Juan Silveti, "Juan sin miedo", como se le conocía en su tiempo, además de ser figura del toreo, consiguió algo aún más difícil: ser torero de leyenda. Y no se le ha hecho justicia, ya que de sus grandes triunfos en los ruedos se habla y se escribe muy poco, quizá por desconocimiento de la historia del toreo.

Hubo una temporada en México, la de su  consagración, en la que superó a Rodolfo Gaona, a Juan Belmonte y a Ignacio  Sánchez Mejías. Por los frecuentes baños que les dio a los tres le pusieron "El hombre de la regadera". Vivió como le dio la gana. Fue parrandero, mujeriego y jugador, y cuando estaba entre amigos y había que brindar, lo hacía con singular alegría.

La víspera de una tarde en la que estaba anunciado en El Toreo de La Condesa, se fue de juerga hasta el día siguiente... el de la corrida. No había dormido y decidió vestirse de torero muy temprano y salir para la plaza. Faltaba mucho tiempo para el principio de la corrida.

En la enfermería de la plaza había dos camas. Se quitó las zapatillas y la chaquetilla y se quedó dormido. Aproximadamente, media hora antes de la fijada para el comienzo de la corrida, entró a la enfermería el médico de plaza acompañado por Vicente del Hoyo, que era el apoderado de Silveti y relató más tarde así la siguiente anécdota:

-¿Que te pasa Juan?¿Cómo estás?

-No me pasa nada. Vine a calentar esta cama porque si al rato me trinca un toro, no me gustaría acostarme en una cama que esté fría -contesto El Tigre de Guanajuato, otro de sus apodos, con esa zalamería que le caracterizaba.

A lo largo de su longeva carrera taurina, que duró cerca de treinta años, Juan Silveti Mañón sufrió unas treinta cornadas de las que siempre se repuso con arrojo y una tremenda valentía que fue la que le hizo ostentar aquel famoso apodo de "Juan Sin Miedo".