Vaya que había expectativas en esta corrida, las que, por desgracia, paulatinamente se diluyeron, paso a paso. La primera fue que el encierro de San Mateo fue completado con tres de la misma casa: San Marcos ¿Qué quieren pues? Había la ilusión de ver el estado en que se encuentra el hierro primigenio, y quizá, lo que habrá de venir para la sangre mexicana en el futuro. El encierro compuesto, según los carteles, cumplió con la edad. Y en cuanto a presencia, fue variada, lo mismo en su juego.
El segundo del lote del de Puebla procedió de San Marcos. Jerónimo recibió al –eso sí– bonito cárdeno; pero el toro estuvo falto de fijeza, bravura y fortaleza. El torero todo lo intentó. Una pena. Concluyó la faena con pinchazo y entera que bastó. La parroquia llamó a Jerónimo a que, por cariño y respeto, acompañado por las notas melancólicas de "Las Golondrinas" diera una sentida y respetuosa vuelta al ruedo.
José Mauricio volvió a dejar muestra de su buen toreo. Particularmente, su muy mexicano estilo. Con "Chef", el primero de su lote, de San Marcos por cierto, un toro negro, veleto, amplio de cuna y astifina encornadura. Como el resto del encierro, tampoco se prestó para los capote.
Característica por cierto de este encaste. Ya en el tercio de muerte, el capitalino sometió por bajo al ejemplar ganándole terreno al toro y dejándolo en el centro del ruedo. Por ahí tuvo que aún aguantarle alguna duda al burel, pero se adueñó de la situación, a pesar del no muy amplio recorrido que digamos. Nulo el lado izquierdo del toro, pero por el derecho, con base en sitio, distancia y temple consiguió hacerlo humillar.
Al quinto de la tarde (de San Mateo) tuvo que sacarlo del centro del anillo, a donde se había ido a emplazar. Corto de recorrido, Mauricio se fajó con una rodilla en tierra para buscar extenderlo. Hubo que aguantarle mucho, y algunos ignorantes se confundieron, porque miraban que el toro embestía, sin tomar en cuenta que el torero hacia lo que se debía para conseguir ligarle pases. Abrochó la faena con pases por bajo de pitón a pitón con una rodilla en tierra.
"Cristero", tercero de la tarde (San Marcos) fue pitado de salida por falta de presencia, además le faltó casta y fijeza, pero el temple proverbial de Juan Pablo Sánchez hizo milagros. Con base en él y una fuerte dosis de aguante metió en vereda al del hierro alteño, para convencerle, sobre todo por el lado derecho. Entera al primer intento y a recibir una muy merecida oreja.
El último de la noche, de San Mateo, fue recibido con una larga afarolada de hinojos por Sánchez, pero inteligentemente decidió bregarlo con temple y sabrosura, que le fueron aplaudidos con fuerza. Peleó fuerte en varas, pero luego se agarró al piso e hizo pasar las de Caín a los banderilleros.
De nuevo, el temple, la distancia y la colocación hicieron el milagro. Y lo que son las cosas. Hacia el final del entonado trasteo, Sánchez tuvo que llevar a media alturita y mimar –hágame usted el favor– ¿a un San Mateo? Concluyó con toreo de pitón a pitón, con una rodilla en tierra para dejar un pinchazo y tres cuartos de acero, que le hicieron perder el segundo trofeo que ya tenía en la espuerta.
Nuestro respeto y enhorabuena a Jerónimo para que sus nuevos proyectos tengan el éxito que merece el torero en esta nueva etapa de su vida, y tras casi 25 años de alternativa.