¿Se acuerdan de El Imposible? ¿El qué…? Lo anunciaban así porque se dio a conocer –causando inmediata sensación– con un complicado muletazo de inicio de faena: en el tercio, citaba desde largo para dar un giro sobre sí mismo que culminaba en una especie de arrucina, en perfecta sincronía con la acometida del astado.
La primicia la vieron los asombrados espectadores del Toreo de Cuatro Caminos (03-07-60) como fin de fiesta de un festival de figuras en retiro, y su autor era un desconocido que rebasaba ya la treintena y vestía un apagado traje de luces. Y que lo repitió allí mismo, ya en novillada formal, organizada con el fin de aprovechar el golpe antes de que lo requiriera la Plaza México para su temporada chica, que ese año tenía como animadores principales a Jaime Rangel, Fernando de la Peña y Felipe Rosas. Al final, "El Imposible" –es decir, Antonio Campos– llegó a disputarle la Oreja de Plata a su paisano Víctor Huerta, a quien finalmente se le adjudicó la presea tras enjundioso trasteo. Pero Campos hacía gala de un reposo y una suficiencia técnica que incluso lo hacían parecer frío al lado de los noveles. "Está hecho un matador de toros", escribió de él el cronista de ESTO Enrique Bohórquez (28-11-60).
Sinuosa trayectoria
El Imposible no salió de la nada. Hurgando papeles añejos se pudo saber que en un Jueves Taurino en El Toreo figuró entre los alternantes un tal Carlos Moreno, que pasó de puntitas ese día (14-06-45). El nombre completo del debutante era Carlos Antonio Moreno Campos, había nacido en la ciudad de Puebla –la casa paterna estaba en la céntrica 4 Poniente– , y esto debió ocurrir hacia finales de la década del 20, de modo que la alternativa la tomó ya más que maduro (16-06-61 en Tijuana, de manos de Jesús Córdoba y con un toro de Garfias). El vacío de casi dos décadas que arroja tan inusual biografía lo había llenado en ignotas placitas del sureste mexicano y la América Central. Puedo decir que traté bastante a un hermano suyo, José Luis Moreno, alto funcionario del área de deportes de la Universidad Autónoma de Puebla y un magnífico basquetbolista. Por él –y por José Luis Crespo, compañero de andanzas pueblerinas del futuro Imposible– pude enterarme que Carlos Moreno –o Antonio Campos– tenía también destacadas dotes atléticas, hasta el punto de organizar cascaritas futboleras sobre la propia arena del añorado coso El Toreo de su ciudad natal, para escándalo de los que ignoran que Joselito El Gallo llegó a hacer otro tanto en el mismísimo ruedo de oro de la Maestranza sevillana.
San Isidro 63: llegar y besar el santo
¿Cómo fue que, sin haber confirmado alternativa en la Plaza México, el nombre de Antonio Campos "El Imposible" terminó en la cartelería de la feria más señera, que en 1963 constó de diez corridas y dos novilladas? El año anterior, recién suscrito el Convenio hispanomexicano, había cruzado el Atlántico poco menos que de incógnito, y si llegó a debutar, mediada ya la temporada, fue porque Balañá padre no dejaba mexicano sin probar. Lo anunció primero en Palma de Mallorca y, en vista de que, oreja en mano, obtuvo el trofeo de la prensa mallorquí (24-06-62), se apresuró a presentarlo en Barcelona. Y sucedió allí algo muy curioso: que sin cortar apéndices por culpa del acero se convirtiera en la sensación hasta sumar ocho o nueve fechas consecutivas. En total, ese año actuó 14 veces en plazas españolas, y en Salamanca lo premiaron como autor del quite de la feria, pues su inventiva abarcaba también el primer tercio: había dibujado lo que él mismo bautizó como "el ojalá", una especie de imposible con el capote a la espalda.
La conquista de Madrid
Antonio Campos inauguró la isidrada –al lado de Pedrés y Andrés Vázquez– buscándole un par de broncas al presidente, la primera por negarle la oreja del toro de su confirmación –"Aferrado", de Carlos Núñez– y la segunda por no cambiar a un animal inválido cuando el público estaba anhelando volver a ver "El imposible" (12-05-63). Fue el hombre del día, y volvería a serlo en el onomástico de San Isidro, cuando ya no fue posible que el palco le regateara la oreja del primero que le soltaron, "Ovalado", de Bohórquez. Esa tarde se lidió el ejemplar más bravo de la feria –"Macharnudo", primero del lote de Fermín Murillo, toro de vuelta al ruedo– y, por segunda vez, el poblano superó claramente a sus alternantes –el otro era Mondeño–. Como se ve, a El Imposible lo anunciaron con hierros de garantías y en buenos carteles, como a los también mexicanos Manuel Capetillo, anunciado como primera figura de su país, y los novilleros punteros Fernando de la Peña y Oscar Realme. De los cuatro, sólo Antonio Campos tocó pelo.
