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El mano a mano de Garza y El Soldado en Madrid

Lunes, 11 Ago 2025    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | La Jornada de Oriente   
La tarde madrileña vista a través de la crónica de Eduardo Palacio
La efervescencia causada por la doble apoteosis novilleril de la pareja Garza-El Soldado prácticamente obligó a la empresa madrileña (Eduardo Pagés) a programarlos mano a mano. A nadie extrañó que la gente abarrotara las taquillas y la reventa hiciera su agosto, en medio de una temporada enrarecida por la tajante división de los ganaderos en dos grupos antagónicos: la antigua Unión y una Asociación recién estrenada bajo el patrocinio de nadie menos que Juan Belmonte, aliado a su vez de la empresa Pagés.

A mayor abundamiento, acababa de ensombrecer el ambiente la mortal cornada de Ignacio Sánchez Mejías (Manzanares, 11-08-34), que acongojó a España entera. Pero todo eso se olvidó ante la promesa de un duelo entre dos novilleros mexicanos capaz de suscitar pasiones casi olvidadas. La prensa de la época nos ofrece el reflejo palpitante y fidedigno.

Eduardo Palacio (ABC)

"Trece mil espectadores en la plaza y otros tantos millares de personas que se quedaron sin localidades pueden dar idea de la expectación despertada por el mano a mano Garza-El Soldado celebrado ayer para regodeo de la empresa y negocio de la reventa. Hervían los tendidos al hacer el paseo las cuadrillas (…) Tan grande fue la ovación que los diestros se vieron obligados a salir a los medios. Los tendidos y las gradas, en verdadera ebullición, enviaban al ruedo un zumbido especial, cortado de pronto por las discusiones más agrias y encendidas entre los partidarios de uno y otro torero. Muchos años habría que retroceder, lo menos catorce, para comparar el estado de la afición madrileña con estos momentos (…) La afición se hallaba agonizante, como resignada a su triste sino, y con tal huir del empalagoso espectáculo de los ruedos (…) gris, anodino, insípido (…) fue derivando sus adormecidos entusiasmos hacia el futbol, el boxeo, la natación o cualquier otra cosa.

Y de improviso, sin esperarlo nadie, saltan una tarde al ruedo Garza y El Soldado, con un espada nativo, y la pareja de mejicanos forma un lío espantoso y a la fiesta la ponen patas arriba (…) Y a los pocos días repiten la hazaña, se hacen ricos los revendedores y por todas las rendijas penetra la luz (…) Se hace preciso rendirse a la evidencia, ya no puede regatearse el éxito de la pareja mejicana y se espera con ansia el mano a mano, entre comentarios de se da, no se da, no quiere éste, no quiere aquél, piden mucho dinero (hasta que) el domingo pasado, en mitad de la corrida, apareció en la meseta del toril un encerado con esta inscripción: El jueves 23 Lorenzo Garza y El Soldado. Novillos de Coquilla (…) Ni una gacetilla en ningún periódico, ni un reclamo, nada. Sólo los carteles murales anunciando que los despachos se abrirían el miércoles por la mañana (...) La noche del martes, cuando se fijaron, se formaron grandes colas hasta en las agencias de reventa. Y llegó el día de ayer, sintiéndose en la muchedumbre un hervor de entusiasmo cuando el reloj marcaba las cinco (…) En barreras y en las filas del tendido se hallaban todos los toreros que están en Madrid, para presenciar el mano a mano entre dos mejicanos que no sólo han revuelto a la afición sino al arte de torear, sacándola, a fuerza de arte y valor, del marasmo en que yacía (…)

¿Respondió la corrida a la expectación reinante? Sí. En absoluto. Más diré: si la tónica de la primera mitad de la fiesta hubiese continuado toda ella, los espectadores no lo habrían resistido." (ABC, 24 de agosto de 1934)

Reproduje en extenso lo esencial de la entrada de esta crónica de Palacio porque recrea con entera claridad y sin ahorro de detalles el ambiente generado por la dupla mexicana que en aquel lejano agosto sacudió a la capital mundial del toreo. No por nada se encontraban en la plaza "todos los toreros que están en Madrid"; y por audaz que hoy nos parezca, ahí queda el testimonio de los "muchos años que habría que retroceder, lo menos catorce…" para topar con unos grados de pasión taurina similares. Sí, los catorce años que separan 1934 de 1920, cuando se disolvió, con la tragedia de Talavera y por obra de "Bailaor", la histórica pareja Joselito-Belmonte. Ni más ni menos. 

Veamos brevemente qué dio de sí el esperadísimo choque entre esos dos jóvenes ni siquiera hispanos que Madrid supo acoger como suyos con tanta sensibilidad como entusiasmo. Seguimos con Eduardo Palacio y su crónica:

"La novillada fue terciada, bien puesta, y un tanto desigual en bravura (…) Lorenzo Garza veroniqueó al que abrió plaza con sus parones característicos y escalofriantes, que levantaron una ovación clamorosa, repetida en el tercio de quites a los dos espadas. Garza brindó a Domingo Ortega, realizó una faena pletórica de valor, de temple, de suavidad, tirando del toro lentamente, muy lentamente, y pasándoselo por la faja en cada muletazo. Arrancó bien a herir y dejó una estocada delantera (…) Hubo ovación, oreja, vuelta al ruedo y general entusiasmo (…) El tercio de quites (del tercero) fue una competencia de valor y destreza que sembró un frenesí en el graderío. Brindó Garza a la música y al dar un pase cambiado, en terreno de toriles, dándole al astado todas ventajas imaginables, fue prendido y bárbaramente volteado. Se levantó (…) y entre las protestas del público, que pedía su retirada a la enfermería, hizo una faena temeraria y, en verdaderas condiciones de inferioridad, previo pinchazo, dejó media estocada en lo alto. Nueva ovación, otra oreja y entró a la enfermería entre grandes aplausos y demostraciones de entusiasmo (...)

