La segunda novillada sin picadores del Encuentro Mundial de Escuelas Taurinas tuvo mayor nivel de conjunto que la del día de ayer, y seguramente será todavía más difícil para el jurado calificador escoger a los seis espadas que habrán de torear la final de mañana en la plaza "San Marcos", que volvió a lucir un gran ambiente con la presencia de ese público tan equilibrado, compuesto por los buenos aficionados acalitanos –que es el gentilicio mejor empleado– y los jóvenes que vienes a disfrutar de la tauromaquia en este recoleto e histórico escenario.
Aunque algunos de los novilleros que hoy actuaron no consiguieron cortar orejas, dejaron un magnífico sabor de boca por su concepto del toreo, como fue el caso del primer espada, el valenciano Marco Polope, así como el extremeño Fernando Donoso, que, casualmente, lleva el apellido del reconocido escritor español José Donoso, y que fue el autor de la faena más redonda de la tarde.
En ambos casos, los dos estructuraron sus faenas con muy buenas maneras, el primero puliendo los defectos de embestida de un novillo que rompió a embestir mediado el trasteo hacia adelante, y el segundo con una expresión artística y un trazo largo en sus muletazos, amén de la calidad del toreo realizado por los dos toreros españoles provenientes de escuelas taurinas con una importante tradición.
Lo malo fue que Polope pinchó varias veces antes de conseguir dar muerte a su eral, mientras que Donoso, ante un ejemplar que dio un juego incierto y desigual, mató de una estocada delantera y perpendicular tras dos pinchazos, dejando la posibilidad, sobre todo éste último, de cortar dos orejas, que bien ganadas las tenía.
Brilló por su chispa López Ortega, chihuahuense avecindado en Guadalajara, México, donde hizo sus pinitos como torero, y que hoy forma parte del Centro Internacional de Alto Rendimiento (CITAR), otra institución de prestigio en la que se han formado varios mexicanos, entre ellos Leo Valadez, que al salir de la academia de su tierra se inscribió ahí. De hecho, Leo estaba asesorando a Santi, y se nota que también tuvo mucho que ver en su enseñanza el matador Antonio Bricio, administrador de la ganadería de San Constantino, de Juan Pablo Corona, donde Santi toreó mucho en su primera etapa.
Alegre, variado, con determinación, aunque un tanto acelerado en sus procedimientos, el torero del Estado Grande conectó fácilmente con el público y se lo echó al bolsillo en una labor muy dinámica, incluido un fallido tercio de banderillas. La faena tuvo emoción porque el de Playa arreaba y no era fácil, pero obedecía los toques y tenía transmisión, cualidades que, de suyo, ya permiten de sobra hacer el toreo. Mató de una estocada delanterilla y desprendida, que no hizo efectiva el puntillero, que levantó en dos ocasiones al novillo y así se esfumó la posibilidad de tocar pelo. Sin embargo, dio una merecida y aclamada vuelta al ruedo.
Javier Cuartero, otro de los novilleros españoles del cartel, enfrentó un eral incierto y reservón, nada fácil, y no le tembló el pulso en una faena dispuesta que le llegó a la gente y que remató de una estocada de excelente ejecución, pero con una espada que tenía travesía hacia el costillar contrario, por lo que el novillo no dobló y se vio obligado a utilizar el descabello con tino a primer viaje, lo que también le valió el reconocimiento del público.
De los otros dos toreros hirocálidos del cartel –David Rocha y Alfonso Mateo– cabe destacar su entrega y actitud, no obstante su lógico verdor, que a veces les hace tener ciertas dudas a las que procuraron sobreponerse, en medio del permanente aliento de un público se siempre se vuelca con los de casa, como no podía ser de otra manera. Pero a veces ese apasionamiento del público suele desvirtuar la objetividad de lo que sucede, y puede resultar un tanto engañoso.
Rocha dejó series por el pitón derecho de buen acabado, con un novillo de calidad que fue de los que tuvo mejor estilo, mientras que Mateo enfrentó al más hecho, bonito y bajo, además de reunido, que tuvo el trapío más bello de los doces lidiados en las dos tardes. El de La Playa embestía sin ritmo pero lo hacía con transmisión que se contagió al torero, que estuvo hecho un cascabel.
Ya con el público volcado en su labor, Mateo hizo una faena alegre, rapidilla, pero emotiva y como mató de una estocada tendida y eficaz, y ya entrados en gastos, le entregaron una oreja solicitada con fuerza.
Vamos a ver mañana cuál es la sexteta que va a integrar el cartel para lidiare ejemplares de la ganadería de Guadiana, que según nos han informado, están "grandecitos".