La tarde se antojaba muy interesante, con la presencia en el cartel de tres figuras de distintas épocas y estilos, así que la plaza de Valencia registró un lleno para ver sobre la arena a Enrique Ponce, Julián López "El Juli" y José Mari Manzanares. Y sobre todo en esta fecha, la víspera de la reaparición de José Tomás.
En este sentido, la corrida tenía una miga especial, pues era una forma de rivalizar con el de Galapagar aunque no en el mismo día. Se notó de sobra que los tres espadas querían salir a hombros y cautivar al público, algo que no fue fácil debido al desigual juego de los toros de Garcigrande, de los que únicamente uno embistió por derecho, el cuarto.
Y Ponce hizo una faena de las suyas, repleta de coreografía y estética, que el público disfrutó. No en vano es la figura de casa; el que lleva más de veinte años en esto, y con un sitio de privilegio, ganado a pulso.
Pero la espada le jugó una mala pasada y no pudo concretar su obra con este toro de tan bonitas hechuras, que no mintieron a la hora de acudir a la muleta. La gente lo llamó a saludar con entusiasmo y le tributaron una ovación de gala.
A diferencia de este buen toro, el que abrió plaza era un inválido que debió ser devuelto, y su falta de fuerza y bravura redundó en una faena tan aseada como breve, que no interesó gran cosa.
El Juli salió como perro de presa a marcar jerarquías. Sin embargo, sorteó un lote que no ayudó mucho a su propósito. Y si bien es cierto que al segundo toro de la corrida le hizo una faena entonada y de buen acabado, mientras el de Garcigrande quería rajarse, delante del quinto se jugó la voltereta en más de una ocasión, demostrando su sitio de figura.
La gente mascaba la voltereta en cualquier momento cuando el madrileño se arrimaba para sacerle provecho a un ejemplar muy complicado que desarrolló peligro. En ambos casos, Julián no estuvo fino con la espada y dejó escapar el triunfo.
José Mari Manzanares ejecutó dos faena con detalles muy toreros, y si al noble tercero, protestado por su falta de remate, le dio pases con su habitual empaque, al sexto se lo pasó por la faja con temple pero no pudo redondear.
A los dos toros de su lote los mató recibiendo, con más volundad que acierto. Y aunque estuvo eficaz con la espadas, en los dos casos sus estocadas fueron bajas, lo que bien pudo haber impedido la concesión de trofeos. Pero la gente paga; y dicen que "el que paga, manda", así que el alicantino salió de la plaza a hombros después de cortar sendas orejas.