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Romero gana el Escapulario en su tierra (video)

Domingo, 09 Sep 2012    Zacatecas, Zac.    Juan Antonio de Labra | Foto: Landín-Miranda           
Le cortó una oreja a cada toro
El destino quiso que Antonio Romero se convirtiera en el máximo triunfador de la segunda corrida de la Feria de Zacatecas y se llevó el Escapulario de Plata de la Virgen del Patrocinio, luego de una actuación muy emotiva que contó con el incondicional apoyo de su gente.

Y aunque también habían cortado sendas orejas Uriel Moreno "El Zapata" y Arturo Macías, al final del festejo Romero cosechó otro apéndice que, sumado al que ya tenía en la espuerta, le facilitó las cosas para llevarse el codiciado trofeo, una pieza de orfebrería con la famosa plata zacatecana, una de las de mayor calidad que existen en el mundo.

De su actuación cabe destacar la desmedida entrega durante los tres tercios de la lidia de los dos toros de su lote, siendo la faena que hizo al cuarto de la tarde la de mejor acabado, pues desde que se abrió de capa toreó con buen son a la verónica y luego hizo un vistoso quite por tafalleras antes de cubrir el segundo tercio con alegría.

El trepidante inicio de faena, de rodillas y en los medios, fue el tono que permeó a lo largo de las series de muletazos en las que hubo frescura y valor, aprovechando las embestidas del toro de Torreón de Cañas, cuya nobleza le permitió andar a gusto.

A la hora de matar no dudó en echarse encima de los pitones y cobró una estocada entera, algo desprendida, que causó efectos rápidos. Incomprensiblemente, el juez de plaza sólo le concedió una oreja, no obstante de la nutrida petición de la segunda. ¿Qué hay que hacer entonces para cortar dos orejas? Que alguien nos lo explique, por favor.

Consciente de que debía meter el acelerador a fondo si quería ganar el Escapulario, Romero salió con idéntica actitud en el octavo, al que hizo un buen quite combinado de chicuelinas antiguas con tafalleras y más tarde clavó banderillas en medio del entusiasmo colectivo.

La faena mantuvo su tono de interés y arrojo hasta desembocar en otra estocada entera, similar a la anterior, y fue así como le entregaron el apéndice que, sumado al “aplausómetro”, facilitó las cosas para ganar el trofeo en disputa. Contento, sonriente y muy ilusionado, Antonio abandonó la plaza en volandas, satisfecho con el deber cumplido.

El Zapata no se confió delante del toro que abrió plaza, pues al parecer estaba reparado de la vista, un defecto difícil de establecer así nada más. Contrario a su seguridad, en un par de ocasiones arrojó los trastos para ponerse a salvo, en una clara evocación de Luis Procuna, el histriónico Berrendito de San Juan que tan bien hecha tenía esa "suerte".

La gente se metió con el torero de Apizaco al notar esta falta de entrega en los primeros compases de la lidia, y más aún cuando decidió que no iba a coger lo palos, uno de sus números estelares.
Más tarde, y conforme se dio cuenta de que el toro tomaba la muleta sin problema, hizo una faena de adornos y recursos que malogró con el acero, y fue así como dividió las opiniones.

En cambio, en el quinto, un toro acodado de pitones, con distintiva morfología de toro procedente de encaste Domecq, encendió la mecha de la emoción desde el principio mediante unas arriesgadas largas cambiadas de rodillas y faroles, que ejecutó con gallardía en la misma boca de riego.

Y si ya la gente se había involucrado en su actuación, gracias al gran sentido del espectáculo de El Zapata, terminó de reventar aquello al cubrir el segundo tercio clavando el que ahora se da en llamar el "tres en uno", consistente en clavar, en menos de 15 segundos, los tres pares de banderillas: primero, el par monumental; después, un violín antes de cerrar el tercio con un cuarteo, todo en un palmo de terreno y a velocidad de vértigo.

El público vivió con mucha emoción este momento, uno de los instantes estelares de la corrida, y hasta le obligo a dar una merecida vuelta al ruedo al grito de "¡torero, torero!".

El toro sacó buena condición, aunque no duró mucho, y quizá fue por ello que Uriel, conocedor de esta conducta, dejó de torear en redondo mediada la faena para prodigar diversos adornos de una gran plasticidad, mismos que remató con una aceptable estocada que le valió el corte de una oreja.

Arturo Macías venía a Zacatecas por el trofeo, pero su lote no ofreció posibilidades de lucimiento, y luego de vérselas con el ensabanado que salió en segundo lugar, un toro que, por su capa, se parecía mucho a aquel famoso "toro blanco" de Osborne, "Atrevido" de nombre, que inmortalizó el maestro Antonete en Las Ventas de Madrid.

A base de esfuerzo y ponerse en el sitio, le robó pases de valía que constituyeron una faena con más dinamismo hacia el final, ya cuando un amplio sector del público se le había entregado. Mató dando el pecho y le entregaron una oreja.

El sexto se paró demasiado pronto, tal vez luego de que fue muy mal picado por un aspirante que debió haber esperado a que el toro fuera retirado de su jurisdicción. Aquí siempre es importante pensar en el matador y en realizar la suerte de tal manera que favorezca al toro en el resto de su lidia, y no al revés.

Además, nos quitó la ilusión de ver picar a Nacho Meléndez, que se quedó vestido y alborotado del lado de la contraquerencia.

La tarde de José Mauricio estuvo marcada por los contrastes, ya que no consiguió resolver la papeleta con el primero de su lote, que fue muy descastado y huía de las telas, además de que se eternizó con los aceros y terminó escuchando tres amargos avisos y los consiguientes pitos de la gente.

Pero luego, el destino lo recompensó con un toro precioso de hechuras, castaño de capa, que embistió humillado y con clase desde que apareció por la puerta de toriles.

Entonces sí, el torero de Mixcoac se prodigó con el capote en lances suaves, templados y rítmicos, que deleitaron a los buenos aficionados que le corearon con fuerza cada uno de estos detalles de su personal tauromaquia.

Y la faena siguió por el mismo sendero del arte, con muletazos de una gran belleza, como un trincherazo que dejó para el recuerdo, o varios naturales o redondos de rotunda exquisitez. A esta toro, que había que cortarle las orejas a como diera lugar, lo pinchó ante de poder colocar la espada en su sitio y, al margen de esta mácula, su trasteo tuvo muletazos de muchos kilates.

Así que a los tres espadas fuereños no les quedó más remedio que conformarse y ver como la reina de la feria, acompañada de sus princesas, le colgaba a Antonio Romero el Escapulario de plata al cuello cuando terminó la corrida.

Ficha
Zacatecas, Zac.- Plaza Monumental. Segunda corrida de feria. Corrida del Escapulario de Plata de la Virgen del Patrocinio. Poco menos de media entrada en tarde agradable. Ocho toros de Torreón de Cañas, bien presentados, de poco juego en su conjunto, salvo el 5o., que mereció arrastre lento, y el 7o., pues tuvieron nobleza y calidad. Pesos: Uriel Moreno "El Zapata" (salmón y pasamanería blanca): División y oreja tras petición. Arturo Macías (blanco y plata): Oreja y silencio tras aviso. José Mauricio (berenjena y oro): Pitos tras tres avisos y palmas. Antonio Romero (sangre de toro y oro): Oreja tras fuerte petición y oreja. Incidencias: Tras el paseíllo, la empresa rindió un homenaje a la memoria del ganadero Salvador Rojas e hizo entrega de un reconocimiento a sus hijos. Destacó Diego Bricio en la brega.


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