Sobre la corrida del 12 de mayo
José María de Cossío, el académico de la lengua que diera su nombre a la enciclopedia Los Toros, publicaba sus impresiones en Blanco y Negro, suplemento semanal del diario ABC. Y vio así la presentación del mexicano: "El Imposible", apodo ambicioso (…) tuvo toda la decisión y el arrojo que exigía su presentación en la plaza más importante de la torería. El público lo recibió con simpatía y él supo conquistarlo con su buen hacer (…) especialmente en su primer toro, al que le hizo una faena valerosa y efectista y mató arrojadamente. El público pidió la oreja, que la presidencia, con sumo rigor, no concedió. En tal faena nos ha dejado ver la parte más sólida y auténtica de su arte (…) La acogida fue cordial (…) y la impresión esperanzadora." (Blanco y Negro, 18 de mayo de 1963).
Juan de Asenjo, corresponsal de ESTO en España, fue más detallista: "Cuando Antonio Campos recibe a "Aferrado", negro bragao, con unas verónicas que se ovacionan, la plaza registra un lleno impresionante. A estas ovaciones siguen las que escucha por un quite soberbio por chicuelinas. Pedrés le cede muleta y espada y luego de su brindis al público forma una faena de bellos contrastes (…) "el imposible", que Antonio ejecuta con limpieza y perfección, levanta murmullos contradictorios (…) que interpreto como rumbo expectante y donde empieza su triunfo en Madrid, que continúa valiente y artista en series clásicas sobre ambas manos y que tienen feliz remate en la estocada que mata sin puntilla. Hay asombro en todos nosotros ante este torero desconcertante y la oreja se pide por abrumadora mayoría de pañuelos, pero el presidente, muy severo, no la concede, por lo que el mexicano da dos vueltas al ruedo. El quinto, al que recibe con un farol de rodillas, salta al callejón y se inutiliza, siendo ya un toro totalmente inválido (…) Campos, con buen criterio y luego de intentar torearle, lo mata de gran estocada, escuchando una fuerte ovación (…) Toda la tarde ha estado muy torero, e hizo quites variados a todos los toros". (ESTO, 16 de mayo de 1963).
Carlos León
El cronista del diario Novedades andaba por ahí, en uno más de sus viajes anuales. Y tampoco se ahorró elogios al poblano: "En esta tarde espléndida del caluroso mes florido, sobresalió un mexicano (que) no vino al término mediocre de estar decoroso, sino a dar la nota en todo momento, sin afligirse ni angustiarse en ningún instante y hasta mostrándose altivamente retador desde el paseíllo (…) Ese gesto teatral y cesáreo, para algunos, pudo parecer exagerada pretensión. Pero es preferible un hombre que mira hacia las estrellas –que es donde está la gloria– que el que sale alicaído y triste, como si se diera por derrotado de antemano (…) De 505 kilos ha sido la res sevillana con la que confirmó su doctorado y con la cual ha estado muy bien. Tranquilas y mandonas sus verónicas, ajustadísimo el quite por chicuelinas que arrancó la primera ovación, y luego, un trasteo iniciado con su espectacular muletazo, que le salió dibujado y arrancó un alarido de conmoción y de asombro. La faena fue magnífica, pudiendo con el encastado burel y ligándole varias series en redondo (…) Y como remate, un estoconazo definitivo. Por más que fue insistente la petición de oreja, el juez la negó (…) pero Antonio dio la vuelta al ruedo, calurosamente aclamado (…) Su segundo enemigo, con unos pitacos espantables como dos puñales, de salida saltó al callejón y quedó inválido de una pata. La bronca fue tremenda, exigiendo la devolución (…) Antonio, con la aprobación popular, le dio exactamente tres trapazos y lo derrumbó de un espadazo fulminante". (Novedades, 16 de mayo de 1963).
15 de mayo: el triunfo definitivo
Dentro de sus notas cortas sobre las corridas isidriles, Don Antonio, con tino minimalista, comentó: "El Imposible aún no ha digerido la negativa de oreja de la primera corrida. Se deja de fantasías. Se arrima. Torea. Si el viento lo desorienta acierta en las soluciones. Torea. Nada más y nada menos.
Las ilusiones se hacen realidad. Oreja. Lo hizo posible "El Imposible" olvidándose de "el imposible". Charada. (El Ruedo, 23 de mayo de 1963).
