El último matador mexicano que en el siglo XX rebasó las cincuenta corridas en una temporada europea, con 58 fechas en 1971, fue Curro Rivera (Ciudad de México, 17-12-51-Ojuelos, Jal. 23-01-2001). Desde el primer momento sus triunfos fueron incontestables (Castellón, Fallas de Valencia), y cuando se presentó en Sevilla no se abrió para él la Puerta del Príncipe simplemente porque no quiso el portero, luego que el mexicano le cortara a su lote de Fermín Bohórquez los tres apéndices requeridos.
Su paso por Madrid fue igualmente victorioso, tanto que se ganó un lugar en la corrida de Beneficencia, mano a mano con Antonio Bienvenida, tarde en que conquistaría su primera Puerta grande en Las Ventas. Y tras un paso trepidante por la Semana Grande de San Sebastián tocaba por fin Bilbao, la ciudad natal de su madre doña Ángeles, hermana del gran estoqueador Martín Agüero, de la vieja guardia de matadores anterior a la guerra civil.
Bilbao, martes 17 de agosto
Ya tenemos a Curro, de celeste y oro, en la puerta de cuadrillas del Bocho, y a su izquierda Dámaso González, con el veterano Diego Puerta. Al final de la corrida los tres darán juntos una vuelta al ruedo. Y eso que el sevillano anduvo a merced del peligroso primero de la tarde; buscó desquite con el cuarto a base de su proverbial valor en faena bastante atropellada, y aunque se entregó en la estocada, erró repetidamente al intentar el descabello. Aun así lo llamaron a recorrer el anillo.
Dámaso había alborotado al cónclave con su arrebatada entrega y coronó sus faenas de sendos estoconazos. Cortó la oreja del tercero y las dos del sexto. Pero como para todo hay gustos, ni Antonio Díaz-Cañabate (Diario ABC) ni el anónimo cronista de El Ruedo se mostraron del todo conformes con su desempeño.
La pugna entre lo antiguo y lo nuevo
Al viejo paladín de la crónica no le gustó la faena de Dámaso al tercero: "El toro estaba muy quedado, cierto es. Los toros quedados tienen su faena correspondiente, una faena por la cara. Y en la cara del toro se situó Dámaso González, pero para hacerle una faena como si el toro se arrancara de largo. Esto es, citando para los dos pases (derechazo y natural) pues exigir otros a estos toreros de ahora es labor completamente imposible ¿No decía yo ayer que este muchacho tiene bastantes posibilidades? ¿Cómo entonces cayó en el mismo defecto de todos?... Hoy, en el comienzo de la faena al sexto, le hemos visto dos ayudados por bajo (doblones a dos manos) que confirmaron aquella impresión. Dos ayudados perfectos…" (ABC, 18 de agosto de 1971).
El cronista del semanario El Ruedo, en cambio, le encontró al albaceteño otro tipo de inconvenientes: "Tenemos que insistir en que templa y manda mucho con la fámula y que, aunque llega fácilmente a la galería, se atrae al toro con la esquina de la pañosa y carece de la picardía de írselo acercando en la conjunción de la suerte… torea con lentitud, pero a distancia". (El Ruedo, semanario. 24 de agosto de 1971).
Currito conquista Bilbao
En medio de la pugna de conceptos y matices metió capote –y, sobre todo, muleta– el mexicano Curro Rivera. Así lo vio y reseñó El Ruedo:
"Hoy, martes, Currito no tuvo ocasión de lucirse con el capote; pero ello no quiere decir que fuera por falta de ganas, sino más bien por la desgana de los pupilos de Arranz. En su primer toro (aplaudido en el arrastre, y débeselo el ganadero al buen toreo del mozo azteca, que supo administrar las fuerzas del bicho con notable saber torero) la faena fue instrumentada en los medios con gran firmeza. Curro sabe ponerse en el sitio y quedarse quieto mientras mueve la mano, pasándose el burel lo más cerca posible y llevarlo por los terrenos que al buen toreo convienen. No rectifica aunque el toro se cuele. Y cuando coloca una estocada en lo alto las dos orejas las tiene ganadas. Besó, al retirarse al callejón, la tierra de Bilbao. La tierra de sus mayores.
Al quinto de la tarde, que flojeó a partir de la tercera confrontación con el caballo, le endilgó otra faena vistosa, con cosas de calidad y concesiones a la galería… Pinchazo, media estocada y descabello. Vuelta". (El Ruedo, semanario. 24 de agosto de 1971).
Según Díaz-Cañabate, "...le tocó el mejor toro de la muy sosa, mansa y falta de casta corrida de Arranz, muy bien presentada. Lo toreó admirablemente, con su habitual defecto de la rapidez pero valiente y, sobre todo, deseoso de complacer al gentío. Con el quinto, demasiado quedado, no pudo estar tan lucido". Tampoco pudo, el cronista, estar más breve y desaprensivo al despachar en cuatro líneas la apoteósica tarde del mexicano.
Nuevo triunfo el jueves 19 de agosto
Otro cartel de figuras. Toros de Carlos Urquijo para Santiago Martín "El Viti", Francisco Rivera “Paquirri” y Francisco Martín "Curro" Rivera (compárese con las ternas a las que se ven confinados actualmente absolutamente todos los mexicanos que se atreven a torear en España). Lleno el coso bilbaíno.
