Como en toda familia, no hay dos hermanos con vidas idénticas; los ejemplares de La Estancia vinieron a Provincia Juriquilla a demostrar esta verdad, pues hubo de todo como en botica: un quinto que desbordaba clase en cada embestida y un sexto al que el torero de la tierra no pudo ligarle una tanda.
El colorido paseíllo culminó con un reconocimiento al empresario Juan Arturo Torres Landa, por los primeros treinta y cinco años de vida del coso de Provincia Juriquilla; el festejo de esta noche sirvió como muestra de lo que han sido los carteles de la plaza. ¿Qué sucedió en el ruedo? Simplemente, una corrida para recordar. La madurez del aguascalentente Joselito Adame, la acostumbrada entrega de Andrés Roca Rey y la valentía del más joven espada de la dinastía queretana, Diego Sanromán; sin omitir los avances mostrados por José Funtanet.
Lo memorable de la noche vino con el quinto de la lidia ordinaria; un burel que hizo honor a la casta familiar y a su nombre ─"Mi Palabra"─ y que incluso llegó a deslumbrar a un sector del público que pedía el perdón de la muerte para el de La Estancia; el peruano entendió cabalmente lo que el astrado demandaba y desde que se abrió de capa supo llevarlo con tino para aprovechar la calidad de sus embestidas; la faena de muleta inició con el habitual cite en los medios y el electrizante cambiado por la espalda… de ahí en adelante todo fue muleta y ritmo, y el coro de ¡olés! en el tendido.
Cuando preparaba la toledana para culminar la faena, algunos asistentes solicitaron el indulto, hecho que afortunadamente el juez Manolo Garrido no concedió; Andrés se fue tras el acero y culminó su obra con un auténtico estoconazo: orejas y rabo, ¡ah!, y arrastre lento para el toro.
Ya en el tercero del festejo, Roca Rey había mostrado que venía a refrendar lo hecho en la campaña europea; su enemigo regateaba las embestidas, se arrancaba con tal incertidumbre que en el tercio de varas provocó que el del castoreño tuviera que rectificar hasta en un par de ocasiones. Incomodó a los de plata al ser banderillado y lo más estético vino en la muleta, aunque con pases aislados que no obstaron para calar en el tendido; la certera estocada le valió el premio de una oreja.
Joselito Adame es un torero que ha sabido ganarse el cariño y el respeto de los aficionados queretanos; con el segundo de la función, el aguascalentense puso rodilla en tierra para recibir al cornicorto ejemplar. Con la muleta, inició ─otra vez─ de hinojos e inmediatamente conectó con el respetable; en realidad, se puso sobre un toro que regateaba las embestidas pero finalmente colaboró, sin entregarse por completo, al tesón de Adame; cerró con naturales por ambos pitones y mató de estocada entera: ovación y oreja.
El más serio de la noche, segundo del lote de Joselito, era un toro hondo de caja y que generó grandes esperanzas tras una alegre salida; Joselito lució con el capote, antes y después del castigo con la puya, y exhibió sus vistosas zapopinas; infortunadamente, luego de los adornos, el de La Estancia parecía ser otro; exigía sitio y mando, hecho que supo ver el de Aguascalientes y que a la postre le fue reconocido por los asistentes. Tomó el acero y se fue sobre su enemigo, estoconazo que obligó al juez a sacar las albas toquillas.
El joven espada de dinastía, San Román, vivió una noche de sol y sombra; su primero tardó en enterarse y no fue sino hasta el tercio de banderillas que sacó el fondo de casta que traía; luego de un breve puyazo, Diego vino a mostrar ese arrojo que lo ha colocado como una real promesa de nuestra baraja; se pegó un verdadero arrimón ─con un valor a toda prueba─ que levantó al público en varias ocasiones; mató tras un pinchazo en todo lo alto y la autoridad obedeció para otorgarle una oreja.
Cerró la función un burel a contraestilo; pese a que empujó en varas, nunca acometió… y cuando perseguía la franela, no se entregaba y salía con la cara en lo alto. En resumen, nada más qué reportar; y, para colmo, el queretano pasó las de Caín para hundir el acero.
El joven rejoneador José Funtanet, que actuó como telonero de la espectacular corrida, llegó a mostrar sus avances en la doma y la lidia de reses bravas. Asesorado y alentado a la distancia por el alicantino Andy Cartegena, no desentonó en un cartel de postín. El que inauguró la noche era un toro reservón, José tuvo que citarlo incesantemente para lograr que se fijara en la grupa de sus monturas; así transcurrió la faena y el joven caballista despertó el interés por su labor. Lució en banderillas y por último hundió el rejón de muerte para mandar al toro al destazadero: la primera oreja de la noche.