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Dos textos del Profesor Jirafales (fotos)

Viernes, 01 Jul 2016    Ciudad de México    Redacción | Foto: Archivo     
Jorge López de los Reyes con su famoso tío durante una visita a Puerto Vallarta
Jorge y Juan Carlos López de los Reyes, que colaboran en Espectáculos Taurinos de México, nos comparten dos artículos taurinos de ese gran personaje que fue su tío, Rubén Aguirre "El Profesor Jirafales", casado con Consuelo de los Reyes, hermana de su mamá.

Estos textos los escribió hace algunos años, rememorando su época de cronista taurino en la que participó en distintos medios, siendo aquella famosa transmisión de televisión desde Madrid en 1970, su logro más importante en la tarde en que confirmó su alternativa Manolo Martínez en Las Ventas.

Acompañan estas líneas una seria de fotografías del álbum de recuerdos familiares en que se puede ver al Profesor Jirafales con distintas personalidades del mundo de los toros de la talla del maestro Fermín Espinosa "Armillita", Manuel Capetillo, Juan Silveti o el rejoneador Gastón Santos, entre otros.

Aquí están los dos interesantes artículos de la autoría de Rubén Aguirre Fuentes, que están aderezados de algunos detalles de original simpatía:

ENTRAR POR UVAS

El espada entró a matar pero el estoque quedó cimbreándose en todo lo alto sin penetrar en el cuerpo del toro "pinchazo en hueso" mala suerte. Actualmente el estoque no da orejas, pero las quita; de ahí su importancia.

Los públicos actuales andan desorientados con la estocada. Creen que matar bien es matar a la primera. No se fijan ni juzgan el estilo del matador, sino lo que podríamos llamar “el gol de la estocada. Esto ha hecho que los toreros no se fijen en matar bien sino en matar pronto.

Así se extravió la suerte de "recibir", el auténtico "volapié", "aguantando", "a un tiempo" y otras, aunque por las condiciones de los toros que se lidian hoy en día, casi todos deben ser muertos "a volapié" porque llegan a la  última suerte casi parados.

Nuestra opinión en torno a este momento llamado "supremo" es la siguiente: Preferimos un buen pinchazo a una mala estocada. Pinchar con todas las de la ley equivale a matar al toro aunque el toro no se muera. Un pinchazo en todo lo alto es siempre mejor que una estocada caída.

La primera condición del bien matar, es que el toro esté "cuadrado" o "igualado". Esto tiene una explicación anatómica. Para penetrar mortalmente en la caja toráxica del toro, el estoque debe introducirse por el cuadrilátero formado por dos costillas, la columna vertebral y el borde del omóplato. Si el toro no tiene las manos juntas, al menos sobre un mismo plano (toro igualado), el pinchazo es inminente.

Para clavar el estoque hay que empujarlo. El estoque se empuja echando todo el peso del corazón sobre la empuñadura. Lo malo es cuando el corazón pesa poco; entonces el estoque no entra aunque el toro esté "cuadrado".

Hay toros que aunque "cuadren" son difíciles de matar porque se "tapan"; "taparse" es el hecho de levantar los toros el cuello cada vez que el matador se” perfila” para entrar a matar.   Los toreros de antes definían esta dificultad diciendo con expresiva y graciosa metáfora que el toro "se aprieta la corbata".

Hay un instante, el más terrible del toreo -porque se le pierde la cara al toro- en el que el brazo que "vacía" (dar salida) y el que clava, forman en el aire una cruz. "Cruzar" es hacer bien "la cruz"; no hacerla intencionalmente es matar con ventaja “a paso de banderillas” alargando el brazo , "cuarteando", volviendo la cara, etc.

El torero desde el segundo pinchazo pierde la sonrisa porque empieza a luchar contra el reloj. Sabe que pronto viene el primer "aviso" y luego el segundo y finalmente al sonar el tercero le devuelven vivo el toro a los corrales.

Hay dos clases de estocadas: la que mata y la que puede llamarse "de media muerte" Para convertir esta última en aquella –la inofensiva en mortal y evitar que el espada tenga que "perfilarse" de nuevo, están los que humorísticamente se llaman "enterradores", peones en rueda de capotazos con los cuales se intenta convertir la espada insuficiente en otra de efecto. Esto es posible porque al mover con rapidez la taza  –o sea, el toro también se mueve por dentro la cucharilla –o sea, el estoque clavado.

