Poco se esperaba de Rafael Gil “Rafaelillo” esta tarde en la corrida goyesca de Pachuca, ya que el agitanado diestro ha toreado casi nada en los últimos años, pero hizo patente su gran calidad y el arte que derrama con capote y muleta, se llevó una oreja de mucho peso y, gustándose a si mismo, gustó a la afición.

El primero de su lote no fue un toro sobrado de bravura, pero sí dócil y manejable. Rafaelillo lo entendió bien y le endilgó un par de buenos lances a la verónica que mostraron la entrega con la que venía este hombre.

Con la muleta inició un tanto precavido, pero al final de la primera tanda cuajó uno de esos trincherazos que no se borran de la retina, para luego bordar el toreó en una sensacional serie con la mano diestra. Vaya, para no estar en sitio, entendió de maravilla al burel.

Quizá no se acopló del todo al torear al natural, pero sí emocionó al público al desmayar en engaño en un par de firmazos muy toreros y llenos de clase. Tras terminar con estatuarios pases por alto, se entregó en la suerte suprema y logró una gran estocada para que el fuera otorgada una oreja, trofeo ganado realmente a ley.
 
Con su segundo volvió a estar dispuesto e intentó por todos los medios sacarle la faena a un toro que mansurroneó desde que salió por toriles y que no se prestó para mayor lucimiento. Aún así, logró detalles de calidad, sobretodo al torear por la diestra.

Lástima que pinchó hasta en cinco ocasiones, pero no se borró la entrega de este hombre. No cabe duda, si las empresas le dan oportunidades, puede ser, a sus 38 años de alternativa, un torero de interés.

Antonio Gaspar “Paulita” dejó buen sabor de boca en Pachuca.  A su primero, un toro noble y con recorrido, si bien no muy encastado, lo bordó a la verónica y remató su intervención con el capote mediante una pinturera media.

Con la muleta estructuró una faena corta pero con mucho contenido, sobresaliendo un par de series por naturales que parecían nunca terminar, embarcando al toro desde adelante y llevándolo toreado hasta detrás de la cadera.

También Paulita se dio gusto al torear con la derecha y, hacia el final del trasteo, se adornó con trincherillas muy toreras. Tras terminar de entera, la autoridad le otorgó una oreja, con la que recorrió el anillo hidalguense.

Con el sexto de la función, un toro muy alto de agujas y que desarrolló sentido, Gaspar se vio solvente y resolvió la papeleta sin problemas, para retirarse en medio del reconocimiento popular.

Rodolfo Rodríguez “El Pana” volvía a los ruedos tras seis meses de  ausencia, cuatro de de los cuales los vivió internado en una clínica contra las adicciones. Su falta de sitio fue evidente y pegó un petardo, aunque en su segundo cortó una oreja, regalo de un público que fue a la plaza a verlo especialmente a él.

Cabe señalar que este segundo toro de su lote fue muy encastado y había que poderle para cuajarlo. El Pana jamás atinó a quedarse quieto y no permitió que lucieran en mayor medida las cualidades de el de Jaral de Peñas. Lo mejor fueon un par de veletas al recibir de capa al astado y un recorte con sello propio.

Al final del festejo salieron a hombros Rafaelillo y El Pana, en un acto penoso, pues aunque esta distinción no está reglamentada en México, debería darse en triunfos rotundos,  y cabe señalar que éstos no lo fueron.