Aunque no tocó pelo, el tlaxcalteca Antonio Galindo firmó los momentos más destacados de la decimoprimera novillada de la Temporada Grande en la Plaza México, una tarde en la que el encierro de Los Encinos tuvo nobleza y se dejó torear, aunque con muy poquita fuerza y sin estar sobrados de casta.

Estos destellos los consiguió ante el sexto del festejo, un precioso cárdeno que tuvo movilidad y acudía con obediencia a los engaños, aunque terminaba con la cabeza a media altura. Con ansias de novillero, Galindo lo recibió a portagayola y quitó después por chicuelinas, para luego cubrir con mérito el segundo tercio. Con la muleta se puso en el sitio y, pensando delante los pitones, corrió la mano con temple y gallardía por el perfil derecho.

Después de esta tanda, que hacía concebir esperanzas, volvió a dejar derechazos de una gran calidad y que gustaron en el tendido, sobre todo por la verticalidad y el buen trazo al ejecutarlos. Y aunque el ejemplar no tuvo tan buen pitón izquierdo, el de Tlaxcala lo intentó, aunque sin confiarse del todo.

Después de un arropón, del que salió ileso, volvió a dejar patente su empaque con la diestra, para rematar su labor, que siempre mantuvo el interés del público, toreando por manoletinas. Y de haber sido efectiva la estocada que dejó en el primer intento, seguramente hubieran aparecido los pañuelos para pedir la oreja. Pese a tener que recurir al descabello, saludó una cariñosa ovación desde el tercio.

El primero de su lote tenía cierta voluntad para embestir pero llegó al tercer tercio levantando la patita derecha, dando la impresión de estar acalambrado, por lo que sus movimientos eran notoriamente  desacompasados. Antonio hizo el esfuerzo, pero debido a estas condiciones fue complicado poder estucturar un trateo que tomara vuelo.

Manolo Olivares recibió con tersura toreando a la verónica a un ejemplar que tenía poca fuerza y que, tras ser picado, se dio una vuelta de campana que terminó por afectarle, mermándolo todavía más. A pesar de ello, el de Los Encinos embestió claro a la muleta, con dulzura y una despaciosidad poco común, lo cual le permitió al torero cuajar derechazos como en cámara lenta, alargando el trazo y recreándose en éstos.

Sin embargo, la faena comenzó a venir a menos, ya que no es fácil templar unas embestidas tan lentas, aguantando el paso cadencioso del novillo. Es por ello que Olivares atropelló un poco los muletazos y el trasteo quedó solamente en destellos de mucho calado.

De rodillas y en el centro del ruedo recibió a su segundo, con el que jamás consiguió acomplarse del todo. Y como el novillo era obediente y acudía con transmisión, aunque sin emplearse del todo, un sector del público comenzó a tomar partido por el de Los Encinos, mientras que Olivares perdió la estructura del trasteo y terminó por ser despedido con algunos pitos.

Trade gris para Leandro de Andalucía, pues la suerte no le sonrió en esta oportunidad, sobre todo en su segundo novillo, que en los albores de la faena perdió las manos y ya no se levantó, teniendo que apuntillado ahí mismo ante la frustración del colombiano.

El primero de su lote también presentó debilidad. A pesar de ser un poco tardo, se dejaba meter mano. Leandro no logró encontrarle la distancia y, aunque pegó algunos buenos muletazos, el trasteo se fue disolviendo entre la intermitencia.