Y allá fue, a indultar, total, hay que tener a la gente contenta, si se trata además, de un festejo benéfico, más allá de la importancia y seriedad de una plaza tan devaluada como la de Pachuca. Alguien dijo: "pobre Pachuca, tan cerca de ser pueblo y tan lejos de la seriedad".
Bueno, todos contentos, dieron la vuelta el torero con los ganaderos, bajo, como siempre, la polémica.
Abrió plaza Giovanni Aloi, quien se rodó de salida bien con el toro de San Pablo, que tuvo emotividad y voluntad al inicio de la faena, pero enseguida vino a menos y en el siguiente instante, terminó rajado y solo peleando en tablas. Clavó dos banderillas de frente. Más tarde, en lomos de un espectacular prieto, dejó dos violines en tablas, y con un tordillo esbozó galopes a dos pistas, que gustaron a la asistencia, ya que, por las condiciones de la res, ayudó al caballero en el terreno de tablas.
Los Forcados de Pachuca consumaron la pega al segundo intento, luego de que en el primero, con Dante Austria a la cara, el burel le echó la cara arriba de forma violenta, sin poder consumar la reunión y sin que se amilanara.
Aloi dejó dos banderillas cortas a un astado parado luego de la pega, señalando un rejón de muerte trasero y caído, con el que tardó en doblar. Hubo petición de oreja, el juez había aguantado acertadamente esa presión, de una minoría, hay que señalar, pero en un exabrupto (por así decirlo), cuando el astado (que había sido pitado en el arrastre por su mansurrón y escaso juego) ya lo llevaban las mulillas por en el patio de cuadrillas, decidió, extrañamente, levantarse de su asiento y dar una generosa oreja (en un flaco favor), y que, al menos, la poca gente que conoce de esto, terminó por abuchear tanto a la autoridad y al mismo tiempo, al rejoneador, a quien no le quedó más que entregársela a la cuadrilla, para poder solamente dar la vuelta al ruedo.
Pablo Samperio, luego de saludar con tres faroles a un astado y que en ese tercero resultó peligrosamente desarmado, con la pinta de un característico patas blancas, este con el hierro de Arroyo Zarco, instrumentó verónicas de pie, siendo así muy aplaudido, luego incluso de haber perdido las zapatillas. Cumplió en varas el animal, y se desplazó en banderillas. Ya en la muleta, se acomodó el torero con la entonada embestida de la res, que repitió con cadencia, con una importante fijeza, largo, en un trasteo que lo mismo hubo muletazos limpios que otros en los que al torero le costó hilvanar.
Así, el burel no abrió nunca el hocico, mismo que peleó en los medios. Falló con el acero, justo cuando una de las rachas de lluvia se vino con fuerza, que hizo, suponemos, que “se distrajera” el juez y que no ordenó, de menos, un arrastre lento a tan buen astado, que solo los conocedores, los contados, lo hicieron.
El tercero del festejo, de Marrón, fue para Arturo Macias, quien lo recibió con un par de faroles en tablas, para que, ya de pie, abreviara, al querer interpretar verónicas. En la muleta, luego de que comenzó su labor sentado en el estribo, lo mismo interpretó el torero vertical, ese de buen concepto, que, luego de pedir a la banda de música "Pelea de gallos", hizo ese toreo de efecto, de rodillas que hace que el público le coreara, pero no contaba con que fallaría con el acero hasta en tres ocasiones, porque en el tercer intento señaló un bajonazo, para que solamente escuchara palmas al retirarse al callejón, y también algunas palmas en el arrastre al buen astado.
El quinto, "Soñador", número 462, negro entrepelado, playero, con 475 kilos Ernesto Javier "Calita", vestido de plomo y oro, ejecutó una larga de rodillas y luego lo bregó. El toro fue mansurrón al caballo. Pasaron fatigas los banderilleros en el segundo tercio. Y en el de muleta, el diestro lo probó y enseguida se tiró a matar para terminar con el toro de dos pinchazos y estocada. Escuchó palmas al irse a la barrera.
El sexto se llamó "Sembrador" y pertenecía a la divisa de Santa Fe del Campo. Miguel Aguilar lo recibió con verónicas a pesar de la fuerza de esas primeras embestidas, al que más tarde sometió para cuajar pases ayudados que llegaron al tendido. La faena tuvo emoción, tanto por la transmisión de la toro, como por el mérito del torero, que lo entendió y que lo supo llevar, intercalando adornos como los pases de trinchera y molinetes.
El astado se empleó en varas en el peto que montaba Efrén Acosta, para después, el torero, comenzara doblándose y que terminó cuajando un trasteo que transmitió al tendido. Faena vibrante, de pases largos, a un ejemplar obediente, que no permitía errores pero que parecía fácil, siempre y cuando le hicieran bien las cosas.
A la hora de matar, no rodó el toro en el primer viaje del torero al señalar una estocada apenas desprendida. Daría finalmente la vuelta, en tanto, al toro, ¿el juez no podía ordenar la vuelta al ruedo del toro? Vaya cosas. Y luego la autoridad reclama.