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A pesar de todo... el toreo brotó en Pachuca

Domingo, 26 Oct 2008    Pachuca, Hidalgo    Juan Antonio de Labra         
Hubo toreros...
El intríngulis de esta corrida se vivió de manera intensa desde la hora del sorteo. No sólo se trataba de la alternativa de un novillero muy importante, como de hecho lo es Octavio García “El Payo”, sino de un sinnúmero de connotaciones de índole organizativa que se fueron dando desde los días previos al festejo. A pesar de todo… el toreó brotó en Pachuca.

Y en esta vorágine de intereses, Ignacio Garibay se alzó como el solitario triunfador de un festejo maratónico que duró 3:45 minutos. Aunque la primera noticia desagradable fue la mala entrada que registró la “Vicente Segura”, que apenas vio cubierto un tercio de su aforo, que puede albergar alrededor de nueve mil espectadores.

Así que para empezar: ruina. Y ante la falta de seriedad de la empresa, a la que Morante exigía sus honorarios antes del sorteo, obligó a que éste se celebrara dos horas y media más tarde de la hora acostumbrada. A las 2:40 p.m., primera prueba superada: le completaron el sueldo al de la Puebla del Río, y nos fuimos a comer sabiendo que sí habría toros. Bueno, lo que se dice "toros" queda en entredicho, pues más bien fue una novillada gordita la que apareció  por toriles. Y las protestas del público no se hicieron esperar. Qué triste que el propio público, de unos años a la fecha, se haya erigido en el juez que aprueba o rechaza un toro en el ruedo. Y es una verdadera pena, pues de por sí el espectáculo carece de credibilidad como para que, encima de todo, pasen estas cosas en corridas donde una barrera de primera fila de sombra costaba mil 500 pesos (unos 90 euros). No se vale.

Si a ello sumamos el hecho de que se haya ido la luz durante un par de toros, posiblemente para que el público no viera bien lo que ocurría sobre la arena, o para ahorrar dinero, si es que alguien hizo esto de manera deliberada, se trata de la picaresca más burda del mundo.

Y para colmo, dicen que en el séptimo sólo salió un caballo a picar porque no le habían pagado al dueño de la cuadra. Es decir, huelga equina de último minuto que se resolvió en el octavo, cuando ya aparecieron los dos picadores de El Payo a escena.

Dejemos pues el asunto adyacente y vayamos al grano: Garibay ofreció dos facetas de su tauromaquia; Morante deleitó en el quinto con su esencia; Castella jugó al toro en el cuarto, e hizo una faena fantástica, y El Payo dejó claro que estaba listo para dar el paso al escalafón mayor. Lástima que haya sido de esta manera, con dos ejemplares carentes de edad y trapío.

La cara más atractiva de Garibay la ofreció en el tercero, un berrendo mansurrón al que entendió muy bien de principio a fin. La suavidad de sus lances fue pasmosa, y también los recursos empleados para meter en vereda al toro. En cambio, en el sexto se revolucionó demasiado en aras de asegurar la puerta grande, y ya no fue el mismo torero. La cadencia se convirtió en violencia y arrebato que entusiasmó mucho a la gente.

Morante apenas pudo bosquejar una faena atractiva al segundo, pues las protestas del público iban en aumento. Espoleado en su amor propio, el sevillano se esforzó delante del quinto, al que hizo una faena con detalles de torero caro. Breve y bueno. Como debe ser el toreo: capacidad de dejar huella con lo sustancial, dejando lo accesorio de lado.

Castella sorteó un “morito” de ensueño, el cuarto, que fue bravo y tuvo clase. Y se sublimó en una lidia torerísima en la que improvisó todo el tiempo, tanto con el capote como con la muleta. Sus lances a la verónica y sus naturales, tuvieron el donaire del sitio recuperado, e hizo magia al torear en redondo y pasarse al ejemplar de Fernando de la Mora una y otra vez, por aquí y por allá, a su antojo. Sus fallos con la espada le privaron de cosechar trofeos. Y quizá lo más interesante de este trasteo fue ver al torero francés a tope, motivado y con las ilusiones renovadas.

El séptimo embestía punteando con violencia y Sebastián porfió como loco hasta construir una faena tan meritoria como machacona que gustó a la gente, pero malograda, de nuevo, con los aceros.

El Payo estuvo más que digno. Al toro de la alternativa, de nombre “Tauromágico”, número 36, con 470 kilos, le estructuró una faena maciza. No era fácil hacerle las cosas bien a este ejemplar Sin embargo, le llevó cosido a la muleta en redondos sobrios y de gran temple.

Al que cerró el festejo le dio las tablas para aprovecharle la querencia natural, y fue así como le robó pases enjundiosos. Bien pudo haber cortado una oreja en cada toro, pero no estuvo fino con la espada y se quedó con las ganas de acompañar a Ignacio Garibay en la salida a hombros.

Un sentimiento de hastío revoloteaba a la salida del coso. Y es que en este tipo de corridas, a las que se supone vendrá el público de distintos puntos del país, como de hecho ocurrió aunque no en gran número, la empresa debe esmerarse en la organización y no dejar simplemente las cosas sin amarrar, especulando a ver qué pasa. Eso no es ético.

Ficha
Un tercio de entrada en tarde soleada y fría. 9 toros de Fernando de la Mora, el 7º como sobrero, anovillados y descastados en su conjunto, salvo el 4º que destacó por su calidad. Al 6º le dieron un inmerecido arrastre lento. 2º y 4º fueron protestados por chicos. Pesos: 470, 460, 475, 455, 495, 475, 470 y 475 kilos. Morante de la Puebla (azul rey y oro): Pitos y ovación tras aviso. Ignacio Garibay (lila y plata): Oreja y dos orejas. Sebastián Castella (azul marino y oro): Ovación y ovación tras dos avisos. Octavio García “El Payo” (palo de rosa y plata): Ovación en ambos. Sobresalieron en banderillas Diego Martínez y Christian Sánchez, que saludaron. Al finalizar el paseíllo se tributó un reconocimiento a Jorge Gutiérrez.


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