Hay dos tipos de toreros: los que hacen lo que saben, y… los que saben lo que hacen. Eulalio López "Zotoluco" es en definitiva –vaya si hay diferencia– del grupo segundo. Con el primero de La Estancia al que se enfrentó esta tarde, “se inventó” una faena que sólo él fue capaz de visualizar. "Profeta" no quería nada con los trastos; buscaba huir, además de estrenar querencias a cada pasaje de la lidia.
Con parsimonia, sin acosar o incomodar al astado, lo sometió hasta hacerlo pasar en muletazos templados por ambos lados, con una dimensión impensable al inicio del trasteo. Arropado por la entrega del respetable culminó su obra con un buen espadazo para cortar una merecida oreja. Pero, no estaba conforme. Recibió a su segundo con un par de largas afaroladas de hinojos en el terreno de tablas.
De pie, lo lanceó con reposo y brevedad para, a diferencia de los demás toros los castigaron duro en los petos, Eulalio López, deliberadamente lo dejó “crudo” –creo yo– con la intención de que el toro se sintiera seguro y no rehuyera la pelea. Con mucha fuerza el toro, el espada “chintololo” comenzó la faena de hinojos, para de pie, poco a poco meterlo en la canasta y construir una obra plena de inteligencia, a su aire, de buen toreo y justa medida, en series de ambos lados con templanza y dimensión. Un ¡Ah! de los tendidos que duró poco por el pinchazo, al que siguió una ovación de apoyo, para enseguida sepultar una entera que selló la salida en hombros.
Vaya si el público de Autlán despidió cariñosamente al torero moreliano Fernando Ochoa. No era para menos. Muchas tardes de buen entendimiento vivieron Ochoa y los autlenses. Me gustó mucho la faena a su primero, un manso que se refugió en chiqueros, donde "Lunanueva" le apretó en serio, pero el espada michoacano se apretó los machos y capitalizó las fuertes embestidas para bajarle la mano hasta la arena y cuajarle una importante faena. Se eternizó con el acero; aún así cosechó una gran ovación.
El segundo de su lote fue, la verdad sea dicha, descastado y soso, pero… el nobilísimo pueblo autlense respetó el esfuerzo del torero, quien al son de las melancólicas “Golondrinas” puso todo su empeño por complacer a los tendidos. Cuando sepultó la espada hasta el pomo rompió en una gran ovación cariñosa para exigirle dos orejas al juez, que Fernando Ochoa paseó arropado por la gente buena de Autlán.
El rejoneador navarro Pablo Hermoso de Mendoza volvió a ser bien recibido en esta ciudad. A cambio, el torero a caballo se entregó a plenitud. En algunos pasajes, tal fue su disposición que pareció atropellar la razón, por los terrenos tan comprometidos en los que adornó a sus dos astados con aretes largos de poder a poder, banderillas cortas metido en los tableros y giros espectaculares en plena embestida de sus toros. Pinchó a sus dos enemigos, por lo que dejó los trofeos en el sitio donde los tenían los de San Pablo. El público lo despidió con una fuerte ovación.
Fermín Espinosa "Armillita IV" se creció al castigo. Por más que queramos, el público va a medirlo con una vara muy parecida a los alternativados. Pues eso, precisamente, lo espoleó a tal grado, luego de que tuvo que despachar pronto a su primer novillo de San Isidro que abrió plaza y, que hubo de mirar como triunfaban sus compañeros de cartel, pues se decidió que cerrara el festejo, que lo vimos ir y venir como león enjaulado por el callejón.
Así salió a ponerle un broche áureo al festejo. Con el capote dibujó el lance fundamental, rematada la serie con una revolera mirando al tendido. En el quite, se enredó en las de chicuelo y con la muleta enloqueció los tendidos. Una entera que no cayó en el mejor sitio fue la excusa –apropiada– para exigirle a la autoridad el binomio de apéndices que treparon en los hombros al joven espada, para acompañar a sus alternantes.
Mañana, el jerezano, Juan José Padilla, el de Tlaxcala Uriel Moreno “El Zapata”, Fabián Barba de Aguascalientes y Antonio García “El Chihuahua”, de ídem, con ocho astados de Monte Caldera.