El pundonor de Ignacio Garibay y la juvenil entrega de Israel Téllez saldaron con dos orejas la corrida goyesca, quinta de la temporada, celebrada esta tarde en la plaza de toros Mérida,que tenía además el aliciente de poder ayudar a los niños con cáncer, festejo impulsado por Fundación Televisa, lo que representará emolumentos para una buena causa

Sin poder permitirse menos ante el empuje de varios coletas que ahora mismo se encuentran dando la cara en España, Ignacio Garibay continuó pasando lista de presente como uno de los toreros más destacados de nuestra baraja, tras una actuación sin conformismos, siempre muy echado para adelante, lo que fue reconocido por los aficionados.

Así,  tan pronto abrirse de capote en sedeñas verónicas, el torero capitalino dejó entrever sus intenciones de triunfo. Tesonero ante un toro que se rajaba, logró meterlo en vereda hasta conseguir destacados pasajes por derecha, que remató con la espada, por lo que pronto terminó por pasear la primera oreja.

Con su segundo no fue menos. El manso huidizo de Rosas Viejas, poco se prestaba para pensar en florituras, más Garibay terminó por poner la cuota. Cerrándole el paso, con cuerpo y muleta, la faena se convirtió en un ejemplo de pundonor  y entrega, hasta alcanzar muletazos hilvanados, muy pegado a tablas, en una faena a más que merecía mejor final que las fallas con la espada.

Israel Téllez tuvo con su primero una labor entregada. El castaño albardado resultó picoso, con transmisión y peligro al revolverse sobre las manos, por lo que la faena transcurrió entre intermitencias. Lo mejor, el haberlo intentado.

Su segundo le perdonó la cornada apenas iniciada la faena de muleta. Al intentar un muletazo de hinojos, el de Uriangato hubo de pasarla mal al ser empitonado. Por fortuna, sólo el susto. Y de ahí, la faena a más, dándole forma al relato con el toro “Cronista”.

Aprovechando el momento, no soltó el ánimo del público en una labor siempre entregada y en la línea. Por instantes embarullado y en otros haciendo gala de temple, Téllez terminó por echarse a los aficionados al bolsillo.

Christian Aparicio tuvo en sus manos al mejor toro de la tarde. Largo como un ferrocarril, de casi 600 kilos, segundo de su lote, provocó un tumbo al picador Efrén Acosta, que prendió destacado puyazo.

Con nobleza y clase, el toro auguraba una faena grande, pero el torero se la llevó entre intermitencias, dejando con un palmo de narices a los aficionados, desperdiciando una tarde de triunfo grande; en definitiva nunca se rompió la faena.

Con su primero anduvo decoroso, entregado y valiente con un toro incómodo y deslucido, con el que se prodigó al intentarlo.

Cerró el festejo el novillero Michelito Lagravere, que con carisma y garbo, dibujó una media verónica plena de pinturería y esporádicos derechazos ante un astado deslucido que poco se prestó para el triunfo. Lo destacado fue su entrega.