Y luego, lo que el lector ya conoce pero el columnista ignora, pues escribe estas líneas, como siempre, antes de la corrida del domingo, bajo el peso de la incógnita que despejará la tarde. Pero en este caso campeaban desde muy antes en el ambiente insólitas seguridades. Por ejemplo, que muy pocas veces habrá vivido nuestra capital tan fantástica expectación en torno a una corrida de toros. Que José Tomás cumplirá en ella su liturgia por encima de los bichos de Fernando de la Mora y Los Encinos que le depare el sorteo. Que Joselito Adame le y les plantará cara con su casta y enjundia acostumbradas. Y que, paradojas de la vida, el mayor lleno jamás vivido en los 23 años que llevan los señores Alemán al frente de la empresa capitalina –boletos agotados meses antes—se los obsequian dos toreros a los que pusieron en el pasado todas las trabas posibles, en contra de la opinión y aspiraciones de los aficionados. Mismos que han ido abandonando paulatinamente el coso, hasta convertir con su ausencia la fiesta en simulacro de velorio.
Otra seguridad priva: que con un par de corridas rodeadas de esta aura mágica y multitudinaria por temporada, la Fiesta estaría a salvo de torpes maniobras en su contra. Aunque no, me temo, de la depredación imparable y rastrera de los propios taurinos.
Por ahora, todo lo que se me ocurre es intentar reflejar tamaña expectación en un poemín ligero y un punto travieso, previo al mano a mano JT-JA, que titulé precisamente así: Expectación.
Dos Josés frente a frente, vaya lío, / sobre todo si el toro no es un tío / y el que ayer los vetó urde hoy negocio / con la reventa impune como socio, / mientras la autoridad, allá en la higuera, / va llenando de babas la batea, / y brama loca la hez antitaurina / esperando de los medios su propina.
Ustedes a lo suyo, a no hacer caso, / a conseguir que hasta parezcan bravos / de Encinos-De la Mora los morlacos, / que el arte de torear es fuego y magia / cuando en mitad del coso se acompasa / y torna su violencia en sutil danza.
José y José, no nos desilusionen / ni el demonio les muerda los talones; / con ardiente quietud y pulso maestro / sepan honrar a todos los ancestros / que de Pedro Romero en adelante / con su sangre y su genio dieron carta / de arte mayor a doña Tauromaquia.
Torneo de incompetencias
Que el nombre de El Juli también atrae es indudable, gracias a lo cual la evidencia del caos reinante en la tauromaquia mexicana del siglo XXI pudo hacerse patente ante más de veinte mil almas, el domingo anterior. Y Julián correspondió a sus fieles con una señora faena de muleta, guante de seda en brazo de hierro, y a los escépticos los afirmó en sus razones permitiendo que le soltaran en segundo lugar impresentable torete. Oro y chatarra en infamante confusión. Pero decir que ese par de episodios dominaron la tarde sería reducir su rica gama de significados. Tirando de la hebra es posible desanudar reveladora madeja, un verdadero muestrario de ineptitudes del que acaso se pueden extraer conclusiones útiles:
1) Julián López Escobar, maestro más que maduro, sigue pensando, no obstante –y lo mismo da si es él o su gente, pues la responsabilidad mayor le atañe—que a México se viene a tentar de luces y a engrosar cuentas bancarias. Es un misterio cómo torero tan poderoso y lúcido malgasta así sus dones y se exponerse tontamente al desprestigio. Pensará, quizás, que le basta para mantenerse en el candelero con los favores de la publicrónica, siendo que aquí la gente prácticamente no lee de toros ni le interesa la marcha de la fiesta, y si acude a las plazas lo hace atraída por unos cuantos nombres sonoros cuyo poder de seducción viene de lejos, en su caso de aquellos años de adolescencia precoz en que maravillaba a moros y cristianos. Esta tarde, cuando ya había convencido a todos con la madurez de su arte, ninguna necesidad tenía de que el insignificante 5o. pringara su magnífico cuadro, mal rubricado de estocada baja. Tal vez, en el fondo, lo suyo sea simple menosprecio por una afición incapaz de darse a respetar.
