La segunda tarde de la feria de Manizales presentó la novillada en la que se lidiaron los serios novillos de Salento, y alternaban tres jóvenes novilleros colombianos, pero conocidos ya en la plaza de Manizales, pues cada uno de ellos hacía su segunda o tercera aparición ante este público.
Juan Solanilla, el más solvente de los tres, se topó con el mejor lote del encierro. En su primero, un novillo que se empleó bien en el caballo y que recibió dos buenos pares de banderillas de Ricardo Santana, el novillero colombiano no logró acoplarse del todo y estuvo muy irregular con la espada.
Sin embargo, en su segundo ejemplar se superó con decisión y ejecutó lances lucidos y un recorte muy torero para rematar su tercio de capa en los medios. Tras iniciar su faena sentado en el estribo, ligó algunas tandas aceptables de derechazos.
Conectó la voluntad de Solanilla, por la la calidad de sus pases, cuya actuación fue la más entonada de una tarde aburrida. Después de un pinchazo, colocó una estocada completa y ligeramente desprendida que le valió el corté de la única oreja concedida en el festejo.
Jerónimo Delgado estuvo poco voluntarioso a pesar de haber alargado su actuación pasándose de faena en su primero, al que ha pegado pases sin temple y ha planteado una faena sin argumentos. Se mostró frágil con la muleta ante un toro completamente distraído al que había que poderle con más recursos. Para colmo de males, anduvo también sin rumbo con el quinto. Y como no acertó a dar muerte a ninguno de sus dos ejemplares, esuchó un total de seis avisos.
César Manotas, que se ganó este puesto en una novillada de preferia, salió con mucha decisión pero sin la experiencia suficiente para poderle a sus dos novillos. El tercero del festejo, que por momentos embestía con peligro, descubrió la falta de condición del novillero que apenas se abre paso en las plazas de Colombia.
Después de cinco pinchazos y una estocada desprendida, acertó al cuarto intento de descabello, luego de escuchar dos avisos y librarse del tercero apenas por segundos. En su segundo novillo, sexto y último del festejo, la voluntad de nuevo del novillero arrancó algunas ovaciones del público hasta que el toro se paró. Volvió a estar errático con la espada.