Dicen que “febrero loco, y marzo otro poco”; y como los refranes populares suelen ser una atinada reflexión de algo conocido, la suma del viento, que molestó durante todo el festejo, y la falta de casta del encierro, provocaron una desilusión colectiva y dieron al traste con las buenas intenciones de los toreros y agotaron la paciencia del público.
Y aunque es innegable que el cartel no revestía demasiado interés, prueba de ello la floja entrada que registró el coso, había algunos aspectos que motivaban al triunfo. Cuando el clima incide de manera negativa en el desarrollo de una corrida, la adversidad a la que están expuestos los toreros aumenta, y las cosas se complican. Así fue la tarde, cuesta arriba en varios sentidos.
Una vez más se equivocó el juez de plaza al que tocó presidir el festejo. En este caso, Eduardo Delgado. ¿Por qué accedió a entorilar un ejemplar de Puerta Grande sin remate, del que a la hora de sortear no se dijo siquiera el peso que tenía? Tal vez negociando con la empresa la posible devolución del toro si surgían las protestas del público. Y, miren por dónde, que así sucedió, pues desde hace unos cuatro años, a esta noble afición ya no le dan coba y se erige en autoridad cuando percibe que le están dando “gato por liebre”. Al fin y al cabo, “el que paga manda”. Aquí y en china.
Por otra parte, ¿cómo acepta la administración de Gastón Santos un toro que tenía más de cinco meses en los corrales, precisamente como sobrero de la corrida que el potosino lidió en la inauguración de la temporada el pasado 5 de octubre? Ahora se entiende porque, de forma por demás sorpresiva, y sin previo anuncio en los carteles, la empresa le haya dicho en el sorteo: “Venga, te vamos a echar un sobrero de Montecristo y así matas dos toros”.
Y al final sólo mató éste, el de Germán Mercado, al correrse el turno, puesto que, lo más probable es que no haya habido ningún sobrero de rejones con sus astas debidamente arregladas para que hubiese sustituido al torete de Puerta Grande que fue devuelto por su carencia de trapío.
Dejando de lado el intríngulis de la mañana, que siempre tiene su miga, cabe destacar la actuación, de menos a más, que tuvo Gastón Santos por la tarde. Por momentos dio la impresión de que algunos de sus caballos le protestaban, pero él tuvo los arrestos de obligarlos a ir al toro, que no era fácil, porque embestía distraídamente y por oleadas, y clavar con verdad, dando el pecho de las jacas.
Así consiguió momentos de brillantez que calentaron a la gente, sobre todo montando a “Rayito”, caballo con el que colocó una banderilla por dentro con mucha exposición, o la última fase de la faena montando a “Urbano”, al clavar banderillas cortas en lo alto.
Cuando colocó el rejón de muerte parecía que el toro iba a rodar como una pelota. Mas no fue así, y hubo necesidad de que el caballista potosino echara pie a tierra para dar muerte al toro mediante un golpe de descabello en dos tiempos, si se me permite la frase.
Fue una pena que el público le protestara la oreja concedida, de manera similar a lo que ocurrió la tarde mencionada, cuando “Ovidio” resultó herido y la gente sintió que Gastón no merecía aquel trofeo que había ganado a pulso con la misma actitud de entrega.
Del resto de la corrida no se puede contar demasiado, sino enfatizar la buena voluntad y los detalles de Humberto Flores, José Mauricio y Pepe López, así como su afán de solventar la difícil papeleta que supuso el viento, y la falta de raza de la mayoría de los toros de Los Ébanos, por cierto bautizados de forma inusual –y hasta grosera– en la que se aludía a varios personajes del medio taurino con los que la empresa del coso de Insurgentes mantiene encono. “Cada quien su rollo”, como suelen pregonar los chavos.
Ficha Vigesimoprimera corrida de la Temporada Grande. Menos de un cuarto de entrada (unas 7 mil personas) en tarde soleada y continuas ráfagas de viento. 1 toro de Puerta Grande para rejones, chico, devuelto al ser protestado. 1 de Montecristo, bien presentado pero distraído. 6 Toros de Los Ébanos, disparejos en presentación y juego, descastados en su conjunto. Pesos: 484, 476, 458, 481, 498, 497 y 465 kilos. Gastón Santos: Oreja con algunas protestas. Humberto Flores (negro y oro): Ovación y palmas. José Mauricio (grana y oro): Palmas tras aviso y palmas. Pepe López (palo de rosa y oro): Silencio tras aviso y división tras aviso. Al finalizar la lidia del 6º, se despidió de la actividad profesional el picador Delfino Campos. En banderillas saludaron Raúl Bacélis y Christian Sánchez.