Al lancear ajustándose excesivamente a su primero, El Soldado fue derribado, y sin dársele un ardite el revolcón, siguió ciñéndose en los quites, haciendo Garza lo propio, por lo que transcurrió el tercio entre grandes ovaciones (…) Y, lo que no había sucedido en treinta años, del tendido 2 ofrecieron a El Soldado tres pares de lujo, que el diestro clavó (…) con la maestría, elegancia y emoción que imprime a esa suerte (…) Brindó también a Domingo Ortega y ligó una faena valiente, a la que puso fin de un pinchazo sin soltar (…) y una estocada atravesada, quedando prendido del muslo derecho. Garza tiró al suelo su capote y se agarró a los cuernos del novillo, haciendo de esta guisa el quite a su compañero y competidor. Luis Castro, que sólo debió sufrir un tremendo varetazo, tomó la puntilla y descabelló al cuarto golpe." (íbid).

Después de esto, El Soldado contendió con un burriciego, el cuarto de la tarde, con el que abrevió; estuvo valeroso y fue ovacionado con el quinto, difícil –lo mató sustituyendo a Lorenzo que, recordemos, había pasado a la enfermería– y salió a jugarse la piel ante el cierraplaza, su última oportunidad de no irse en blanco. Tal como lo vio y relató Palacio:

"Y salió el sexto, un buey fogueado al que El Soldado había veroniqueado como si fuera bravo, otorgándosele por ello una justísima ovación. Quedó el toro muy mejorado con las banderillas y El Soldado, en el centro del ruedo, completamente solo, emborrachó al público con una faena torerísima, pletórica de valor y arte, destacando siete naturales y dos de pecho espeluznantes (…) Dejó media estocada en las agujas. Y se armó el escándalo grande. Las orejas, el rabo, el paseo a hombros de los capitalistas…" (íbid).

Lo del rabo a Luis Castro parece improbable, al contrario del que efectivamente cortó en la novillada del 29 de julio. También hay discrepancias, pero en otro sentido, en relación con Garza, pues hay informes que hablan de tres orejas cortadas por Lorenzo (Eduardo Palacio sólo reportó dos). Lo que está fuera de duda es la altísima presión a la que pusieron la caldera del interés general y las pasiones partidarias el de Monterrey y el de Mixcoac. Y lo confirma el siguiente texto, firmado por Manuel Reverte en el semanario Blanco y Negro:

"El tan esperado mano a mano entre Garza y El Soldado se celebró al fin (…) Digamos, sin temor a exagerar, que ha sido el más importante acontecimiento taurino de la temporada en Madrid (…) Pocas veces hemos visto un tan gran entusiasmo en el público. De los toreros actuales ninguno, así como suena, ninguno, ha sido capaz de suscitar tal emoción y tal apasionamiento (…)  

Tercer gran triunfo de los novilleros mejicanos. Valor extraordinario, arte, entrega. Todo cuanto se puede pedir a un torero. Y en los tendidos, la gente de pie y a punto de enloquecer." (Blanco y Negro, semanario. 2 de septiembre de 1934).

El huevo de la serpiente

Pero al mismo tiempo, empezó a desatarse cierta forma del chauvinismo que no tardaría en crecer y complicar las relaciones taurinas hispano-mexicanas. El propio Eduardo Palacio, en su crónica del mano a mano, lo deja asomar: "¿Qué es doloroso que hayan sido dos mejicanos los que han actuado como revulsivo en la fiesta de toros? (…) Pero no lo es menos que constituye una realidad (…) Dígalo si no el hervor de entusiasmo que reinó entre la muchedumbre que llenó ayer la plaza." (íbid).

Este "dolor" iba a cobrar formas más agresivas en poco tiempo. Ya matadores Lorenzo Garza y Luis Castro, la empresa madrileña los anuncia al lado de Marcial Lalanda, y Gregorio Corrochano se entretiene en detallar los porqués de la mala tarde del maestro Lalanda –la corrida de Clairac salió difícil–, pero al llegar a los mexicanos los reprueba sin miramientos: "Con Marcial se acabó la corrida, pues Garza y El Soldado demostraron una vez más todo lo que desconocen del toreo. Y puestos a ver quién de los dos ignora más en esta competencia de la incompetencia, peor aún estuvo Garza…" (ABC, 2 de julio de 1935).

Y, sin embargo, no andarían tan perdidos los "incompetentes" cuando se les reconoce –junto con Armillita– como los blancos principales del boicot del miedo que menos de un año después encabezaría precisamente Lalanda como líder sindical de la torería española, "ofendida" por la decidida preferencia de públicos y empresas por los toreros mexicanos, a los que decidieron expulsar de su país con pretextos salpicados de alevosía y falsedades. 


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