En el marco de la segunda novillada en la plaza de toros "Nuevo Progreso", se vivió un ambiente especial, engalanado por el indulto de "Panamericano", bordado por el capitalino Salvador López, y un encierro de la ganadería de Boquilla del Carmen que lució en general con buenas condiciones, así como una digna presentación en cuanto a hechuras y trapío se refiere.
Salvador se recreó en una faena que gustó en la afición delante de este "Panamericano", que hizo cuarto de la tarde, misma que le reconoció con fuertes palmas. El ejemplar fue bien al caballo, aunque en el último tercio dobló las manos en más de dos ocasiones.
El novillero lo entendió y creó una sinergia especial que trascendió hasta los tendidos; dosantinas, muletazos en redondo y cambiados por la espalda, fueron parte del repertorio de López. La bondad del burel, la calidad de su embestida y la repetición en su acometida, fue suficiente para que el cónclave, en su mayoría, hiciera la petición de indulto.
El juez no lo pensó dos veces para sacar el pañuelo verde; así, el novillo de Boquilla del Carmen fue devuelto a los corrales por Salvador, tal vez con algunos muletazos más adentro. De esta forma, el capitalino se convirtió en el máximo triunfador de la tarde y dio la vuelta al ruedo en compañía del ganadero, Manuel Sescosse.
Ante su primero estuvo en torero, con el que logró lucir buenos detalles en tandas con la diestra y algunos muletazos con la izquierda. El burel fue bravo al caballo y vino a más gracias al entendimiento del novillero, que logró interpretar su lidia.
Por su parte, el de la casa, Julio de la Isla, se hizo acreedor a un trofeo en su primero, tras lograr cuajar algunas tandas por derecha que se le jalearon, aprovechando las buenas condiciones del novillo. Mató deestocada entera pero trasera, lo cual fue suficiente para que el juez le otorgara el trofeo.
En su segunda oportunidad, Julio no logró entender al astado y terminó por abreviar su faena. Escuchó un aviso tras pinchar en tres ocasiones.
Antonio Galindo no estuvo acorde a su lote; tuvo detalles en ambos, pero la falta de mando al final de cada muletazo ocasionó que el burel le trompicara la muleta varias veces. No consolidó con el acero y sólo se llevó silencio en ambas actuaciones.