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El Payo viene pisando fuerte (video)

Domingo, 26 Oct 2014    México, D.F.    Juan Antonio de Labra | Foto: Sergio Hidalgo            
El queretano cortó tres orejas y salió a hombros
Octavio García "El Payo" tenía claro que debía dar un campanazo fuerte hoy en La México, y llegó la plaza embalado, demostrando su jerarquía como líder del escalafón mexicano. Pero además de eso, con una mentalización óptima para conseguir el objetivo planteado.

Y lo más significativo de todo es que lo hizo de manera natural y sosegada, mostrando una grata madurez que cautivó a la afición capitalina, en un tarde en la que Morante cuajó pasajes hermosos en una faena que no pudo rematar con la espada, mientras que Diego Silveti hizo un esfuerzo por estar a la altura de las circunstancias de sus primera apuesta en la capital, sobre todo al anunciarse en dos tardes consecutivas.

Da gusto ver que los toreros mexicanos de la nueva generación se siguen consolidando, y hace un par de años, cuando El Payo tocó fondo en aquella aciaga actuación de Madrid que lo obligó a reflexionar, retomó el paso de su carrera con mayor ilusión, consciente de su papel en esta época de reto y compromiso.

Y desde entonces, en agosto de 2012, empezó a asumir su responsabilidad para sacar a flote lo mejor de su sólida tauromaquia, que hoy día se ve tocada de fondo, pues no sólo le funciona bien la cabeza, sino que a los toros les da tiempo y pausa para eslabonar faenas recias que no están exentas de buen gusto.

La primera faena, al segundo toro de la tarde, fue maciza y tuvo una brevedad que por momentos no comprendió un sector del público que le pedía a Octavio seguir toreando. Pero el queretano vio claro que aquel toro de Barralva había agotado su transmisión, pues se venía con la cara suelta y arrollando; eso sí, con una movilidad aceptable que permitió hilvanar muletazos mandones, ejecutados en un palmo de terreno.

Y cuando lo vio claro, montó la espada y tumbó el toro patas arriba, sin puntilla, de una estocada rotunda para cortar la primera oreja de la tarde. La emoción se tradujo en una ovación cerrada que se prolongó en la vuelta al ruedo.

La clave delante del quinto, un toro colorado de finas hechuras, fue esperarlo, darle su aire, e imprimir a la faena un ritmo sostenido de temple y pulso. De esta manera fue como El Payo consiguió que el de Barralva sacara la clase que tenía escondida y, a base de darle confianza, ambos se compenetraron en una obra de un magnífico acabado que hizo explotar al público de emoción en varias series con la mano derecha.

La calidad de los muletazos de Octavio surgió a la par que él giraba armoniosamente sobre los talones y ligaba en un palmo de terreno, dueño de la situación, inteligente y centrado, con una dimensión que alienta a pensar que su techo aún está alto.

Y si la estocada cayó un tanto baja y provocó derrame, la forma de echarse encima, dando el pecho, fue otra clara demostración de entrega que le puso en las manos dos orejas que paseó contento, satisfecho de haber conseguido un triunfo de la manera más reconfortante que existe en el toreo; es decir: toreando bien. El Payo saboreó el cariño de la gente en una plaza donde necesitaba un triunfo de este calado. Se lo merecía, por su tesón y su profesionalismo.

Morante lanceó a la verónica sedosamente al toro que abrió plaza, al que le dieron un puyazo largo, y luego apenas y pudo bosquejar detalles con la muleta en la zurda ante un ejemplar que se paró muy pronto. Decidió abreviar pero no estuvo bien con la espada, lo que, lamentablemente, ya viene siendo un hecho recurrente en sus últimas tarde en cosos mexicanos.

Con el cuarto pasó otro tanto igual, ya que el toro no colaboró a pesar de que Morante quería mostrarse, deseoso de poder devolver a sus seguidores esa paciencia que le tienen, y también al resto del público que salvó esa presión a la hora de fallar con la espada, lo estuvo esperando con ilusión y respeto.

