La despedida de Antonio Barrera en Guadalajara tenía un significado especial, pues fue en esta ciudad –y en esta plaza– donde se refugió hace más de una década, cuando llegó de España repleto de ilusiones pero carente de contratos.
Y desde este "cuartel general" proyectó su carrera, a fuerza de regar su sangre, dejarse la piel en los cosos de México y curtirse ante la dureza de esta lejos de su tierra.
En este marco sentimental, Antonio afrontó la tarde de hoy con su habitual honradez, sin trucos ni cartón, procurando estar a la altura de las circunstancias y delante de un primer toro, hondo y serio, con el que mostró su consabido oficio.
El destino quiso que este toro, el único potable del complicado encierro de Xajay, le permitiera gustarse en distintos pasajes de una faena bien estructurada y solvente, en la que el sevillano pisó el redondel con aire de dueño.
La gente, que en principio estaba un tanto fría, fue entrando en el trasteo y se notó que Barrera estaba disfrutando cada uno de los momentos, quizá porque en su recuerdo se agolpaban muchos sentimientos, y más aún ahora, volcado ya en una oportunidad de oro para comenzar a labrarse un camino como apoderado.
Así que con este aplomo toreó en redondo, en muletazos largos y sentidos, a un toro que acudía con nobleza a su muleta y sin humillar del todo, pero dejando a Barrera firmar detalles de templanza, esa que ha prodigado a lo largo de su esforzada carrera.
A la hora de matar se tiró con mucha fe y colocó una estocada arriba, de efectos rápidos, lo que propició que el público terminara de entregársele para ser premiados con dos orejas, quizá un premio un poquito excesivo en una plaza como ésta, pero que viene a reflejar el triunfo y remate a una lucha decidida. Hasta el final.
El cuarto fue un toro bajo y más agradable, pero que no dio buen juego y desarrolló genio desde las primeras de cambio, motivo por el que Antonio decidió abreviar, macheteando al de Xajay por la cara antes de recetarle un espadazo similar al anterior con la diferencia en que el toro tardó en doblar.
De cualquier manera, la gente lo llamó a dar una aclamada vuelta al ruedo, aunque él sentía que no se la había ganado a pulso, con esa actitud tan honesta que siempre lo ha caracterizado. Pero la insistencia creció, ya cuando los nostálgicos acordes de "Las Golondrinas" caían desde lo más alto del coso tapatío, esos que acompañaron una vuelta al ruedo muy emotiva, la última del sevillano en ésta, su patria adoptiva.
Arturo Macías y El Payo brindaron sus respectivos segundos toros a Barrera, en un gesto de compañerismo y amistad, y a los dos le tocó sacar la casta por México y dar la pelea –férrea y decidida– que no tuvo premio porque no estuvieron finos con la espada. Cabe mencionar que ambos hubieran cortado orejas de peso (El Payo al tercero y Macías al quinto), de tal forma que la corrida sólo tuvo un triunfador.
Matizando la actuación de Macías es de alabanza decir que el hidrocálido se sobrepuso a un primer toro deslucido con el que había estado un tanto apático, algo que todavía no le habíamos visto nunca.
Por eso tuvo más valor le hecho de haberse entregado a rabiar en el quinto, al que hizo un quitazo por "saltilleras", con este estilo tan temperamental y recio que ha sido el sello de su carrera.
Y así, de rodillas, y en los medios, le plantó cara a este ejemplar, un toro bien hecho, fuerte y serio, al que toreó con mucha verdad en una faena tremendista, de las suyas, en la que puso todo su empeño en un arrimón de mucho respeto.
Cuando ya le tenía cortada la oreja al toro, su mal manejo de la espada se lo impidió, y fue una tarde aciaga de Arturo con el acero, pues parece que está utilizando un tranquillo distinto que lo obliga a colocar estocadas demasiado tendidas y con una clara tendencia hacia el costillar contrario. Y así pues, simplemente, no se mueren los toros.
El Payo atraviesa un excelente momento, y desde el patio de cuadrillas estaba mentalizado a demostrarlo en una plaza donde ya conoce el triunfo, así que su primera faena fue de una absoluta entrega, en la que la emoción fue de menos a más hasta que el público comprendió que el queretano iba en serio.
A pesar de que el toro se paró, Octavio no dudó ni un instante en sacarle provecho, y a base de quedarse muy quieto consiguió robarle muletazos de mucha valía en una distancia muy corta, en los que entusiasmó mucho al público con su aguante.
El sexto llegó con poder al tercio de banderillas, buscando impetuosamente a los banderilleros, que saltaron precipitadamente las tablas buscando alivio, pues el toro apretaba hacia los adentros.
El Payo volvió a ponerse en el sitio, sin ninguna concesión, pero a estas alturas de la corrida el algarabía se había esfumado y lo cierto es que no tenía mucho sentido exponer como tanto como lo había hecho en el toro anterior.
Al final del festejo Antonio Barrera salió a hombros del matador Alfredo Ríos "El Conde", el primer amigo de los que tuvo por estos pagos cuando llegó a México, con una amplia sonrisa en el rosto y la satisfacción del deber cumplido.
Ahora ya sólo le queda por torear la fecha del 12 de diciembre en la plaza "La Luz", de León, en un cartel de postín, al lado de Zotoluco, Morante y Juan Pablo Sánchez, con toros de Begoña. La mesa está puesta para que ese día cuelgue el vestido de torear y se dedique, en cuerpo y alma, a su nueva faceta de apoderado, siguiendo así la estela de ética profesional que ha marcado su paso por los ruedos del planeta de los toros.
Guadalajara, Jal.- Plaza “Nuevo Progreso”. Sexta y última corrida de la primera fase de la temporada. Un tercio de entrada en tarde espléndida. Toros de Xajay (el 3o. como sobrero sutituto de uno que se partió un pitón) bien presentados, complicados en general, de los que solamente destacó el 1o. por su nobleza. Pesos: 540, 510, 480, 465, 520 y 530 kilos. Antonio Barrera (turquesa y oro con cabos negros): Dos orejas y vuelta. Arturo Macías (añil y oro): Silencio tras dos avisos y palmas tras dos avisos. Octavio García "El Payo" (grana y oro): Ovación y palmas. Destacó en varas Javier Prado, que picó muy bien al 2o. Al finalizar el paseíllo los miembros de la Peña Taurina Guadalajara, encabezados por Felipe Álvarez, entregaron un reconocimiento a Antonio Barrera por su trayectoria.