La novillada de Salento necesitaba de un torero como Sergio Flores para trascender. Gracias al mexicano la noche que inauguró la feria de Cali tuvo todos los motivos para superar el recuerdo.
Porque un bravo novillo, de nombre "Pascual" tuvo la fortuna de encontrarse con una muleta tan dispuesta y cuajada como la de Flores. Era el único torero de la terna que tenía las condiciones para subrayar las cualidades de los novillos. Y por fortuna, para ambos, y para el público, el buen novillo de Salento y el mexicano se tropezaron en el camino.
Fue el cuarto de la noche. "Pascual", un serio novillo con apariencia de toro adulto, supo que en la sólida muleta del torero mexicano estaba el camino para salvar su vida.
Flores se fue a los medios para iniciar con un cambiado por la espalda. Parecía imposible porque el toro se fue caminando y midiendo, dudando de la invitación, pero a la vez acortanda distancia con el cuerpo del tlaxcalteca. Pero el torero, impávido y seguro, no dudo y persistió. Y en una distancia corta en inverosímil apostó por esa suerte pese a que el sentido común dictaba otra fórmula.
Pero la apuesta tuvo rápidos resultados, porque el puso se puso en pie y desde ahí vivió la faena con auténtica pasión.
Lo que siguió después fue un recital de buen toreo, que transmitió con mucha fuerza. Por la diestra las series fueron imponentes, mientras que las dos con la mano izquierda no sólo tuvieron impecable trazo sino gran fuerza por la manera como el torero alargaba el trazo de los naturales, a la vez que se entregaba, metiendo riñones y ligando hasta cinco antes de rematar con los de pecho, que en el mexicano tienen dimensión de suerte fundamental.
El público quiso que el premio fuera compartido y por eso aclamó por el indulto, una petición a la que el palco presidencial no podía resistirse.
Era el premio no sólo para el torero que está por encima del nivel, sino para el encierro que ya había tenido un par de ejemplares notables. Estos no tuvieron la suerte de "Pascual", pues encontraron muletas con muchísimo menor bagaje.
Fueron segundo y tercero. El segundo tuvo fijeza y mucho nervio. Su recorrido era largo y emotivo. Pero no tuvo en la muleta del colombiano Andrés Valencia la suficiente capacidad para trascender.
Algo similar le sucedió al magnífico tercero, cuyo pitón izquierdo era un auténtico manjar. Randy Rojas lo comprobó, pero también careció de la aptitud para descifrarlo. El caleño no sólo vio como ese bravo novillo regresaba vivo a los corrales, tras sonar los tres avisos, sino que también fue impotente para resolver las complejas embestidas del sexto, en el que también escuchó los tres recados presidenciales.