Aunque no es dado a regalar toros, se animó a pedir del sobrero, también de Barralva, al que toreó con mucha enjundia por chicuelinas, aprovechando el alboroto que el toro había formado tras saltar al callejón de salida. El luminoso remate de la revolera fue la anunciación de que el de la Puebla quería sacar su arte torero, y lo consiguió en el inicio del trasteo, con muletazos hondos, de un gran empaque, acompañando al toro con el estético giro de la cintura y acompañando con el pecho.

Cuando la faena empezaba a caldear los ánimos de la gente, que le coreó unos olés muy sentidos, el toro se rajó y comenzó a salir suelto de la tela, marcando una tendencia a marcharse a las tablas, condición que Morante aprovechó para andarle con garbo en unos muletazos cargados de donaire que el público le jaleó con fuerza.

A pesar de que el toro no tenía la fijeza suficiente, Morante decidió entrar a matar recibiendo, 
citando en la suerte natural, fiel a su costumbre, y pinchó hasta en dos intentos antes de pasar algunas fatigas para darle muerte y escuchar dos avisos que no reflejan esos pasajes de solera que ya quedaron en el paladar de los aficionados que entienden el arte del toreo como una expresión del alma.

Diego Silveti tuvo dos toros de distinta condición, y sólo en contados pasajes de ambas faenas consiguió acoplarse, en medio de la expectación de un público que espera verlo triunfar por ese carisma tan contagioso que cae bien y forma parte de su personalidad.

Con el tercero, que fue deslucido y acudía con la cara alta, buscó imprimir vida a la faena mediante unas ajustadas manoletinas finales, antes de colocar una estocada de la que sacó un golpe en la cadera derecha, y que no tuvo los efectos requeridos porque tuvo que entrar a matar en otra ocasión.

Al sexto le dieron muchos capotazos durante un largo y desordenado tercio de banderillas que duró más de siete minutos, hecho que incidió negativamente en la conducta de un toro de bonita lámina, estrecho de sienes y con cara, que llegó a la muleta un tanto incierto, pues a veces embestía con más consistencia que otras.

La faena de Diego llegó a entusiasmar al público en determinados momentos, pero sin romper del todo. Y una vez más, Silveti decidió abrocharla por alto, con unas ceñidas bernadinas, pero instantes después no estuvo fino con la espada y sus buenas intenciones se vinieron a tierra. Ahora tendrá que remontar el domingo siguiente para mantenerse en el ánimo del público.

La gente se marchó contenta de la plaza en esta primera corrida de la Temporada Grande, vitoreando la salida hombros de El Payo, que llegó pisando fuerte y dejando el listón alto al resto de su compañeros. Ojalá que este nivel de competencia se mantenga por el bien del resto de la campaña, y de la emoción de la gente, que es el motivo principal de un espectáculo cargado de valores.

Ficha
México, D.F.- Plaza México. Primera corrida de la Temporada Grande. Unas 30 mil personas (alrededor de dos tercios de entrada), en tarde espléndida. Siete toros de Barralva (el 7o. como regalo), de encaste Atanasio Fernández, de estupenda presencia y variados en juego, de los que destacó el 5o., premiado con arrastre lento. Pesos: 485, 480, 520, 490, 481, 500 y 493 kilos. Morante de la Puebla (azul noche y oro): Pitos tras aviso, pitos tras aviso y división tras dos avisos en el de regalo. Octavio García "El Payo" (lila y oro): Oreja y dos orejas. Diego Silveti (azul noche y oro): Silencio y palmas. Incidencias: Destacó el banderillero Gustavo Campos, que saludó. Diego Bricio banderilleó con muchos recursos al 6o. Tras el paseíllo se rindió un minuto de aplausos a la memoria del matador Pepe Luis Vázquez, fallecido recientemente.


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