La oreja cortada por el guadalupense Edgar Badillo logró sacar a flote la primera novillada de la presente temporada en la Monumental Zacatecas, donde el encierro de San Felipe Torresmochas careció de casta y bravura, y el factor viento fue determinante.
El lote del novillero Edgar Badillo careció de fuerza, igual que el de Lomelín. A su primero lo recibió con dos faroles de rodillas para después ir en contra del viento y dibujarse con el lance natural por excelencia, ejecutó un quite por chicuelinas para después cubrir valerosamente el segundo tercio.
En los medios inició con un péndulo en el que fue prendido, llevándose la voltereta, sin consecuencias alguna, de ahí se levantó y continuó sobrado de esfuerzo y valor; acertó hasta el segundo viaje, llevándose palmas.
Ante el cuarto, Badillo estuvo solero con el percal; tras brindar la faena a su señor padre, Lalo Badillo, inició la faena que no pudo romper debido a la mansedumbre del novillo de San Felipe Torresmochas. Estuvo errático con el acero, por lo que solo escuchó palmas.
Con el que cerró plaza, la tónica cambió, pues aunque el novillo también careció de fuerza; sin embargo, se sobrepuso la actitud y ganas de triunfar del zacatecano, que estuvo valiente con el percal y también con los palitroques. Con la muleta se "amarró los machos" para hilvanar una faena que logró calar en los tendidos, pues el público reconoció su esfuerzo. La espada quedó en buen sitio por lo que se llevó una merecida oreja.
Antonio Lomelín enfrentó al primero, novillo de poca fuerza que complicó la actuación, pues además se le revolvía; sin nada más por hacer abrevió su labor. Mató de estocada pero el novillo tardó en doblar por lo que sonó un aviso, se retiró en silencio.
Con su segundo, Lomelín estuvo breve con el percal, y con la muleta tampoco corrió con suerte, pues el novillo buscó constantemente su querencia natural, aún así, dejó destellos con torería y calidad. Se puso pesado con el acero por lo que escuchó dos avisos.
Al quinto novillo lo recibió una serie por verónicas, después quitó por chicuelinas. Tras brindar la muerte de su ejemplar al empresario y ganadero Manuel Fernando Sescosse, Lomelín comenzó a acoplarse desde el inicio con la embestidas del burel, con el que hilvanó tandas por pitón derecho, lado por el que se empleó con recorrido.
Probó el izquierdo, donde el novillo también acometió, pero con menos tersura. A lo largo de su trasteo el novillero dejó muestra del rodaje que empieza a tomar. No pudo coronar su actuación con el acero, por lo que sólo salió al tercio.