Decía la gente al abandonar la plaza que la corrida había comenzado a partir del sexto toro, y es que el juego del encierro titular de Arroyo Zarco condicionó el devenir de la tarde, ello a pesar del evidente esfuerzo de los toreros que fueron conscientes desde el inicio de la gran expectación que generó el festejo.
Un tanto por ello, y después de haberse lidiado los tres primeros toros que no ofrecieron buen juego, la desesperación de la gente se hizo patente al pitar con fuerza la presencia del que salió en cuarto lugar, y que a la postre sería sustituido por otro de la misma ganadería.
La gente, constituida en soberano de la tarde, había expresado su descontento tras haber hecho su parte y haber correspondido a la redondez del cartel con un lleno imponente. Por cierto, y solo como apunte, últimamente se ha hecho frecuente escuchar entre la afición la palabra “sobre-administración” al hablar de tardes donde aparecen anunciadas las figuras.
Ya El Juli había recibido entre ciertas protestas de la gente la oreja del toro que abrió plaza, que anunció con su juego lo que sería, con apenas matices, el comportamiento del resto del encierro, con excepción hecha del sexto de la tarde: Falta de casta. Ya en éste mostró Julián mucha disposición y maestría para robar auténticamente los pases ante las huidizas embestidas del toro, concluyendo la faena de una estocada trasera.
En el cuarto, sustituto del titular que fue devuelto por falta de trapío, habría de volver a dictar cátedra de cómo ligar las series con base en dejar la muleta en la cara y hacer uso de los toques para obligar la embestida más allá de donde el toro quería. Lamentablemente emborronó una buena faena con la espada, en una estampa infrecuente en el torero madrileño, que pinchó en varias ocasiones antes de sepultar la espada en su totalidad.
Cobijado por el cariño del público, y casi con súplicas del tendido, hubo Julián de regalar un octavo de la ya noche, que correspondió a la ganadería de Santa Bárbara y que ofreció más posibilidades que los toros originales en su lote. De hinojos recibió al toro con dos largas cambiadas de rodillas, y de hinojos concluyó con manoletinas su faena, dejando constancia de su raza de figura y como respuesta al triunfo del torero francés que se le había ido por delante en el toro de regalo anterior a éste. Incluso durante la faena de muleta hizo alarde de variedad, instrumentando un par de circurrets, evocación de Curro Rivera. Sepultó con decisión la espada, y aunque el toro se amorcilló, tras un certero golpe de descabello recibió las dos orejas ante la algarabía del tendido.
Antes había cortado Sebastían Castella, o prácticamente arrancado la oreja del quinto de la corrida, también en una faena larga y de mérito, con el torero metido entre los pitones, encelando la embestida, tocando y tapando la cara del toro con la muleta para evitar que huyera hacia su querencia. Antes, en el segundo de la tarde no había podido hacer más ante un toro que se rajó sin ofrecer mayor posibilidad de lucimiento.
A pesar de la oreja cortada pudo más su deseo de triunfar con rotundidad y regaló al que fue el séptimo de la corrida, que perteneció también a la ganadería de Santa Bárbara, y que tuvo un tranco más largo, que fue totalmente aprovechado por Sebastián. En esta ocasión, con mayor fortuna que en otras faenas importantes que lamentablemente ha emborronado con la espada, ahora sí dejó un estoconazo que fue la rúbrica inmejorable a una tarde de entrega y que le valió el corte de las dos orejas.
Tarde de duelo entre dos figuras, aunque haya sido in extremis, con los toros de regalo, cuando se pudo observar con mayor rotundidad la rivalidad que mantienen en la cumbre.
Igual premio recibió Alejandro Amaya en el sexto, tras una faena de gusto ante el único toro que mostró clase y más recorrido del encierro. Lo cierto es que durante sus dos actuaciones el torero de Tijuana mostró una gran disposición y el deseo de aprovechar el foro para expresar su concepto del torero.
A ambos toros de su lote les pegó muletazos de mucha clase, por supuesto con mayor profundidad al que originalmente cerraba plaza, que gracias a su recorrido le permitió a Alejandro encajar los riñones en muletazos hondos sobre todo por el lado derecho. Como rubricó la faena con una estocada entera y en buen sitio, la gente le reconoció el esfuerzo con las dos orejas.
Al final del festejo los tres toreros abandonaron la plaza en hombros, colofón digno –sobre todo por la gente que pagó su boleto- a una tarde maratónica con broche triunfal.
Tercera y última Corrida de la Constitución. Lleno de \"no hay billetes\" en tarde soleada al comienzo y fría al final. 6 toros de Arroyo Zarco (el 4o. como sobrero sustituto), bajos, armoniosos de hechuras pero descastados en general. Y dos toros de regalo de Santa Bárbara, manejables, de buen estilo. Pesos: 481, 460, 467, 493, 468, 470, 480 y 478 kilos. Julián López \"El Juli\" (verde botella y oro): Oreja con protestas, ovación y dos orejas. Sebastián Castella (palo de rosa y oro): Palmas, oreja y dos orejas. Alejandro Amaya (grana y plata): Palmas y dos orejas. Destacó en banderillas Christian Sánchez. La corrida duró tres horas con 40 minutos.