Enrique Morente cantó en la Fantasía del Cante Jondo que la plaza tiene una mitad de oro y la otra mitad de plata. Dulce y gratificante fue para Fernando Alzate al cortar una meritoria oreja; para Alfonso Mateos fue fría como la afilada hoja de un bisturí. Los novillos de Jorge de Haro pusieron las palmas por soleá.

El colombiano Alzate tiene química con el público tapatío desde su presentación la temporada anterior, aunada a las férreas ganas de triunfar, por lo que desde el primer momento salió entregado. Comprendió que el esfuerzo sería unitario y si con el capote poco pudo mostrar, con la muleta salió a entregarse por completo con estrujantes péndulos en los medios.

Por lo complicado del novillo fue una faena corta, basada en el aguante y llevar bien medidos los terrenos, pues ni un error se le perdonaría. Sabedor que no había segunda oportunidad, dejó un estoconazo de rápidos efectos y así se convirtió en el primer novillero en tocar pelo. Quería asegundar, pero sus ganas se toparon con un novillo de escaso recorrido y no pasó a más.

Alfonso Mateos tuvo una tarde casi redonda, solo le faltó salir con una merecidísima oreja que inexplicablemente no se concedió, quizá por no soltar pronto los pañuelos, “abaratando” los triunfos. Pero la faena al abreplaza tuvo aroma y mucha cabeza ante un toro nada fácil que exigía estar firme en todo momento y así estuvo el torero, además de certero con la espada. Pese a la unanimidad de la galería, se conformó con una cerrada ovación, porque tal parece que sin orejas tampoco se puede dar la vuelta al ruedo.

La mala suerte le acompañó en todo momento. Negada la oreja, tenía por delante un emotivo y bravo ejemplar tlaxcalteca, al que le hizo filigrana pura con el capote, pero en el cambio de tercio remató en un burladero y el esperanzador comportamiento se fue al traste, además que pronto le cayeron encima los inconformes de siempre.

Obligado moralmente a salir con el triunfo, regaló un sobrero, largo y astifino, al que también le hizo embrujos; justo en el pináculo de la faena, el novillo se le venció por el lado izquierdo izándolo prendido del vientre en una escena interminable y que lo mandó al hule con una cornada de pronóstico reservado. Peor nada puede ser.

Se esperaba con interés al triunfador de la Plaza México, Santiago Fausto, a quien factiblemente le pesó la plaza y un sector hostil del público. Con el primero, nada fácil tuvo pasajes aislados y no terminó por acomodarse en el ruedo.

Con el segundo, tuvo que emplearse a fondo para revertir los comentarios, fajándose en una faena de riñones aguantado enormidades, al final trocó las lanzas por cañas.