Santiago Martín poco aportó a la tarde. Fue para él ésta del 71 una temporada penitencial, y el detalle no se le escapó a Díaz-Cañabate, uno de sus incondicionales: "¡El Viti, qué decaído anda! Nada, no da una, no se sale de su tristeza, y hoy, por si esto fuera poco, los toros que le han tocado eran tan tristes como él, con que calculen ustedes el funeral que fueron sus faenas". (ABC, 20 de agosto de 1971).
Qué contraste con Paquirri, todo fogosidad y derroche de ganas en los tres tercios de la lidia. El mismo Cañabate descubre que con él la gente deviene orejera, a pesar de lo cual el gaditano esta vez no cortó nada, si bien fue obligado a duplicar la vuelta al ruedo tras la muerte del quinto, luego de animar la función con un segundo tercio "de mucho adorno y efecto, que calentaron a la gente y, en especial, a los orejófilos, que se enardecen con poca cosa… La faena de muleta de Paquirri fue de las corrientes. El toro, como toda la corrida, tenía poca fuerza… lo que se reflejaba en lo corto y lo flojo de sus embestidas. La gente aplaudía como aplaude casi siempre, por rutina.. Paquirri entra a matar… Una estocada algo mejor que las corrientes… Y los orejófilos entran en funciones. Los pañuelos se agitan con su habitual frenesí. Nada. El presidente como si no los viera. Paquirri da la vuelta al ruedo… ¡Otra! ¡Otra! Paquirri emprende otra vuelta al ruedo. Acaba ¡Otra!¡Otra! Esto ya es grotesco. Aunque sólo sea por molestar al presidente". (ABC, íbid).
Y Curro rindió a Cañabate
El segmento anterior hace contraste con el que a continuación se reproduce. El mismo crítico del ABC va a reconocer lo que después movería al jurado del Club Colavidas a designar triunfador de las Corridas Generales de ese año al debutante espada capitalino. Antonio Díaz-Cañabate lo expuso de la siguiente manera:
"El único toro que embistió alegre y boyante fue el tercero, y con él realizó Curro Rivera la mejor faena de cuantas le he visto desde las Fallas de Valencia. El toro iba franco y noble y el torero se acopló a su embestida. No es esto fácil. Estos toros descubren a muchos toreros. Nos descubrió a un Curro Rivera más reposado, sin tanta rapidez en su toreo y por lo tanto con temple. Menos retorcido y, por lo tanto, con buen gusto. Los pases eran largos, ligados, armoniosos y los adornos muy en su punto. Una faena de torero hecho que me complazco en elogiar, por lo mismo que en otras ocasiones opuse mis reparos al torero mejicano-bilbaíno, que mató de un pinchazo y una estocada. En el sexto nada pudo hacer, porque estaba muy quedado y apenas andaba. Mata de media y da la vuelta al ruedo.” (ABC, 20 de agosto de 1971).
¿Vuelta al ruedo por "nada", señor Cañabate? Sin duda lo que hizo Curro no le gustó porque debió reducirse a los dichosos "dos pases" extraídos a base de ponerse en la distancia corta y tirar milimétricamente del astado. Puro toreo "moderno", no el trasteo por la cara que, según propia confesión, prefería don Antonio.
Pero, por encima de todo está su reconocimiento a la calidad de figura de uno de los diestros mexicanos más importantes del último tercio del siglo pasado. Los pesos de los toros que mató Curro Rivera en la feria de Bilbao de 1971 fueron 515 y 530 kilos los de Manuel Arranz del martes 17 de agosto, y 525 y 530 los de Antonio Urquijo del jueves 19. El Club Cocherito premió como el toro de la feria al primero de ellos, "Agareno", de Manuel Arranz, aunque, como hemos visto, para el cronista de El Ruedo más mérito tuvo el torero que tan bien lo cuidó y templó que el ganadero que lo crió.
Curro y Manuel Arranz, los triunfadores del ciclo
El trofeo del Club Colavidas al triunfador de las Corridas Generales de 1971 consistía en un capote de lujo, recamado de oro y piedras preciosas, con valor de 75 mil pesetas, y le fue entregado a Curro Rivera la noche previa a su presentación en la feria bilbaína del siguiente año, en la que Curro tuvo que remar a contracorriente sin más fruto que una vuelta al ruedo en la corrida del día 25, de la que resultó triunfador Julio Robles al cortarle las orejas al sexto, un gran toro de Urquijo, mientras El Niño de la Capea se iba en blanco. Antes, el 23 de agosto, la actuación de Curro Rivera, con reses anémicas de Arranz, había sido simplemente cumplidora, si bien Cañabate "redescubrió" que "toreó al tercero más despacio que otras veces"; tarde tediosa y sin trofeos ésa, con vuelta al ruedo para Luis Miguel Dominguín y muy poco o nada de Paco Camino, que anduvo de trámite.
Nótese que la empresa (Chopera) le dispensó al mexicano trato de primera figura, al permitirle repetir en 1972 con los dos hierros ganaderos de su doble victoria del 71.
En declive
Y eso fue todo. Bilbao no volvería a ver torear a Curro Rivera ni Curro encontró terreno propicio en España para repetir sus gestas de 1971. Si al año siguiente alcanzó a sumar 41 fechas, en el 73 no pasaría de cuatro –cortó su temporada, hostilizado por una campaña mediática, presuntamente digitada por Palomo Linares, que caló en el ánimo del público–; y cuando volvió en 1977, con poco ambiente, apenas pudo vestirse de torero nueve veces: lo frenó una cornada en Gijón que marcaría su adiós definitivo del país donde había nacido su madre.