Desbordante y antológica pueden ser dos de los adjetivos que califiquen la tarde de Arturo Saldívar este día en Texcoco y, más allá de las cuatro orejas y un rabo que cosechó con toda justicia, tuvo una actuación de sobra convincente y que muestra que este torero se está convirtiendo en una firme realidad.

La faena del rabo fue la que le cuajó al sexto de la corrida, un precioso castaño que terminó embistiendo como bendito a la muleta del nacido en Teocaltiche, que en el capote quizá no lo veía tan claro pues el ejemplar salió un tanto incierto de la puerta de toriles.

De rodillas inició su faena en el centro del redondel, logrando muy buenos derechazos y con el acentó que toroga la emoción. Luego, y bajo los acordes de "Pelea de Gallos", se dio a torear largo y templado por el pitón derecho, en instantes que parecían interminables, muletazos con hondura y un acento muy particular.

Los trazos al natural tuvieron la misma perfección y el castaño metía muy bien la cabeza también por este lado. Intercalando tandas por ambos lados, vinieron los adornos finales y la dosantina, para terminar toreando por alto y rematar cin un precioso muletazo del desdén, mientras crecía la petición de indulto.

Entregado se volvó sobre el morillo para conseguir un estoconazo hasta las cintas y en gran colocación. El ejemplar fue premiado con la vuelta al ruedo, mientras las orejas y el rabo fueron paseadas por Saldívar en son de triunfo grande y compartiendo la salida a hombros con el ganadero Julián Hamdan.

Con aseadas y tersas verónicas recibió al primero de su lote, con el que inició la faena pegando un arriesgado péndulo en los medios. Pronto le tomó la distancia al astado y le estructuró un trasteo fenomenal, en el que brilló el toreo profundo y templado por ambos pitones, pero destacando una serie de naturales que resultaron de pintura.

En medio de la inspiración, Arturo pegó una dosantina con la mano izquierda, con lo que el tendido terminó de explotar a su favor. Ajustadas bernardinas pusieron el punto final a esta estupenda obra de arte, rematada de estocada casi entera para tumbarle las dos orejas a su enemigo, que recibió el premio del arrastre lento.

La espada le jugó una mala pasada a Miguel Ángel Perera, pues le hizo perder un triunfo de tres orejas. Su toreo de capote brilló ante segundo de la tarde, un toro con mucha nobleza y clase en las embestidas, pero al que tuvo que tratar con mimo debido su poca fuerza.

Sensacional fue su faena de muleta, que tuvo una suavidad impresionante. relajado y pensando siempre delante de la cara del toro, Perera pegó muletazos tan largos como lentos, templando perfectamente las embestidas del toro. El toreo en redondo gustó al tendido, como cuando cuajó la ranchera, dosantina seguida de un cambio de mano por delante, aunque esta labor no redituó en orejas dado que falló con la espada.

Su segundo tenía menos clase, pero mayor movilidad, así que Miguel Ángel aprovechó esta situación para volver a endilgar bellisimos trazos por los dos pitones, fundamentalmente por del derecho. De nuevo toreo en redondo aunque el ejemplar ya no tragó del todo, por lo que tuvo mérito. Cuando tenía ganada la oreja, mató de media estocada en no muy buena colocación, de tal forma que la ligera petición se diluyó.

Uriel Moreno "El Zapata" ejecutó el par de su creación ante el primero de su lote, con el que no logró acomodarse del toro con la muleta. Aún así, dejó naturales de bella factura y un par de dosantinas lo que, aunado a la gran estocada que logró, le valió cortar un apéndice.

Con varias largas cambiadas de rodillas recibió a su segundo, al que también le colocó banderillas, aunque con menos lucimiento. Su faena fue un tanto intermitente y animó al público toreando de rodillas y con un par de naturales bien logrados, aunque el trasteo ya no tomó el vuelo esperado.