Antonio Díaz-Cañabate, reticente con el mexicano el primer día, por fin dio su brazo a torcer: "El tercero toma la primera vara de largo. La segunda, corrida. No tiene mucha fuerza. El presidente lo cambia. A la muleta llega tardo (…) Una perita en dulce. ¡Y qué bien se la come El Imposible! No intentó ninguna tontería. No se embarulló. Toreó sereno, sin hacer caso del aire, que sopló para todo mundo y no parecía que soplara para él. Me gustó El Imposible. Faena con temple y mando. Faena a tono con la perita en dulce, que a tantos toreros se les indigesta. Sobresalieron tres pases con la derecha realmente excelentes. Un pinchazo y, entrando bien, una estocada. Oreja." (ABC, 16 de mayo de 1963)
Juan de Asenjo: "Una voz del tendido gritó: "¿Por qué no se suspenden también las corridas por causa del viento?” (…) Tiene mérito por ello la oreja lograda por Antonio Campos en el tercero de la tarde, al que se llevó al único lugar donde fue posible torearle, y eso sin absoluta seguridad de estar a cubierto del viento, y arriesgándose mucho formó una faena con doce redondos y seis naturales, rematados con el perfecto pase de pecho que tan bien domina este torero. Por encima de todo su corazón y también la técnica, pues aquellos redondos tuvieron la virtud de ser engendrados adelantando el engaño para tirar luego del toro pausadamente, la mano muy baja y el viaje largo, tan seguro que en los extraños del de Bohórquez al mover el aire el engaño no importó al diestro el peligro y logró hacerse obedecer. El torero había querido, y el público, con sus ovaciones, así lo comprendió. El pinchazo estuvo arriba, bien señalado y entrando derecho, como la estocada que produjo la muerte espectacular de "Ovalado". Ahora la presidencia tuvo que conceder la oreja que pidió la plaza entera para el bravo mexicano. El sexto llegó bronco a la muleta y ya el aire fue huracán, y como "Perdigón" no se prestaba a nada, el público pidió a El Imposible que lo matara, y éste logró complacernos de dos pinchazos, estocada arriba y descabello.
Magnífica hazaña de Antonio Campos y magnífico su toreo, que ha encajado en esta afición con profundidad (…) Quiso torear con el capote y quedan unas ajustadas chicuelinas y unos lances al primero suyo. (ESTO, 18 de mayo de 1963).
Carlos León afirmó que "Antonio Campos ya debería prescindir del alias que lo singularizó. Eso de El Imposible le sale sobrando, y hasta estorbando, cuando sin excentricidades y con toda sobriedad ha bordado una faena redonda, excelente, con toda la dignidad de quien se ha hecho un magnífico torero. Además de torear muy bien, ¡hay que ver lo que expuso y el aguante de que impregnó sus muletazos! Sin preocuparse del aire que descomponía su muleta (…) ahí estaba Antonio (…) imponiéndose a las circunstancias hasta cuajar un trasteo completísimo. Limpios y ceñidos sus naturales; lentísimos, rítmicos sus derechazos en redondo (…) con las manos muy bajas, arrastrando la muleta como si peinara la arena (…) Y la plaza en pie, festejando el buen torear de Antonio Campos, que se consagró como un artista que nadie sospechaba en él (…) Ni un detalle de mal gusto, sin nada que sobrara ni faltara, elegante y maestro en todo instante. Y ahora nadie pudo negarle la oreja, soberbiamente conquistada. Eso, en Madrid, y en el propio día de San isidro, lo ha puesto en los cuernos de la Luna, porque él no se espantó de los del toro."
"En el prólogo del festejo, el caballero de La Puebla del Río (se refiere a Ángel Peralta, que cortó una oreja) dio la pauta de que la tarde madrileña iba a ser poblana (…) como si no fueran los querubes labradores que ayudaban al santo de Madrid, sino algunos que se salieron de los retablos churriguerescos y barrocos de la catedral poblana para llegar en auxilio de Antonio Campos y ser ellos los que torearan, dando así el milagroso efecto de hacernos creer que era El Imposible quien había toreado como los propios ángeles." (Novedades, 21 de mayo de 1963).
Trágico sino
Pero la gloria que El Imposible alcanzó en Madrid duró nada. Varias cornadas sucesivas destrozaron su temporada. Era reaparecer de una para ligar la siguiente (Málaga, Placencia –muy grave–, Palma, San Sebastián…). Lo lamentábamos sin sospechar que la muerte –un cáncer de páncreas– llevaba tiempo asechándolo. Aquel organismo, otrora atlético, estaba a merced de los ímpetus astados. Carlos Antonio Moreno Campos falleció en la ciudad de México el 28 de diciembre de 1964 y quedó sepultado en el cementerio español cerca de la tumba de Joselillo, el célebre novillero hispanomexicano herido de muerte por "Ovaciones" de Santín en la Plaza México (28-09-47). El Imposible lo había pedido así porque fue su amigo y colega de capeas en el profundo sur. Y su ejemplo a seguir.