Sebastián Castella fue de nuevo el héroe de la tarde al desorejar a su segundo, luego de una faena importantísima en la que primaron el mando y la técnica. Rotundo por ambos pitones, y en un palmo de terreno.

Hubo dosantinas de quietud y temple apabullantes, aprovechando la transmisión del toro con variedad y calidad.  Dejó un estocada entera, luego de la cual vinieron las dos orejas y la vuelta al ruedo al buen carolino.

Antes, en su primer turno Castella había dado una lección de maestría estando siempre por encima de las condiciones del toro. Lo exprimió con dulzura y logró torear lento a pesar de que el toro no fue siempre muy claro. Lo sujetó en los medios cuando el toro quizo irse. Perdió los trofeos por su fallo a espadas, pero recibió una ovación con saludos.

Enrique Ponce, toreó de ensueño al cuarto del festejo. En una faena vibrante sobre la mano izquierda. Haciendo al toro, dictando cátedra de paciencia y bien torear al natural donde estuvo cumbre y formó un lío grande en La Macarena.
 
Un pinchazo por la colocación de la roseta le impidió cortar la segunda oreja, en cambio dos vueltas al ruedo y una cerrada ovación de apoteosis en los medios, dieron cuenta del delirio que vivió Medellín con la faena del maestro valenciano.

En su primero no tuvo fortuna por la poca clase del toro que nunca fue humillado a la muleta de Ponce. Y aunque trató de ligar las series, la poca transmisión del toro le impidió componer una mejor obra. Mató de estocada entera tendida después de un pinchazo sin soltar.

Muy poco se le vió al colombiano Cristóbal Pardo, que dejó dos faenas sin ligazón, extraviando el libreto pronto. Y contrario a lo que debería suceder, acá fue el torero el que desnudó defectos que los toros no acusaban. En el último del festejo, escucha dos avisos y a punto estuvo de escuchar el tercero.