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Una profunda cátedra de torería

Sábado, 27 Abr 2019    AGS, Ags.    Juan Antonio de Labra | Enviado           
Morante de la Puebla se sublimó con el quinto de la tarde
La tarde había despertado una gran expectación por la presencia de Guillermo Capetillo en el cartel, y cuyo desempeño entrañaba una morbosa incógnita para la inmensa mayoría de la gente. Y también, desde luego, por la presencia de un torero como Morante de la Puebla (al que nunca hay que dejar de esperar), además de Joselito Adame, la figura más aventajada de México.

Así que la mesa estaba servida para un banquete de lujo, y si de pronto alguien dudaba del encierro de Teófilo Gómez elegido para la ocasión, hay que apuntar que la corrida tuvo trapío y, por momentos, obligó a pensar mucho a los toreros. Vaya, que no fueron toros fáciles, ni mucho menos; había que estar dispuesto a ponerse en el sitio para sacarles provecho.

Y fue a partir del quinto de la tarde, que llevaba por nombre el premonitorio nombre de "Saber estar", el instante en que la magia invadió el redondel y Morante se dispuso a dictar una profunda cátedra de torería.

Por sus telas –como las de un pintor consagrado– desfilaron nostálgicas estampas de otro tiempo, guiños al exquisito arte de El Gallo, de Belmonte, de Chicuelo o Cagancho… todos juntos, reunidos en una amena tertulia para hablar de toros con propiedad y añoranza.

Y si todos ellos realmente hubiesen asistido como oyentes al aula magna de Morante, le habrían tocado las palmas. Porque Morante es mucho Morante, un torero de una cabeza preclara en la que se tejen esos sueños de torería inspirados en los maestros de otro tiempo, artistas que desde hace un siglo habitan la eternidad de los recuerdos, inclusive de aquellos, como nosotros mismos, que no los vimos torear, pues así es la grandeza del arte del toreo cuando deja huella en la historia.

Los lances a la verónica recordaron la gracia de Chicuelo; los pases por alto a pies juntos, la torería de El Gallo; los molinetes invertidos –¡al paso!–, a Belmonte, y la espada, forjada en una fragua de Triana, a la del gitano de los ojos verdes, que de esa manera mataba a los toros: ¡en corto y por derecho! Era la imagen viva de Cagancho, otro gran consentido, como Chicuelo, de este sensible y apasionado público mexicano.

En esas nostálgicas estampas dibujó Morante los naturales y los redondos, ya con el sello del toreo de hoy, con un empaque tan natural que lo suyo, al terminar la clase, fue de "apaga y vámonos". Después de eso no cabía nada más. Nada. ¿Y que le quedaba por hacer a Joselito Adame con el sexto de la tarde? Buena pregunta, que quizá también él se planteó para sus adentros.

Pero Joselito, el de Aguascalientes, era el gallo de pelea suelto en ese palenque hirviendo en el que se había convertido el redondel de la monumental, ahí donde el éxtasis estaba fresco todavía sobre la arena.

Y fue la sinceridad de José, que se abandonó, que se motivó, y hasta podría afirmar que estaba inspirado con lo hecho por Morante, que ahí radicó precisamente la clave de su éxito; es decir, que hizo lo que tenía que hacer, echando mano de raza, recursos expresivos y madurez, de inteligencia y carisma.

En eso consistió una puesta en escena con un leve guiño de arrogancia que siempre viene bien, lo que sacó algo que ya parecía perdido luego de aquella cátedra de torería de Morante.

Porque José ya había pisado los terrenos de su primer toro, y le había hecho una faena estructurada, sobria, seria, con unos desplantes tan oportunos como toreros, que terminó por redondear delante de ese sexto toro, con la gente volcada en un quehacer dotado de una extraordinaria capacidad para no dejarse arrollar por Morante.

Y cuando le tenía cortado el rabo al toro, el arrebato lo traicionó y echó por tierra un triunfo legítimo, de esos que se antojaban clamorosos al lado del sevillano. Al margen de esta circunstancia adversa, ahí quedó patente que aún no tiene techo, pues vive con una sabia ambición a flor de piel.

Al final de esta emocionante tarde de toros, el lejano rumor de la "Rapsodia sobre un tema de Paganini", de Serguéi Rajmáninov, revoloteaba en mi imaginación, y acompañaba el andar de Guillermo Capetillo al abandonar la plaza… era la de aquella película titulada "Pide al tiempo que vuelva", estrenada en el lejano 1980 y que, por desgracia, ya no estará nunca más en cartelera.

Ficha
Aguascalientes, Ags.- Cuarta corrida de feria. Más de tres cuartos de entrada, en tarde despejada y calurosa. Toros de Teófilo Gómez, bien presentados y de juego variado, de los que destacaron el 5o. y el 6o. Pesos: 524, 519, 502, 526, 525 y 521 kilos. Guillermo Capetillo (negro y oro): Pitos tras aviso y silencio tras aviso. Morante de la Puebla (grana y oro): Pitos y dos orejas. Joselito Adame (gris acero y oro): Palmas y oreja. Incidencias: Destacaron en banderillas Cristhian Sánchez, que saludó en el 1o., así como Fernando García hijo, que hizo lo propio en el 5o. Y en la brega Víctor Mora, que además estuvo bien colocado y ejecutó un excelente par de banderillas al 5o.


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