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Inspiradísima faena de Víctor Puerto (fotos)

Lunes, 06 Dic 2010    Quito, Ecuador    Juan Antonio de Labra | Enviado          
El manchego cuajó al cuarto desde que se abrió de capote

Una tarde brillante, no sólo por el intenso sol del principio del festejo, sino por su desarrollo, fue la que se vivió en el cierre de la Feria del Jesús del Gran Poder de Quito, que tuvo como protagonistas a Víctor Puerto y Guillermo Albán; el primero, fue el triunfador numérico; el segundo, el triunfador artístico.

Y una vez más, como suele ser en esta feria, la gente vibró a la par de las actuaciones de ambos espadas, alentándolos y siguiendo con verdadero interés cada una de sus intervenciones.

En este sentido, el trasteo que logró Víctor Puerto delante del cuarto, un toro hondo y serio, con un espectacular trapío, fue uno de los momentos más significativos de la tarde, pues el manchego deletreó el toreo de una forma magistral. Este fue un toque de atención para que vuelva el año que entra, y no tengan que pasar otros largos cuatro años para verlo de nuevo en este escenario, pues quedó de manifiesto que es un artista para el gusto de este público.

Si la faena a su primer toro fue de absoluta entrega, ante un toro fuerte y con unas ideas nada gratas, al otro, el cuarto, le bordó el toreo prácticamente desde que se abrió de capote. La cadenciosa languidez de sus verónicas mantuvo el mismo ritmo en el quite –también por verónicas–, y Víctor ya no se apartó de aquella misma suavidad en una faena de muleta de una solera impresionante.

Los redondos, los circurrets, las trincherillas, y todo cuanto hizo, tuvieron esa profundidad de la madurez, aderezado con un sentimiento muy torero que tocó las fibras más sensibles de la afición quiteña. Una estocada sin la rotundidad suficiente le impidió cortar la segunda oreja que pedía la gente, cuando el aroma de su toreo se había convertido en una cálida estela de torería.

Y por si fuera poco, dejó para el recuerdo un par de medias verónicas de corte belmontino, y una larga de una magnífica armonía estética. Así que esta forma de torear tan sentida, con un toro hecho y derecho al que faltó humillar y transmitir un poco más, fue una lección de despaciosidad y naturalidad, acaso dos de las cosas más difíciles de hacer en el toreo. Lo más significativo de todo esto es que el manchego dejó huella, y que el público quiteño aquilató su obra de arte.

A diferencia de este toreo para paladares finos, Guillermo Albán sacó la casta por Ecuador y demostró su férrea determinación en los dos toros de su lote. Las faenas fueron similares en estructura y variedad, la diferencia fue que al quinto lo despenó de una soberbia estocada, una de las mejores de la feria, y aunque el trasteo había tenido intermitencia, el público se volcó con el guayaquileño porque mató de una soberbia estocada en la que ejecutó la suerte dando el pecho y pasándose con gran limpieza por el costillar del toro.

Ante la negativa del presidente de plaza de concederle una segunda oreja que era discutible, su público lo premió con algo que está más allá de la estadística: la entrega absoluta, y el respaldo a la primera figura taurina de este país.

Ni el espontáneo ese que se tiró en el último toro, un ejemplar de infrecuente pelo barroso, que tenía un par de pitacos, ni la actuación de Julio Benítez, se parecieron en nada a aquel arrojo que su mismo padre, el mítico Mechudo de Palma del Río, prodigaba tirándose a la arena de espontáneo en busca de la gloria. Simplemente porque son otros tiempos, y otras gentes. Y tanto el gesto ese chusco del hombre mayor que se tiró esta tarde fingiendo que iba a darle muletazos al sexto toro, como la displicente actitud del vástago de Benítez, fueron espejismos taurinos en medio del desierto.

La imagen triunfal de la salida a hombros de Guillermo Albán fue el mejor colofón a una feria colorida y vibrante que cogió vuelo a mediados de la semana pasada y ya no se bajó de este carro de intensidad que caracteriza a uno de los ciclos más entrañables del planeta de los toros.

Ficha

Quito, Ecuador.- Novena y última de feria. Lleno en tarde de clima cambiante e intermitentes ráfagas de viento. 6 toros de Trinidad (el 3o. como sobrero), bien presentados y de juego desigual, de los que destacó el 4o. por su nobleza. Pesos: 470, 521, 463, 493, 480 y 495. Víctor Puerto (carmesí y azabache): Ovación y oreja con petición tras aviso. Guillermo Albán (azul noche y oro): Oreja y oreja con fuerte petición y dio dos vueltas al ruedo. Julio Benítez \"El Cordobés\" (verde botella y oro): Ovación y pitos. El Cordobés confirmó la alternativa con el toro \"Torilero\", número 269, negro. El picador Braulio Almeida celebró 25 años como profesional y se le entregó un placa conmemorativa.


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