Luis Bolívar sabe que su temporada colombiana es crucial. O por lo menos, eso quiso demostrar con la arrolladora actitud con que afrontó su primer paseíllo en Cañaveralejo. Buena parte de esa actitud sirvió para caminar varios escalones encima, y también para marcharse a hombros, pero con una sensación de contundencia.
El torero colombiano dio su primer golpe. Y fue con el tercero de la tarde. Un castaño serio pero de preciosas hechuras, al cual toreó con variedad y poderío desde el mismo instante que salió al ruedo. Tres largas cambiadas fueron más que un saludo, terminaron por ser una declaración de intenciones.
Este toro fue el mejor del serio encierro de Juan Bernardo Caicedo. Y lo fue porque no sólo por la codicia de su comportamiento, sino por la calidad y transmisión de sus embestidas.
Bolívar, con ese material, inició de rodillas, allí en el centro del ruedo, donde hubo muletazos con largo trazo, y uno mirando al tendido que hicieron levantar el entusiasmo. Luego, la distancia, una de las cualidades de su toreo, el cual se alargó con muletazos muy templados y series largas y ligadas.
Esta vez la izquierda no fue la gran cota. Por ese pitón, el toro bajaba. Pero Bolívar allí, siempre con dominio de las circunstancia. Hubo petición de indulto, pero todo quedó como decía la lógica. Dos orejas y vuelta al ruedo para "Sabio", que así se llamó el toro.
Era el punto alto de la tarde. Ese mismo que se encargó de subir con valor y mucha torería Daniel Luque. El sevillano cuajó a la verónica, así de sencillo, al que hizo cuarto lugar. Un toro que tenía calidad en sus embestidas, pero al que le faltaba mayor motor.
Con la imagen de tres verónicas de auténtico cartel de toros, Luque, con la muleta, mezcló la verdad y la pureza. Y el valor. Porque encunado entre los pitones, y exponiendo más de la cuenta, logró alargar la embestida del toro. Y allí surgieron, pausados, y de uno en uno, naturales muy verdaderos y poderosos. Era una de esas faenas que en otras plazas se premian con las dos orejas. Aquí, en Cali, el público e dejó cautivar por el valor, pero no puso, como había que poner, atención en la torería.
Esa gran primera parte de la corrida la había iniciado El Cid con una faena de oficio y entrega ante un toro que se movió, aunque algunas veces con poca claridad, y que tuvo el certero colofón de una gran estocada.
La otra parte de la corrida fue otra cosa; Y se vino a menos. El Cid citó desde el centro del ruedo al quinto, sin probarlo, para torear en redondo. Y allí comprobó que el toro, aunque aceptaba la invitación, prefería embestir con corto recorrido. En esas le pegó un puntazo en la espinilla al torero.
Bolívar, con un toro apagado, se esforzó, mientras Luque intentó convencer al séptimo pero no hubo modo de que repitiera.
La corrida tuvo un prólogo: El debut del rejoneador colombiano Jorge Enrique Piraquive ante un codicioso toro que le permitió el lucimiento. El torero estuvo pulcro en todos lo tercios, e incluso gustándose en la preparación y el adorno de las suertes. Su sobria actuación tuvo en el rejón de muerte un buen remate, y aunque el público pidió la oreja, la ovación que se llevó fue respetable.
Cali, Colombia. Plaza de toros de "Cañaveralejo" .Segunda de feria Dos tercios de entrada. 7 toros de Juan Bernardo Caicedo, uno de ellos, el codicioso primero, para rejones, de seria presentación pero de desigual juego. El segundo fue premiado con la vuelta al ruedo, el cuarto, agarrado al piso, se dejó. Segundo y quinto se movieron. Apagados sexto y séptimo. Pesos: 488, 476, 458, 490, 482, 500, 454 Kilos, respectivamente. Jorge Enrique Piraquive (rejoneador): ovación tras petición. El Cid (tabaco y oro): una oreja y palmas. Luis Bolívar (turquesa y oro): Dos orejas y palmas. Daniel Luque (agua marina y oro): una oreja y palmas Extraordinario par de Rodrigo Arias ‘Monaguillo’ al sexto. El Cid fue atendido de un puntazo en la espinilla de su pierna derecha.