Amor con amor se paga. Dice el refrán popular. Daniel Luque lo ha comprobado. Luego de la caída –voluntaria o no– de López Simón del cartel de este domingo (ya sabe usted… los corrillos taurinos), y de que el domingo próximo pasado el mega huracán "Patricia" echara por tierra la apertura de la temporada 2015–2016 de la "Nuevo Progreso" de Guadalajara, el espada andaluz aceptó esperar una semana y reencontrarse con la afición tapatía. Bueno, pues ésta plaza –a las pruebas me remito– se ha convertido en un talismán para Luque, ahora muy apreciado torero español por los tapatíos.
Desde el término del paseíllo, el público de Guadalajara le manifestó que le gustan los toreros entregados e inteligentes y, como reconocimiento a su gloriosa tarde anterior, en la cual llevó a su espuerta las orejas y el rabo de un sanisidreño, le llamó al tercio a recibir una ovación. Como siga en ese tenor, el de Gerena está llamado a ser un consentido de la afición mexicana. Al tiempo.
El primero de su lote, como todo el encierro, con trapío y finas hechuras, no era un dechado de virtudes. Noble, sí. Obediente a los engaños, también; pero tardo y desde el capote fue notorio que la fuerza justa no le permitiría repetir. Sin embargo, a base de llevarlo con pinzas, de afrontar el riesgo de que se parara a medio viaje –como llegó a suceder– consiguió incluso pasajes de toreo ligado, más un hilván de frases con lentitud, dominio y calidad que le fueron jaleados por un público entregado.
Cuando la banda estaba punto de arrancarse con un pasodoble, para no perder la concentración, él mismo solicitó el silencio; como si los fuertes olés fueran suficientes. Con el recorrido muy corto ya, se dieron los mejores compases de su trasteo debido al aguante, al ritmo y a lo ajustado de los muletazos por ambos lados. Se perfiló y se tiró a matar con mucha entrega, pero el hueso nos privó de una gran estocada. De inmediato pidió la espada corta para acertar al primer intento y escuchar una sonora ovación, por lo que ante la nube de pañuelos albos, concediera el palco un bien ganado apéndice.
No puedo afirmar que la faena a "San José María" –así bautizaron al toro– tuviera mayor fuste aún como para cortarle las dos orejas. La diferencia en el monto de los auriculares tuvo que ver con la espada. Lo sustancial vino con la muleta, que el toreo de capa fue para construir la vereda por la que habría de embestir el bello ejemplar de Villa Carmela.
Este toro presentó una característica particular. Repetía; pero siempre y cuando el espada supiera encontrar, ya no el sitio, sino el exactísimo punto, tanto de colocación, como a donde lo dejaban con la franela. Ahí se puso Daniel Luque. Y ahí cosechó los frutos en series, algunas ligadas y otras, sorbo a sorbo con deleite. Cuando "San Chema" dijo no, Luque dijo sí, y entonces con desplantes de valor y buen gusto, se metió entre los pitones para cautivar en definitiva a la exigente parroquia tapatía. Una entera hasta las cintas de efectos inmediatos, y dos orejas que sellaron el enésimo triunfo del oriundo del sevillano.
Ésta, con mucho no fue la tarde de Arturo Saldívar, y mucho menos para Diego Silveti. El guanajuatense llevó mayor fortuna en el sorteo, pero los cinqueños fueron hoy asignatura pendiente en Guadalajara. Hombre; una tarde a contracorriente le llueve a todo el que se dedica al arte de Cúchares. Confío en que para ambos, la corrida de hoy será un trago amargo que pronto endulzaran con un triunfo cercano. Por lo pronto, esta noche a cenar con los cabales y suerte de la buena.