Castella da un paso al frente en La México (video)
Domingo, 21 Nov 2010
México, D.F.
Juan Antonio de Labra | Foto: Nacif
Y obtiene una puerta grande en su reaparición
La relación afectiva entre Sebastián Castella y la Plaza México avanzó un paso al frente, y aunque el corte de orejas no convenció a todo mundo, pues hubo protestas cuando le entregaron sendos apéndices, lo cierto es que la gente quedó satisfecha con la nueva demostración de pundonor del torero galo.
La corrida tuvo dos partes bien diferenciadas, en las que el punto de inflexión lo puso Castella con faenas de corte distinto, pero basadas en una entrega sin límite, sobre todo delante del complicado quinto, que estuvo a punto de echárselo a los lomos.
En medio de las dos actuaciones del francés, brilló un toreo asentado y terso de Fernando Ochoa al primero, y Arturo Macías se sacó de la manga otro trasteo emocionante, con un final de película. Sin embargo, los fallos a espadas de los dos toreros mexicanos del cartel, impidió mayor redondez a la tarde, pues ambos pudieron haber cortado una oreja a los primeros toros de sus respectivos lotes.
Y si los vaivenes de la corrida se entremezclaron con el ánimo cambiante del público, cabe destacar que la exigencia para Ochoa y Macías rayó niveles que tocaron la injusticia.
Volviendo a Castella, es preciso mencionar que se plantó con mucha firmeza ante la buena clase del segundo, un toro bien hecho y bonito que acudió una y otra vez a la templada muleta de Sebastián, que supo conducir aquella aterciopelada embestida con mucho tino.
Fundamentó su obra en la quietud y el ritmo, además de un sitio envidiable, pues de inmediato le cogió la distancia al de Xajay, el mejor toro de un encierro manejable en términos generales, del que varios ejemplares fueron aplaudidos en el arrastre.
Las airosas chicuelinas del quite de Castella; los redondos; sus martinetes, y los desdenes, cautivaron a la gente de principio a fin. Y cuando parecía que el trasteo se venía un poco a menos en el momento de torear con la zurda, pitón por donde el toro acudía sin ritmo y un tanto rebrincado, Sebastián supo retomar el hilo conductor de la emoción.
Un pinchazo de ley que precedió a una estocada –desprendida en colocación, pero ejecutada con el alma– le valió el corte de la primera oreja. Ahí llegaron, de forma un tanto inexplicable, las primeras protestas de un público contradictorio, dotado de una sensibilidad especial para aquilatar lo bueno, pero también de una extraña forma de proceder, que a veces resulta incomprensible.
La faena al quinto fue intermitente, pues la falta de codicia del toro impedía la ligazón. Castella porfió como perro de presa y hasta un par de achuchones sufrió antes de robarle, literalmente, cada uno de los pases al toro a lo largo de una faena meritoria que el público vivió con interés.
A la hora de matar colocó media estocada, y entonces salieron los pañuelos a relucir para solicitar la oreja. Cuando el alguacilillo se acercó tímidamente a entregarla, cayeron las protestas. Sebastián se fue hacia la boca de riego y desde ahí la mostró; mandó llamar a uno de sus banderilleros para entregársela y, acto seguido, decidió guardársela en el chaleco como diciendo “"ni pa' éste ni pá ustedes; esta oreja es pa' mí".
Decía el inolvidable Manolo Martínez que las orejas eran "retazosss de toro", así, arrastando la última "s", con su peculiar acento regio; y tenía razón. Hace muchos años, la oreja servía de contraseña al torero para llegar al destazadero a solicitar la carne del toro, y poder cobrar así, en especie, sus honorarios por torear. Hoy, son premios de distinto peso y valor, aunque en un caso como éste y sin haber convencido a todos, Sebastián Castella salió de la plaza con más cartel.
Y buena prueba de ello es la entrada que se suscito (unas 24 mil personas) al calor de su nombre, y desde luego de Arturo Macías en su reaparición tras la temporada europea, y también de Fernando Ochoa, un cartel muy bien balanceado.
Hablando de Macías debo decir que, fiel a su costumbre, trató de encontrar el triunfo a costa de lo que fuera. Y la faena a su primer toro, un colorado que tenía buen fondo de bravura, pero que era preciso desentrañar, lo fue entendiendo poco a poco en una faena de menos a más que terminó mediante unas escalofriantes bernadinas alternadas (¿así se llaman José Luis Ramón?), en las que ni el mismo toro supo por donde iba al vaina, y en una de ellas se desconcertó tanto y pasó tan cerca del torero que hasta reparó.
Lo malo vino con la espada, porque se fue como rayo y lo atravesó, perdiendo así la oreja que ya tenía en las manos. También al sexto lo pinchó en repetidas ocasiones y la gente le cayó encima sin miramientos, acaso exigiéndola ya como la figura joven de México que es.
Fernando Ochoa deleitó con un primer trasteo bien estructurado que tuvo pasajes de excelente toreo ante un toro que se movió con voluntad y transmisión. El michoacano se mostró más maduro y sereno, y en distintas fases del trasteo se gustó mucho, lo que tuvo calado en el tendido. Ya le tenía cortada la oreja y echó todo por tierra con el acero.
La faena al cuarto, un toro deslucido, no la tragó la gente por más que Ochoa trató de estar centrado y torero. Y alargarla resultó contraproducente, pues en cuanto se dio a pinchar le chillaron, y con más argumento cuando se escuchó el segundo aviso.
La gente salió un tanto contrariada de la plaza, pero hablando de toros y polemizando acerca de las actuaciones y actitudes de los toreros. Eso es bueno, pues en el ambiente se percibe una favorable vibra de cara a las corridas venideras antes de la Navidad.
Aunque el público le protestó al concesión de ambos trofeos, Sebastián Castella cortó dos orejas esta tarde en la Plaza México, en un festejo donde Fernando Ochoa y Arturo Macías estuvieron erréticos con la espada y se privaron de cosechar un apéndice por coleta en sus respectivos primeros toros.
Ficha México, D.F.- Plaza México. Dos tercios de entrada (unas 25 mil personas) en tarde agradable. Seis toros de
Xajay, disparejos en presentación y hechuras; manejables en su conjunto, salvo el 5o. que fue violento. Destacaron el 2o., por su nobleza y el 1o. por su buen estilo. Pesos: 500, 510, 512, 502, 530 y 515 kilos.
Fernando Ochoa (burdeos y oro): División y pitos tras dos avisos.
Sebastián Castella (azul rey y oro): Oreja con protestas en su lote.
Arturo Macías (palo de rosa y oro): Protestas cuando iba a saludar y pitos tras aviso. Destacó en varas
Ángel Juárez que picó con medida al 2o., y en banderillas salió a saludar Alejandro Prado tras parear al 4o. Tambiénb sobresalió con los palos
José Luis Castañeda. Al finalizar la lidia del 4o.,
Fernando Ochoa ingresó a la enfermería para ser revisado de un fuerte golpe en la mano izquierda.
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