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El apoteósico triunfo de Joselito Huerta...

Lunes, 19 Dic 2022    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | La Jornada de Oriente   
Aquella víspera navideña de 1962, segunda corrida de la temporada
José Huerta RiveraJoselito Huerta–, nacido el 24 de enero de 1934 en Tetela de Ocampo, Sierra Norte de Puebla, fue uno de los triunfadores más asiduos de la Plaza México desde su debut novilleril en 1954 hasta la tarde de su única y definitiva despedida, el 28 de enero de 1973. El cariño y reconocimiento del público los conquistó a fuerza de entrega sin tacha y torerismo innato, puestos de manifiesto con tal constancia y bizarría que solamente Manolo Martínez tiene más rabos cortados en la Monumental (diez, por ocho del poblano, en menos de la mitad de los 91 paseíllos del de Monterrey). 

Paradójicamente, las quizá dos mayores faenas de José en el ruedo de Insurgentes no alcanzaron el máximo galardón. Me refiero a las bordadas con "Romancero" de Mimiahuápam y "Macareno" de Jesús Cabrera; dos semanas las separarían, dentro de las cuatro primeras fechas de la temporada 1962-63. Obras fundamentales de un maestro en plenitud.

Y es que José, cuya recia personalidad se forjó en torno a un notable conocimiento de las reses, una técnica poderosa y una valentía indeclinable –razón ésta de sus múltiples percances, pues acostumbraba asumir riesgos que con solo aplicar su buen entendimiento de las reses podría haber evitado–, en aquel invierno capitalino se iba a revelar como todo un artista, en quien el mando rotundo de siempre y su estoicismo y pundonor connaturales aparecieron revestidos por un toque de refinamiento que no había sido uno de sus atributos.

Aquella víspera navideña de 1962, segunda corrida de la temporada, con un lleno imponente como marco, Huerta partió plaza enfundado en un terno añil y plata al lado de Jesús Córdoba, regiamente ataviado de verde botella y oro, y del blanco y oro del debutante gaditano Juan García "Mondeño", que confirmaría su alternativa de manos del leonés. 

Lo que a continuación llevó a cabo, con "Romancero" y "Poderoso" de Mimiahuápam, iba a alcanzar niveles de grandeza tales que, como puestos de acuerdo, Esto, Ovaciones y La Afición –los tres deportivos emblemáticos de la época— le dedicaron sus portadas por entero, incluido un hermoso apunte de Pancho Flores con José rematando por bajo un pase natural, apunte que ocupó la primera plana completa del clásico diario en sepia, que, como los otros dos deportivos citados, vivía por ese entonces su época dorada gracias a la elevada calidad de su información, tanto escrita como fotográfica. 

Elogiado hasta por la oposición

Carlos León, el celebrado crítico de Novedades, que jamás vio con buenos ojos a José y lo hacía a menudo blanco de su ironía, no tuvo empacho en cabecear "Torerazo estuvo el diestro de Tetela", antes de entrar en razones tan explícitas como éstas: "Sabíamos que el llamado León de Tetela tenía lo que tienen los felinos: mucha garra.  Mas hoy, el burdo sayal de su muleta se convirtió en suavísimo terciopelo carmesí… Si las series de derechazos que dio José fueron de corte seráfico, los naturales de la parte final de su magno trasteo fueron hacer el toreo, sin hipérbole, como los propios ángeles, un instante de sublimidad del arte de torear. Su espada, además, fue como la flamígera que expulsó del paraíso a nuestros primeros padres, pues si el poblano  es capaz de seguir toreando así, los demás tendrán que aprender a ganarse el pan con el sudor de su frente" (Novedades, 24 de diciembre de 1962). La "carta boca arriba" de ese lunes prenavideño la había dirigido al cardenal José Garibi y Rivera, de ahí las alusiones religiosas del texto.

La de Huerta fue una tarde completísima. Pese a pincharlo, recibió las orejas de "Romancero", toro de arrastre lento; luego alzaría un apéndice más del huidizo y áspero quinto, "Poderoso", tras domeñarlo convincentemente hasta hacerle tragar un toreo en redondo menos suntuoso que el del toro anterior pero de mérito no inferior, rubricado con un par de doblones rodilla en tierra por el pitón izquierdo tan mandones, expresivos y bien rematados que cayeron sombreros a la arena. La gente, acostumbrada a ver triunfar a este torero con las armas del coraje y la buena técnica, no salía de su asombro ante la revelación de un Joselito Huerta al que incluso el diminutivo ya le salía sobrando.

"Jarameño" y "Ojo", emocionados

Reconociendo lo anterior y puestos a compartirlo, los relatores de la hazaña coincidieron plenamente. "¡Bendito pinchazo, Indio!" subtituló su crónica Antonio García Castillo "Jarameño". Se refería a la última tanda de naturales de José, con la que borró cabalmente el desencanto producido cuando su espada encontró hueso en el primer viaje. El cronista de Ovaciones lo exaltó así: "¡Qué cinco naturales, Indio de Tetela! Fue muy grande tu faena a "Romancero" –bicho que fue a más, como los toros bravos–, pero siendo extraordinaria por su construcción, por su conjunto, por sus momentos concretos, esos cinco naturales, antes de la estocada mortal, han sido la culminación digna y merecida de una gran obra. ¡Cinco naturales, Indio, que ahí quedan!" (Ovaciones, 24 de diciembre de 1962).

