El dulce sabor del toreo bueno (video)
Sábado, 28 Sep 2013
San Luis Potosí, S.L.P.
Juan Antonio de Labra | Foto: JR Nacif
Se repartieron cinco orejas de los toros de Bernaldo de Quirós
La noche potosina se tradujo en un nuevo reto para la empresa Touro San Luis, de Manuel Algara y Jorge Ávila, en un escenario que busca su propia identidad y atraer más público a los tendidos que, el día de hoy se vieron despoblados, no obstante la confección de un cartel muy atractivo –y balanceado– en el que brillaba con luz propia el nombre del maestro Enrique Ponce.
Y fue una pena que poco público asistiera a este recital de temple y buen toreo en el que el valenciano, y sus dos jóvenes alternantes –Fermín Rivera y Juan Pablo Sánchez– buscaron llevar a buen puerto la corrida.
Al final, la buena suerte de Ponce en el sorteo le permitió llevarse el lote más potable del encierro de Bernaldo de Quirós, compuesto por un primer toro que tuvo clase y otro que embistió con una gran nobleza a las telas del torero de Chiva, que las manejó con un mimo tremendo.
En este sentido, podría afirmarse que Enrique acarició aquellas embestidas y enamoró a sus dos toros para convencerlos a seguir capote y muleta con una suavidad pasmosa, un natural relajamiento de planta y esa impresionante claridad de ideas que ha marcado su brillantísima trayectoria.
Y quizá lo más destacado de su actuación en El Domo haya sido la economía de movimientos, y el haber girado armoniosamente sobre los talones para cuajar series de magnífico trazo, con la muleta cogida casi del extremo del palillo, lo que le permitió desmayar la zurda en tersos naturales y cambios de mano que fueron un portento.
Así cuajó al toro que abrió plaza, todavía con la gente un tanto fría en el tendido, hasta que vinieron esos detalles que calan tan hondo en la sensibilidad de la afición mexicana. Y como el de Bernaldo embestía de dulce, con más razón se enseñoreó Ponce en cada uno de los muletazos.
Si ya con ese primer toro de la noche había estado cumbre, con el cuarto, el toro más hecho del encierro, se sublimó desde que se abrió de capote. Y a la hora de dejarlo debajo del peto ejecutó un recorte –con cambio de mano incluido– que fue uno de los detalles más sublimes de su actuación.
Asimismo, volvió a rayar a un gran nivel con la muleta. Los tiempos, el ritmo, la cadencia, y la maravillosa puesta en escena, fueron el acabado perfecto a otra faena inverosímil por la capacidad para acariciar, literalmente, cada una de las embestidas hasta obligar al toro a entregarse.
El público disfrutó mucho la faena y la coreó con fuerza, ahora sí consciente de que estaba asistiendo a un recital de toreo de la más pura filigrana poncista. Y aunque el valenciano no mató con demasiado tino, el clamor del trasteo valió el corte de dos orejas que, sumada a la que ya tenía en la espuerta, lo convirtió en el máximo triunfador del festejo.
No se quedó a la zaga Juan Pablo Sánchez, que se vino arriba en el sexto y empleó el poderío de su templada muleta para estructurar una faena acoplada a las condiciones de un toro que, en cuanto se sintió podido, se refugió en las tablas.
En ese terreno, sin contravenir nunca al de Bernaldo de Quirós, el hidrocálido se lo pasó limpiamente por la espalda en tersas dosantinas que calentaron el ambiente, pues además de valor sereno y domino de las suertes, Juan Pablo se pasó muy cerca los pitones del toro en otros alardes de astucia, una vez que lo había acosado y templaba las embestidas con mucha solvencia.
La faena creció de mitad hacia la última fase, ya cuando al toro no le quedó más remedio que sacar ese fondo de transmisión que había mostrado en los primeros compases del trasteo, mismo que aprovechó Juan Pablo hasta tumbarlo de una estocada de la que rodó sin puntilla.
Las dos orejas –y la consiguiente salida hombros al lado de Ponce– fueron un digno premio al esfuerzo realizado por Juan Pablo, que se vio recompensado en un escenario donde ha cosechado tres puertas grandes en el mismo número de actuaciones.
Fermín Rivera tuvo que emplearse a fondo con tres toros, y fue hasta que saltó a la arena el de regalo, donde pudo expresar mejor su clásica tauromaquia. Porque antes, con los dos ejemplares de su lote, se mostró esforzado pero sin materia para lucir salvo en contados pasajes.
Sus paisanos no se movieron de sus asientos y estaban por la labor de verlo triunfar. A pesar de que el sobrero no embestía con entrega, el posotino nunca se aburrió y le hizo una faena de menos a más en la que toreó muy asentado y con esa autenticidad tan suya que tan alejada se encuentra de cualquier concesión a la galería.
Lo que pudo ser la concesión de una oreja se esfumó luego de que colocó una estocada trasera, misma que requirió del uso de la espada corta.
La gente salió contenta de la plaza tras presenciar una corrida en la que se impuso la maestría de Enrique Ponce e impactó la entrega de Juan Pablo Sánchez, padrino y ahijado, respectivamente, una vez más juntos en un coso mexicano.
Ficha San Luis Potosí, S.L.P.- El Domo. Un cuarto de entrada en noche agradable. Siete toros de
Bernaldo de Quirós, desiguales en hechuras y capas, de variado comportamiento, de los que destacaron 1o. por su calidad y el 4o. por su nobleza; otros resultaron descastados. Pesos: 470, 480, 490, 530, 520, 470 y 495 kilos.
Enrique Ponce (azul purísima y oro): Oreja y dos orejas.
Fermín Rivera (lila y oro): Ovación, silencio y palmas tras aviso en el de regalo. Juan Pablo Sánchez (canela y oro con remates negros): Palmas y dos orejas. Incidencias: Sobresalieron en la brega
Sergio González y
Alejandro Prado, y con las banderillas
Gustavo Campos, que saludó en el 3o.
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