Vaya ambiente que se vivió previo, durante y posterior al festejo. Tanto, que al público que abarrotó el asolerado coso "El Centenario", no le importó aguantar la lluvia que persistió durante tres toros. Ambiente de fiesta grande fuera de la plaza y de verdadero lujo al interior.

En cuanto a la logística del festejo, Casa Toreros se sacó la espina que sentían clavada a raíz del llenazo de la Gala anterior que rebasó las expectativas, la organización y el aforo. Hoy, todo fluyó de manera impecable.

Abrió plaza el novillero Carlos Casanueva, bien vestido de corto, para vérserlas con un salinero que puso a prueba los avances del tapatío. Prueba superada con base en el entendimiento del de San Pablo que tuvo corto recorrido y, aunque obediente a los engaños Casanueva encontró rápido la exigente distancia que le planteó "Golpeador". A base de temple, valor sereno, y mucho aguante, se enredó en una faena por ambos lados que satisfizo a la parroquia. Lástima de sus fallos con el acero, pues la justicia le habría otorgado un apéndice al menos.

Pablo Hermoso de Mendoza, regiamente vestido con una chaquetilla rondeña en color vino, con bordados en plata –muy acorde a una Gala– deleitó a los valientes aficionados que jalearon al jinete navarro por el concierto de buena monta y buen toreo. Galopes de costado con el cornúpeta cosido a los estribos, cambios, quiebros que alborotaron a la gallera. Pinchó a "Peleonero", pero los tendidos–vía juez– más que dispuesto a concederle una oreja, se enfriaron debido a la tardanza con que el percherón de arrastre se llevaron los despojos. Quedó en silencio.

Vendría el desquite con el segundo de su lote. La verdad, su emocionante faena sólo tuvo diferencia con el rejón de muerte. Pródigo con ambos enemigos, con éste fue acertado con el acero, lo que le significó el par de trofeos.

A Mónica Serrano hay que felicitarla por haber venido a Tlaquepaque todavía visiblemente emocionada debido al grave estado de salud de su padre, el rejoneador Ramón Serrano. Su monta fue de calidad, no así la puntería con los rejones y las banderillas que iban cayendo traseros. Pero el público –que le tuvo paciencia– bien que se deja seducir por la belleza y la prestancia de Mónica.

Con el segundo de su lote, luego del triunfo del jinete navarro, no se amilanó y superó con creces la faena anterior. Clavó banderillas al quiebro, y ofreció cites dando el pecho de sus caballos, y en momentos en terrenos comprometidos. Al tirarse a matar, por desgracia, el rejón quedó defectuoso y Yiyo, sobresaliente de su cuadrilla, falló en muchas ocasiones, debido a que el puntillero se tardó enormidades, por lo que la posibilidad del triunfo se diluyó.