En su crónica simultánea para el dominical El Redondel, don Alfonso de Icaza "Ojo" no podía ser menos: "… Joselito se crece, se adorna airosa y toreramente, iguala a la res y pincha en lo duro llevándose el arma. Fue mejor que así sucediera, porque ahora vemos a José torear con la izquierda como nunca lo habíamos visto: sus naturales son eternos, sentidos, templadísimos. Igualada la res, atiza Joselito un estoconazo que mata sin puntilla. Ovación clamorosa, miles de pañuelos agitándose en los tendidos, concesión presidencial de dos orejas y arrastre lento a un toro que fue un dechado de nobleza. Con la plaza entera en pie, Joselito Huerta recorre el anillo en son de triunfo una y otra vez. ¡Qué bella es la fiesta brava!" (El Redondel, 23 de diciembre de 1962).

Córdoba y Mondeño

Ante un  encierro de Mimiahuápam muy fino y parejamente bravo, el leonés contó con dos toros excelentes, solo que, algo escaso de sitio, no los aprovechó cabalmente. Pues si bien a "Bordador", su noble primero, lo toreó muy templadamente con la mano derecha, la cortedad de sus tandas causó desconcierto entre la gente, cuyo alborozo dejaba a medias el propio torero. A éste mimiahuapaño –negro, lustroso, finísimo– lo había recibido con un par de insólitos cambios de rodillas, tan limpios y sorpresivos que el público tardó en reaccionar, y pudo cortarle la oreja si llega a acertar con el descabello. 

Luego se topó con el más difícil del encierro –dificultad agravada por el viento, que le costó aparatosa voltereta–, ante lo cual decidió obsequiar al sobrero "Cantarero" que resultó de rechupete, el toro ideal para relanzar una carrera; para su desgracia, Jesús volvió a las andadas: muy buen toreo derechista, pero series demasiado cortas para los hábitos de la golosa afición metropolitana. Aun así, la faena tuvo pasajes de enorme clase y gallardía, y sólo el errático acero del leonés –sobre todo al recurrir al verduguillo—lo privó de tumbarle los apéndices. A cambio, un grupo de admiradores lo compensó aupándolo sobre sus hombros para recorrer así el anillo y llevárselo en andas hasta la calle.

Córdoba le había confirmado la alternativa de Juan García "Mondeño" cediéndole al abreplaza "Rociero", otro buen toro de Mimiahuápan –negro, afacado– que se fue inédito al destazadero porque el de Puerto Real estaba en tarde insulsa, perfectamente olvidable. Al contrario de la arrolladora y triunfal de José Huerta, que fue quien debió abrir la puerta grande para ser llevado en hombros hasta el hotel, lo que inexplicablemente no sucedió, entre otras cosas porque en esa época aún no se instauraba la costumbre de que los alternantes aguardasen hasta el final de la corrida para cruzar el ruedo en sentido inverso: del burladero de matadores a la puerta de cuadrillas. A cambio, Huerta, que acababa de cortar tres apéndices, hizo por el callejón una salida discreta, aplaudida y elogiada desde las barreras más inmediatas, antes de perderse en el oscuro túnel de la 
Monumental.

En tres tardes, seis orejas

El empresario Gaona repitió a Joselito en la quinta corrida (06–01–63), con Paco Camino, Felipe Rosas y un encierro terciado de Jesús Cabrera que fue un dechado de toreabilidad. La excepción sería el cuarto, "Macareno", el más cuajado de los seis. Y fue precisamente entonces que el de Tetela confirmó su gran momento, pues sólo una aleación perfecta de celo, arte y poderío podía hacer posible el faenón que, pase a pase, el León de Tetela fue tejiendo hasta convertir a aquel bicho remiso y probón en un auténtico cordero gracias a su magistral dominio de alturas y distancias, y de un temple inmaculado, faenón rematado de fulminante estocada. 

Dos orejas otorgó el melindroso juez Pérez Verdía y buen meneo se llevó, pues el público exigía también el rabo; a cambio, obligó a José a recorrer el anillo hasta en tres ocasiones con la sostenida fuerza de su aplauso. Ya había perdido las orejas de su primero, "Esmeraldo", porque lo pinchó en exceso. Sus alternantes, empequeñecidos, apenas se hicieron notar. Y en su tercera salida de la temporada desorejó a "Tecolote", de La Laguna, por una faena peleona, más acorde con el recio toreo en él habitual. Esa tarde, la México vio torear por única vez a Curro Romero, al que Humberto Moro le confirmó una alternativa bastante gris (24–02–63). 


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