LA SUERTE DE VARAS

Antes de hablar sobre la suerte de varas, permítanme contarles una divertida anécdota sucedida allá por los años cincuentas. Fue el estreno de la ganadería de Armillita Hermanos en una corrida que se celebró en Tijuana, y en la que participó el valiente torero español José María Martorell, cordobés por cierto. Días después de la susodicha corrida, ya en la ciudad de México, en una entrevista para radio, Paco Malgesto le preguntó: "díganos, maestro, ¿qué le parecieron los toros de Armillita Hermanos?", a lo que Martorell contestó: "Pué mie uté, son negros como Juan, ciegos como Zenaido y saben lo que Fermín".

Y ahora sí, como decían los aficionados de antaño, "al toro que es una mona"...

Es bien sabido que la casta de los toros va por dentro y ésta no se ve –suerte de varas hasta que le abren el primer boquete.

El toro tiene que sangrar para justipreciarle su sangre. El ruedo tiene pintadas con cal dos rayas en círculos concéntricos separadas dos metros una de la otra a más o menos a un tercio de la barrera, que se denomina “raya de los picadores, una frontera que el picador (torero a caballo) no deberían nunca violar.

Dicha raya se pinta, no para obligar al toro a sobrepasarla, sino para que no pase de ella el caballo. Este círculo fronterizo no es para medir la valentía del jinete, sino para calibrar la bravura del toro; El picador temeroso no quiere apartarse de las tablas y nos recuerda al que no se aparta de la orilla por temor a las olas. Al  no quererse apartar de las tablas y salir hasta la raya en busca del toro, el picador pide desde el caballo que se lo cierren. "Cerrar al toro" es aproximarlo a la barrera, obligándolo con los capotes a que sobrepase la raya antes dicha. Con esta maniobra no puede apreciarse, "ganaderilmente" hablando, lo que un toro da de sí.

Únicamente picándolo "abierto" (el toro en su sitio y el caballo en el suyo) es como se puede calibrar esa suma de matices que el ganadero y el buen aficionado necesitan para calificar acertadamente a un toro por su pelea en varas.

"Picador atrevido –dice el refrán– libra del descrédito al ganadero". En efecto: cuando, haciendo embestir a un animal, se echa el equino encima del bóvido, la mansedumbre de éste se tapa o se disimula a favor y halago del picador hacia el ganadero.

No hay ni puede haber buena lidia si cada pieza taurina no está en su sitio. Con las piezas trastocadas, el toreo no funciona o funciona mal. La lidia mal llevada da la aburrida y desordenada impresión de un herradero o de una capea pueblerina.

El torero de más antigua alternativa, el primer espada, es quien debe, como “director de lidia”, manejar sobre el redondel las piezas del toreo. Mientras se pica, ha de cuidar que no permanezca nadie tapándole la salida al toro, si se le tapa tal camino no se puede calibrar con exactitud los quilates de bravura. Al toro hay que dejarle esa puerta abierta, ese camino libre, para que de tal manera, si no huye pudiendo huir, es que es bravo de verdad.

En algunas plazas, como la de Madrid, el reglamento señala dos puyazos como mínimo, pero eso es un error: por encima de la mecánica reglamentaria, debe prevalecer el inteligente criterio del juez de plaza. A la pregunta de cuántas varas se le deben poner a un toro, la mejor respuesta es ésta: "Las que necesite".

Los toros que derriban al caballo se denominan "escandalosos". El hecho de derribar es síntoma de poder, ya que los mansos también derriban. Cuando el toro aúpa con las astas a caballo y picador y los sostiene unos segundos en vilo, se dice que "romanea".

Todo lo anterior no es sino teoría y lo que debería ser, pero desgraciadamente en la actualidad vemos cada vez con más frecuencia que ni el primer espada ni el picador ni los subalternos ni el Juez de plaza acatan ninguna regla y se lleva la lidia como Dios les da a entender sin que el público proteste, porque la mayoría ignora, también, el verdadero significado de la suerte de varas.

Los petos actuales hacen que los caballos parezcan disfrazados de sofás, cuando el reglamento establece forma y peso de los mismos.

Por último, a ese público sensiblero que se escandaliza porque pican al toro, debo decirle que al verdadero toro, con poder, empuje y bravura, hay que "pegarle", y duro, no solamente para ver su sangra brava, sino para quebrantarlo lo suficiente para ver una buena faena de muleta.


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