Con su arrollador paso de figura, Joselito Adame tumbó caña en León y se alzó con un triunfo rotundo de tres orejas, lo que le valió para conquistar la salida en volandas, mientras que El Pana y Morante dejaron el aroma de su torería y cosecharon oreja por coleta.

Adame se encontró con un segundo de su lote que se prestó para el lucimiento, ya que se movió con recorrido y le permitió instrumentar una faena emotiva. Antes, al momento de banderillearlo, fue cogido de forma espectacular y el pitón del ejemplar le destrozó la taleguilla.

Brilló el hidrocálido por derechazos y la faena alcanzó su punto máximo cuando endilgó dosantinas, ya con el público leonés puesto en pie. Aunque la estocada no fue suficiente y requirió del descabello, le cortó las dos orejas a petición popular y redondeó una tarde importante para él.

Y es que ya le había tumbado una oreja al tercero del festejo, toro de Teófilo Gómez que tenía poca fuerza. Limpió el quite por gaoneras que ejecutó Joselito, para después instrumentar una faena de cabeza clara y cuidando siempre las embestidas a media altura. Pinchazo y estocada, para llevarse el trofeo.

El Pana abrió plaza y dejó constancia de su pinturería con el capote. así como algunos destellos con la muleta, donde destacaron los pasajes con la sarga en la diestra. Mató de pinchazo y una estocada trasera, para de esta forma oir palmas mientras se retiraba a la barrera.

Labor más consistente la que El Brujo realizó delante de su segundo, con el que consiguió ligar series derechistas de buen acabado, así como ese genial trincherazo que constituye un sello muy personal. Aires de toreo añejo los de Rodolfo, que a la postre se alzó con la oreja luego de pinchazo y estocada entera.

El duende de Morante aterrizó en León, sobre todo en dos trincherazos y un pase de la firma que bordó con el primer ejemplar de su lote, al que después toreó con reposo por ambos pitones, destacando suaves naturales impregnados de ese empaque tan especial que atesora el sevillano. Pese al pinchazo inicial, le fue otorgada una oreja.

Tuvo que cuidar al segundo que le correspondió, ya que no estaba sobrado de fuerza y carecía de gran recorrido. Con claridad de ideas, y suavidad de procedimientos, estructuró un trasteo de cabos finos, siempre con momentos llenos de torería. De haber estado fino con el acero, hubiera tocado pelo.