A pesar de solamente haber cortado una oreja, dejando escapar por lo menos otras dos debido a sus fallas con el acero, Angelino de Arriaga ratificó en la Plaza México todo lo bueno que demostró hace tres semanas y regaló una gran tarde de toros.

No cabe duda que el tlaxcalteca está muy puesto y muestra cabeza dentro del ruedo, teniendo la capacidad para hacerle faena a ejemplares de diversa condición, lo que, aunado al arte que atesora y al sentimiento que le pone a todo lo que dibuja en el ruedo, hace él un torero que puede llegar a figurar dentro de esta difícil profesión.

Su primer novillo le pedía mucha colocación y así, con suavidad en los toques y llevándolo muy toreado, estructuró una faena que tuvo instantes de una gran calidad, sobre todo cuando corrió la mano con la diestra, alargando mucho el trazo y rematando con adornos de mucha torería.

En un arrebato juvenil, clavó la espada de acero en la arena y se dio a torear por bernardinas, así, sin el soporte del estoque, lo que le dio mayor emoción a esta suerte para rematar su labor. Entregado, se fue por derecho y dejó un estoconazo hasta la bola, lo cual le permitió pasear una muy merecida oreja.

Debido al percance de Jaime Ruiz, Angelino tuvo que lidiar al cuarto de la tarde, un novillo que de salida se mostró un tanto incierto, pero que fue materia ideal para que el tlaxcalteca mostrara el poder en su muleta, pues toreramente se dobló al inicio de su faena y, de forma muy tersa, apenas acariciando las embestidas, le fue ahormando la cabeza al de El Nuevo Colmenar.

Y así, gracias a este estupendo inicio de faena, el ejemplar terminó por romper y Joaquín bordó el toreo por derechazos en tres series de mucha categoría, llenas de arte e intercalando trincherazos de auténtica escultura. El trasteo bajó un poco cuando se cambió la muleta a la siniestra, pues tragaba poco el novillo por este lado, pero de nuevo volvió por derecha y continuó su obra artística.

Lástima grande que malogró su faena con la espada y perdió una oreja, o quizá las dos, pero el público le reconfortó con sus apalusos y materialmente lo obligó a saludar desde el tercio, agradeciendo esos buenos momentos que regaló enel redondel.

Paciente fue con el segundo de su lote, quinto del festejo, que acudía con cierta calidad pero había que esperarlo mucho, sin molestarlo demasiado. Buscando la salida en volandas, Angelino estuvo ahí, insistente, y gracias a esa paciencia logró tandas de buen acabado, mismas que, de no pinchar, pudieron haberle redituado en un trofeo.

Jaime Ruiz mostró sus avances en el único novillo que mató. El cárdeno que abrió plaza fue exigente pues tenía bravura seca, que requería mano firme, y un peligro sordo que hizo muy meritorio lo realizado por este joven valor, que cuajó un bello quite por gaoneras.

Luego de iniciar la faena con un péndulo, Jaime fue volteado aparatosamente y sufrió una cornada en el escroto. Valiente, se quedó en el ruedo y, firme, resolvió la papeleta. Una gran estocada, bien ejecutada y en todo lo alto, le valió la concesión de una oreja que, seguramente, le supo a gloria por lo mucho que ha luchado en abrirse paso.

Una tarde complicada tuvo el debuante Carlos Rodríguez, pues pechó con lo menos toreable del encierro. Su primero, un novillo bellísimo de hechuras, dio buen juego en los primeros tercios, permitiéndole al potosino cuajar un quite por fregolinas y otro por saltilleras, ambos muy lucidos y que le fueron coreados.

Sin embargo, el astado cambió radicalmente de lidia apenas acudr a la muleta, acostándose por ambos lados y desarrollando sentido. Carlos insistió con afición e incluso se llevó una dura voltereta, sin mayores consecuencias. Pesado se puso con el acero y escuchó dos avisos.

El castaño que hizo sexto fue deslucido y, aunque pasaba, no lo hacía embebido del todo en la muleta. El potosino dejó algunos buenos trazos por derecha, aunque aislados, y se llevó otro tremendo arropón, del que salió ileso. A destacar la actitud de Carlos, que a pesar de notarse verde, puso voluntad durante toda la tarde.