Angelino de Arriaga tuvo un debut en la Plaza México que, seguramente, ni en sueños pudo siquiera imaginar, pues conquistó el corazón del coso de Insurgentes y salió a hombros ante el éxtasis del público, afición que quedó gratamente sorprendida por el toreo de este joven valor nacional y por las tres orejas que paseó esta tarde.

El torero tlaxcalteca posee gran sitio y técnica, valores que asimiló durante el tiempo que se forjó en España, pero también tiene sentimiento, esa forma tan mexicana de expresar el toreo y de llegarle con intensidad a los tendidos.

Y así, con esos recursos técnicos, fue descifrando al ejemplar de La Punta que hizo sexto, pues desde su salida se notaba un tanto incierto. Los doblones de inicio de faena le dejaron claro al novillo que Angelino era el que mandaba, para luego, una vez sometido, comenzar a correr la mano por derecha con mucho temple, trazos largos, interminables y sintiendo mucho en cada momento.

Embistiendo como bendito, el novillo fue a más y a más, mientras Angelino derrochaba todo el sentimiento que lleva dentro, abandonándose en cada uno de los muletazos y estructurándolos cada vez más largos y con un empaque exquisito.

Y aunque por el pitón izquierdo el novillo no embistió con la misma claridad, el tlaxcalteca sacó naturales de bello acabado, rematados con una trincherilla de pintura, para luego volver a tomar la sarga con la diestra y seguir en el sublime concierto de su toreo, cuajando detalles sensacionales, como un par de trincherazos monumentales.

El toreo de adornos y destellos redodeó la faena, rubricada con una estocada entera y de efectos rápidos. Cuando los dos pañuelos asomaron desde el palco de la autoridad, Angelino rompió en llanto; en ese mometos seguramente se cristalizaron muchos sueños, y alcanzaron entidad todos los sacrificios que ha realizado.

Ya desde su primero había apuntado alto, pues aunque el novillo de Marco Garfias era un tanto probón, acabó sometiéndolo y ligando tandas con la derecha que resultaron largas y de una belleza que resultó impactante para el público, que le pidió la oreja luego de un pinchazo y una estocada, trofeo que fue concedido.

Con aires antiguos, Lorenzo Garza Gaona llegó a pie a la plaza. Y continuó bajo el mismo tenor a lo largo de la tarde, pues en sus dos novillos tuvo destellos de añeja torería que el público le reconoció con sus palmas, por lo variado en la ejecución de las suertes.

Sin embargo, se notó un tanto nervioso y el festejo no fue del todo afortunado para él, pues tardó en acomplarse delante de su primero, un astado con calidad pero poca transmisión. Y fue hasta más allá de media faena cuando logró los mejores momentos, un par de tandas al natural y una con la diestra, en las que llevó bien toreadas las embestidas.

Su segundo, que de salida brincó al callejón, tampoco transmitía mucho al tendido y pasaba, más que embestir. Garza Gaona estuvo ahí, intentándolo con afición, pero obteniendo poco rédito y terminó perdiéndose en una faena que se alargó de más.

Salvador López dejó bellos trazos delante del que abrió plaza, pues el novillo tenía clase y recorrido, virtudes que aprovechó. Buenos fueron los derechazos en el centro del ruedo, igual que los naturales, pero cuando parecía que la faena estaba hecha, alargó de más el trasteo y todo vino a menos. Y aunque remató de una estocada entera, no alcanzó para cortar la oreja, pese a que hubo petición.

Su segundo era picoso y se orientó desde los primeros tercios, poniéndole las cosas muy complicadas a Salvador. Con entrega, se pudó ahí e intentó hacerle fiestas. En algo curioso, el público le reprochó que gritara tanto en los cites, y esta situación tuvo que ver para le tomaran poco en cuenta hacia el final del trasteo.