia.
A favor de su importante actuación, merece la pena destacar la seguridad con la que anduvo por el ruedo; la calidad de sus procedimientos y el empaque natural de un torero que no se parece en nada a sus hermanos. Este doctorado que viene a engrosar la "Cosecha del 22", en la que también están en los nombres de otros jóvenes espadas que también están en busca de la gloria taurina.
Desde el comienzo de la tarde, Joselito sabía que era necesario mantener el tono de interés de la corrida, por ellos se afanó en dirigir la lidia con esmero y motivar a sus hermanos a alternar en quites, y también en un par de tercios de banderillas, que incluyeron vistosos galleos que, en cierta medida, evocaron a los distinguidos miembros de la dinastía de los hermanos Bienvenida, que gustaban de compartir su gracia torera en este tercio.
La faena a su primer toro, alto y corpulento, no fue un dechado de calidad, ni mucho menos, pues el de Begoña no era fácil y José prefirió tirar por la calle de en medio, tratando de agradar al público pero sin llegar a torear con el compromiso que aquella incierta embestida exigía. Terminó cortándole la oreja a base de recursos y una estocada recibiendo que ayudó a redondear un resultado meramente numérico.
Quizá consciente de que aquel trasteo no había valido para su "yo" torero, en el cuarto le dio la vuelta a la moneda, no obstante que el toro era el más hondo y grande de un encierro que fue disparejo de hechuras, con este lote de José que fue el más "cargado" (de kilos y dimensiones) de los tres que se sortearon.
El de Begoña embistió por derecho, y aun sin humillar mucho, se movió con entrega y calidad, además de tener un agradable recorrido, que le permitió a Joselito cuajarlo de principio a fin, desde el saludo capotero a la verónica, pasando por un buen quite por caleserinas, y luego en una faena estructurada, medida, con toreo templado y sentido por ambos pitones, rematado con largos pases de pecho.
Inteligente, concentrado, toreando con ritmo y respetando las alturas de la muleta y la colocación, José cuajó al toro. Y con la gente entregada a su quehacer, vinieron los adornos finales cerca de tablas, con el mérito del toro que aguantó una faena larga que fue coreada por un público donde hoy, curiosamente, no había el consabido grupo de reventadores que se ha vuelto habitual en la inmensa mayoría de sus corridas.
Otra estocada recibiendo fue el más digno colofón a un trasteo redondo, plagado de detalles muy toreros, además de esa capacidad y consistencia que han sido una constante en su brillante carrera que lo mantiene en la cima.
Y tan dueño y señor de la tarde se sintió Joselito, que no desaprovechó ni siquiera el quite al sexto de la corrida, cuando el toro de Alejandro había recibido el segundo puyazo. Así, a rivalidad con sus queridos alternantes, a los que mandó esos "balazos" repletos de autoridad que siempre ha mantenido ante ellos.
El más "herido" en su amor propio fue Luis David, que no tuvo la suerte a su favor. A pesar de eso, él les embistió a los de Begoña en sendas faenas repletas de arrojo, en la que hizo gala de un valor espartano y se pegó dos sabrosos arrimones, ya cuando ambos toros se pararon y comenzaron a regatear las embestidas, y luego de haberlos toreado de forma espectacular en el inicio de ambas faenas.
La gente valoró su gran esfuerzo y lo alentó sin reserva, un hecho que debió halagarle. Y aunque con el tercer no estuvo fino con la espada, al quinto sí lo tumbó de una estocada valerosa que ahí quedó como muestra de una encomiable actitud, la del que no se quiere dejar ganar la pelea, ni siquiera la que le planteó José y, por qué no, también Alejandro.
Qué pena que no consiguió una segunda oreja, porque eso hubiese legitimado su salida a hombros, de la que se empeñó José, más qué el mismo, que en un primer momento había desistido ya cuando lo habían levantado en vilo para que acompañara a hombros a sus hermanos: uno, el maestro consumado; otro, el nuevo matador que iba apaleado pero feliz.
Y al final valió la pena que aceptar acompañarlos a hombros, porque esta corrida fue un evento histórico con matices y recuerdos que ya quedarán inscritos en los anales de la plaza "La Luz", ahí donde hoy el público disfrutó de tres hermanos, tres personalidades y tres formas estéticas de concebir el toreo.
Ficha León, Gto.- Plaza "La Luz". Corrida Guadalupana. Tres cuartos de entrada (unas 4 mil 500 personas), en tarde agradable. Toros de
Begoña, desiguales en hechuras y juego, de los que destacaron el 1o., por su nobleza y calidad, y el 4o. por su recorrido y buen estilo. Pesos: 483, 510, 490, 525, 500 y 500.
Joselito Adame (nazareno y oro): Oreja y dos orejas.
Luis David (verde esmeralda y oro): Ovación y oreja.
Alejandro Adame (blanco toro), que tomó la alternativa: Ovación tras aviso y dos orejas. Incidencias: Adame de doctoró con el toro "Guadalupano", número 451, cárdeno, con 483 kilos. Sobresalió en la brega
Víctor Mora, y que lidió al 4o. con tersura. Y con las banderillas,
Luis Alcantar y
Fernando García hijo, que saludaron una ovación en ese mismo toro. El puntillero
Antonio Reyes estuvo muy eficaz. Al terminar el paseíllo se hizo una procesión simbólica con la virgen de Guadalupe, a la que se sumaron los toreros.