2) El madrileño había sujetado a un manso huidizo pero noblón con la persuasión de su muleta, y captando que la embestida del berrendo era más corta por el pitón derecho, para ligarlo por ese lado se mantuvo vertical, deslizando el engaño con mano muy baja, codilleando un poco y rotando suavemente la muñeca; en cambio, al advertir que por el otro lado el viaje del “Malagueño” era más largo, se estiró siempre y redondeó al máximo sus naturales, sin duda los mejores –por lentos, mandones y templados-- que le ha visto la Plaza México. El final de faena, en tablas por lo rajado del burel, fue un alarde de variedad y dominio por ambos pitones, y solamente lo caído de la estocada afeó el remate de la obra. Mas no era para negar la primera oreja –la de público, clamorosamente solicitada—, como decidiera, caprichosa y neciamente, el hoy suspendido juez Gilberto Ruiz Torres.
3) La incompetencia de la autoridad hace mucho que está tocando fondo. Es como si a un público villamelón e ingenuo se quisiera corresponder con jueces no menos ineptos. Y en eso basara su política la Delegación Benito Juárez, olvidada del elemental respeto a la afición, desdeñosa del valor cultural de la Fiesta y obsequiosa con una empresa que ha hecho de la autorregulación bandera y del voluntarismo entreguista su divisa. Torpedear la observancia del reglamento y alejar al aficionado plural han sido sus mayores logros. Para que luego se niegue que el propósito escondido --de ambas partes en colusión—no fuese otro que vaciar la tauromaquia de sentido y la plaza de espectadores.
4) Visto lo cual, no es de extrañar que se le dé a El Zotoluco trato de figura –a escala mexicana, se entiende--, precisamente cuando más se va acentuando su declive. La antedicha tarde, se le aplaudió su decisión ante el bronco y huidizo primero, pero no tiene perdón el desperdicio del 4o., un “Guantero” cárdeno y en tipo, que además de repetir con nobleza derrochó clase por ambos pitones, el izquierdo sobre todo. Que se le haya homenajeado con arrastre lento y gran ovación mientras dividía tenuemente opiniones la extralarga, inconexa y avisada faena de Eulalio señala lo desaseado que estuvo, tandas cortas con abuso del pico, reponiéndose a brincos entre pase y pase, incapaz de plantarse y ligar el toreo ajustado, rotundo y rítmico que la deliciosa embestida demandaba.
5) Joselito Adame cortó la única oreja y, sin embargo, dio un serio paso atrás, nada que ver con su espléndida tarde de presentación. Machacón sin más con el soso 3º, se encontró con un cierraplaza protestado de salida –por chico y feo--, pero emotivo y repetidor en el tercio final. Embestidas sin clase las de “Vencedor” y toreo a destajo del hidrocálido, eléctrico y con frecuencia destemplado. Que un aspirante a primera figura inicie faena con una docena de rodillazos, y la concluya con retahíla de veloces manoletinas da que pensar. La estocada citando y esperando para quitarse a la hora buena, aunque haya dejado el acero arriba, tampoco justificaba la oreja, y las protestas interpretaron perfectamente el sentimiento de desilusión provocado por una faena del montón, en el torero menos indicado para ello. Que el mano a mano le sirva de desquite.
6) De carísimos a baratos los apéndices, de cuatreños hechos a chivos los bureles, de bordadas a desastradas las faenas, faltaba tan solo que el público se integrara también a ese magma de incongruencias. Y sucedió pronto, con el abreplaza, cuando las palmas obligaron a Christian Sánchez a saludar tras un par cercano a la paletilla y otro a media viga. Como Christian es el récordman de la especialidad en Insurgentes, y como en el último par exhibió facultades y recursos, citando al manso en paralelo a tablas para sesgar por fuera para clavar muy trasero, a la gente se le hizo fácil llamarlo al tercio. Increíble.
¡Suerte! Por todo y para todos en el mano a mano. Demasiado se jugaba, especialmente en el terreno simbólico, como para no desear que hayamos tenido ayer una tarde, por una u otra causa, memorable.