El mexicano Leo Valadez, que confirmó con dignidad su alternativa, cortó una oreja del sexto toro de la tarde después de una muy seria voltereta que le pudo haber causado un gran disgusto, pero se le compensó con un trofeo, como ya es habitual en la tauromaquia moderna.
El problema es que Madrid debe seguir siendo Madrid, aunque ya no lo sea, y no se pueden agitar los pañuelos si el torero no ha estado sobresaliente. Y Valadez no lo estuvo. Es un joven que derrocha disposición y entrega, que es muy variado con el capote –se lució por verónicas, gallosinas (sic, crinolinas) y zapopinas–, y que no le pierde la cara a los toros. Pero no son esas razones suficientes para triunfar en Las Ventas.
Se arrodilló en el inicio de su faena al primero, un toro noble que embistió con fijeza, y que se fue apagando como una vela, porque no estaba criado para aguantar los tres tercios. El animal perdió las manos en varias ocasiones, pero acudió a los cites con calidad, que no fue aprovechada por el torero para levantar los vuelos de una faena que no pasó de discreta.
Menos consistencia tuvo su labor ante el sexto –el menos malo de los deslucidos toros de Torrealta–, al que dio muchos pases, pero ninguno destacado. En el inicio de una tanda con la mano izquierda fue empalado por el toro y recibió una dura paliza, que fue la antesala de una buena estocada y una oreja que paseó sonriente, a pesar de que debía dolerle hasta el alma.
La Razón (Patricia Navarro):
También venido de México llegó a Madrid Leo Valadez. Nos habíamos librado del viento hasta ahora, pero después del bochorno y el diluvió aterrizó en la de normal ventosa plaza. A Leo le importó relativamente. Se las vio en primer lugar con un remiendo de Matilla a la corrida de Torrealta, que pitones tenía como puñales. Al tercer lance quizá se echó el capote a la espalda y esas coordenadas sorprendentes las mantuvo en toda la faena. Apretó el toro en el caballo y con un molinete de rodillas en mitad de la plaza lo desafió como comienzo de faena. Inesperado. Tenía buen ritmo el toro dentro de su bravura. Leo también. Al valor le acompaña el temple y querer hacer las cosas bien. Era el día de su confirmación y apuntó cosas buenas. Al de Matilla le fallaron las fuerzas y la faena no tuvo consistencia plena pero sí seriedad absoluta.
Brillante fue el tercio de banderillas compartido y una amargura lo que vivimos después con el sexto de Torrealta. Un animal encastado y derrotón que la tenía guardada en cualquier instante. Y así fue. Por el derecho lo marcó, avisó. Hizo Valadez como si nada y en un natural no lo perdonó. Lo cogió con una agresividad tremenda. Volvió a la cara del toro como si nada, a pesar de que estaba deshecho. Cuajó dos tandas de extraordinario mérito y una estocada con mucha verdad y honestidad. El trofeo era suyo. Y la tarde.
Cadena Cope (Julio Martínez):
A Leo Valadez no hizo falta preguntarle de dónde era. Su variedad con el capote desde el inicio ya acreditó su origen. Lo intentó todo, desde las gaoneras de recibo hasta una suerte emulando a Joselito (Arroyo) en la goyesca que estuvo cerca de costarle un disgusto. El que brilló de verdad fue Alberto Sandoval con la vara. Dos puyazos tremendos que solo calaron en el Madrid de la educación. Inició de rodillas en los medios tras brindar al público y quiso correr la mano con temple. El toro, Discreído, fue tan bueno como flojo. Su falta de fuerza condicionó su voluntad de embestir. Lo intentó por los dos pitones el mejicano, pero no consiguió limpiar los muletazos. Los enganchones frustraron su ansia. Con el toro ya rendido consiguió media docena de naturales muy toreros, pero sin ninguna transmisión por la debilidad del toro. La estocada en la suerte contraria fue lo mejor.
Quitó por lopecinas (sic, zapopinas) al último de la tarde Valadez e invitó a padrino y testigo a banderillear. Fue el mejor tercio de la tarde. Escribano dejó un soberbio par de dentro afuera enfrente de Ortega Cano, en un burladero del 1, y Valadez le hizo el quite al mismo tiempo que dejó su par al violín. Pusieron Madrid boca abajo. La muleta ya es otra cosa. El toro no decía nada y Valadez tampoco se calentó. En un descuido, el toro se le coló y le pegó una voltereta espantosa. Se quedó varios segundos colgando del pitón, pero aparentemente fue únicamente el porrazo. Una tanda meritoria por el izquierdo después y una gran estocada calentaron el final. En las escuelas taurinas ya se enseña lo de cogida + trapazo = oreja. El presidente, que a estas horas debe estar de camino a Benidorm celebrando su jubilación, concedió el trofeo. Algunas orejas molestan más que un ruedo lleno de almohadillas.
Marca (Carlos Ilián):
Tarde de banderilleros y como siempre más banderillazos que grandes pares. Solo en el sexto los tres diestros lucieron más acierto y variedad en la interpretación de la suerte. Ese toro, precisamente, el último de la tarde, del hierro de Torrealta le exigió de lo lindo al mexicano Valadez que confirmaba la alternativa. En México no está acostumbrado ni a la enorme seriedad del toro ni a la casta que aprieta en cada lance y obliga a estar con los cinco sentidos. En un leve descuido, al intentar un pase natural, fue cogido librándose de la cornada milagrosamente.
Pero el muchacho no se arrugó y mantuvo con firmeza un cara a cara especialmente sobre la mano izquierda. Luego se fue detrás del acero como una vela y dejó un gran espadazo que tuvo tanto efecto en el toro como en el público hasta lograr la única oreja de la tarde. Otra oreja "mexicana" después de las que han cortado en esta feria Fonseca y Adame (sic, ninguno de los dos cortó oreja).
En su primer toro, de García Jiménez, Valadez ligó los tres mejores naturales de la tarde, muy acoplado a la pastueña embestida del toro de Matilla. Otro ejemplar de este hierro que remendó la corrida, el quinto, se empleó en la muleta de Escribano que como casi siempre se pasó de empecinado en una faena larga de la que se pueden rescatar una tanda de naturales y otra de redondos.
Llevamos medio San Isidro, tras tres años de ninguno, y han pasado ya tantas cosas intensas, buenas y malas, que si este terminara hoy, sin la otra mitad ya sería memorable, no sólo por su resurrección de feria y la presencia de la televisión, que es un gran acierto.
Pero lo bueno de verdad llevó la firma del confirmante Leo Valadez, que se mostró muy variado con el capote en el toro de la ceremonia tanto el recibo, donde intercaló verónicas con saltilleras y gaoneras, como en un quite por tropezadas caleserinas.
Solvente con "los palos", el joven mexicano abrió de hinojos en los medios una faena de mucha decisión y en la que se le atisbó muy buen corte, sobre todo al natural, ante un toro nobilísimo pero de escaso fuelle de los Matilla.
Digna actuación de Valadez, que agarró una soberbia estocada que en otros tiempos hubiera valido por sí sola la oreja que le pidieron. Y, lo que son las cosas, éste no amagó ni a dar la vuelta al ruedo que sí hubiera tenido más entidad que la que se pegó Escribano.
Con el sexto volvió a gustar el azteca con el percal, sobre todo en un vistosísimo y bien ejecutado quite por zapopinas. Pero lo importante fue la firmeza y los arrestos que mostró después con un animal muy brusco, que le pegó un volteretón de espanto, y con el firmó un emocionante y vibrante trasteo, abrochado nuevamente de manera colosal con la espada. Cortó una oreja.