El tiempo pasa; diecinueve años de su presentación y dieciséis sin galopar sobre la arena de la "Santa María"… ¡volvió! El navarro Pablo Hermoso de Mendoza regresó para mostrarse y mostrar a Guillermo, su hijo, que pretende figurar -a lomo de caballo- como su genitor. Integraban el cartel dos herederos, por cuarta generación, de la dinastía Silveti: Diego y Juan; y el atractivo central: ejemplares de la ganadería queretana de Los Encinos.

Eduardo Martínez Urquidi también vino a la "Santa María" a demostrar que aunque "los toros no tengan palabra de honor", suelen manifestar las virtudes de la buena crianza. En efecto, los novillos y los toros lidiados esta noche hicieron patente que la ganadería brava está viva…

Pablo carga en sus espaldas el añejo sabor de lo que ha montado… el público lo respeta y él sabe agradecer; entendió las embestidas de "Faraón" y provocó los “olés” que tantas veces ha saboreado; a "Tormento" supo templarlo y reverdeció laureles… ¡ay rejón!; una vez más le impidió recoger los trofeos que ya –casi– tenía ganados. El grito consagratorio se escuchó en el tendido: "¡Torero!, ¡torero!"...

Guillermo tiene claro lo que quiere; deberá escuchar los consejos paternos para escalar al sitio que, si los toros le ayudan, se ha marcado. El novillo era bravo, pudo templarlo al estribo para recibir el reconocimiento de los queretanos; el novel jinete lo intentó todo… llegó la hora de la verdad y pasó “las de Caín” para matarlo. Todo quedó en palmas.

Los hermanos Silveti no fueron menos. Diego ya había escuchado la voz de esta plaza; con su primero –"Carmelo"– no lució con el capote como con la muleta, infortunadamente el estoque quedó tendido y el público lo arropó. Con su segundo –"Silverio"– hechizó al respetable; de haberle metido bien el acero, el juez Garrido lo habría premiado como lo pedía una parte del público, que terminó obligándolo a dar una merecida vuelta al ruedo.

El más joven de la dinastía guanajuatense debutaba en esta plaza; resultaría difícil definir si le pesó más el cartel, la "Santa María" o el apellido… pero el chaval pudo sobreponerse a las circunstancias. Su juventud, y las ganas de estar, hacen una mancuerna que podrá llevarlo… ¡Ah!, y qué estoconazo; el tendido se tiñó de blanco y así paseó la única oreja de la noche.