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La ambición del triunfo explota en GDL (video)

Domingo, 18 Nov 2012    Guadalajara, Jal.    Juan Antonio de Labra | Foto: Memo Sierra           
Arturo Saldívar cortó sendas orejas y salió a hombros
La quinta corrida de la temporada tapatía mantuvo un tono sostenido de interés, gracias a la arrebatada entrega de los tres toreros del cartel, que cada cual, con su propio estilo, no se dejó ganar la pelea y procuró hacer su mejor esfuerzo ante el encierro de Santa María de Xalpa.

Y buena parte de la emoción del festejo la aportaron los toros, por su vistosidad de capas (había un par de jaboneros y uno de infrecuente pelo barroso), así como por la seriedad de sus caras y el comportamiento que ofrecieron, con distintos matices dignos de análisis, sobre todo si consideramos que el encaste Domecq aún sigue buscando consolidar su prestigio en el campo bravo mexicano y ha tenido un proceso más lento que algunas de las otras sangres que llegaron a México a mediados de la década de los noventas del siglo pasado.

Y en este sentido, se puede afirmar que el trabajo que se está haciendo en esta casa ganadera, establecida en Guanajuato, avanza por buen camino y quizá todavía tenga dos asignaturas pendientes: conferir un punto de mayor caja al fenotipo de sus toros y otro tanto de fondo, en cuanto a duración se refiere, de tal forma que las faenas puedan redondearse con ese fervor torerista que tanto gusta en México.

Para ejemplo queda la alegría del quinto, un toro hermoso de hechuras, jabonero claro, que hizo un primer tercio muy emotivo y derribó estrepitosamente al picador Juan Pablo González, embistiendo después humillado a caballo, pero con un alto grado de nobleza, pues teniéndolo a merced, no se ensañó tirando cornadas. Eso se llama fijeza.

Y quizá la fijeza y la obediencia a los toques de las telas fue el denominador común de los domecqs de Xalpa, así como haberse quedado en el sitio donde se les remataba, más aún cuando ya se habían centrado en las respectivas faenas de muleta.

La actuación de Arturo Saldívar estuvo marcada por la ambición, y un valor a prueba de fuego, aunque no estuvo exenta de polémica con el quinto ejemplar, ya que lo hizo lucir muchísimo desde el comienzo de la faena, en unos muletazos trepidantes a los que siguieron varios cites a distancia en los que el toro galopaba con tranco y se desplazaba con nobleza a la muleta del hidrocálido.

Así construyó un trasteo con pasajes intensos, que el público disfrutó mucho, pero la falta de remate del toro de mediada la faena hacia el final, impidió ver algo que hubiera sido muy bonito: el indulto del espectacular jabonero, pues el público estaba a favor de que eso ocurriera.

Hubo un momento en que Arturo dejó caer un poquito el trasteo, en una serie por el pitón izquierdo, y a partir de entonces le costó remontar ese ambiente hostil por parte de un sector del público que ya estaba completamente a favor del toro.

Por eso le protestaron la oreja cuando ésta le fue entregada, y dividió las opiniones en la vuelta al ruedo, que no dudó en compartir con el ganadero Benigno Pérez Lizaur, reconocimiento de hombre bien nacido, que tanto apoyo ha recibido de este criador a lo largo de su prometedora carrera.

La faena al segundo fue distinta, de menos a más; a mucho más, pues Saldívar terminó toreando de oído; es decir, aumentando el rigor de sus muletazos y de su férrea determinación para hacer estallar la emoción del público delante del toro negro, emotivo, alegre y repetidor, que terminó parándose.

Y fue entonces cuando Arturo echó mano de sus recursos y de ese valor espartano, fundamento monolítico de su raza torera, para jugarse la vida sin ningún miramiento en una segunda parte de la faena que conmocionó al público por ese toreo de tantísima entrega que prodiga el hidrocálido.

Las bernadinas finales fueron el colofón más digno a tanta voluntad de triunfo de este carismático matador que sabe bien adónde quiere llegar. La oreja del toro fue el premio más digno a una actitud de esas, para quitarse el sombrero.

Alejandro Talavante no se quedó atrás y enseñó su vasto repertorio, el que le permite torear a placer, en cualquier terreno… y con cualquier toro. Al otro jabonero claro del encierro, que abrió plaza, se lo pasó una y otra vez por delante  por detrás, con ese estilo tan suyo, tan abigarrado, que en la actualidad es una extraña gema de la heterodoxia.

Y la gente entró en el trasteo del extremeño con la misma naturalidad que Talavante se plantó como los hombres para sacar al de Xalpa sus mejores virtudes, que se aglutinaron en un buen pitón izquierdo que exigió al torero exponer y llevar muy sometida la embestida, rematando sus naturales por debajo de la pala.

Con el corte de este apéndice comenzó la tarde, y la esperanza de que la labor del maestro español rayara a gran altura en el cuarto, lo que ya no pasó porque el toro se acabó rápido y resultó soso.
Sergio Flores se sobrepuso con mucha entereza a una voltereta de órdago, la que le dio el toro de pelo barroso que se jugó en tercer lugar. Parecía que estaba calado, pero afortunadamente se levantó sin mirarse la ropa da dar la pelea a sus compañeros de cartel, que le habían dejado el listón demasiado alto.

Lástima que el toro no tuvo más pujanza y transmisión, pero sí una extrema docilidad. A pesar de ello, el tlaxcalteca lo toreó con una gran pulcritud; vamos, lo acarició en muletazos de extraordinaria factura porque toreó para él, centrado y sincero, hasta que el público acabó sintiendo que aquella pasmosa suavidad de toques era una auténtica lección de pulso y suavidad. Las series tuvieron un magnífico acabado, y si aquello no levantó mucho entusiasmo, se debió a la falta de chispa del toro.

El sexto fue el único que manseó en varas y volvió la cara al caballo, pero se vino arriba en la muleta y, aunque embestía cómodamente por fuera, rebozándose mucho, Sergio disfrutó el toreo en otra faena de un gran relieve estético.

Los redondos y los naturales, la justeza en los pases de pecho y otros adornos, fueron un bálsamo agradable y la mejor muestra de que con el toro anda sobrado y, además, tiene una grata proyección. La gente se entregó a Sergio, que sonrió ampliamente en el instante en que llegó a sus manos una valiosa oreja; una oreja, pues, de Guadalajara. No hay que perderlo de vista.

Ficha
Guadalajara, Jal.- Plaza "Nuevo Progreso". Quinta corrida de la temporada. Un tercio de entrada en tarde espléndida. Toros de Santa María de Xalpa, de encaste Domecq, con poca romana, pero armoniosos y serios, que fueron manejables en su conjunto, de los que destacaron 1o., 2o. y 5o. Pesos: 500, 470, 470, 465, 490 y 480 kilos. Alejandro Talavante (grana y oro): Oreja y ovación. Arturo Saldívar (turquesa y oro): Oreja y oreja con división. Sergio Flores (espuma de mar y oro): Ovación y oreja. Incidencias: El 5o. provocó un aparatoso tumbo a Juan Pablo Gónzalez, y posteriormente hirió al caballo en el cuello. Destacó en varas David Vázquez, que picó con precisión al 6o. Y en la brega, Valentín Luján, de la cuadrilla de Talavante. El ganadero Benigno Pérez Lizaur dio una vuelta al ruedo con Saldívar al finalizar la lidia del 5o.

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