Como una gota de oro (video)
Domingo, 17 Ene 2016
México, D.F.
Juan Antonio de Labra | Foto: Sergio Hidalgo
Morante cuajó una faena antológica en la Plaza México
Morante venía inspirado. Se le notaba en la mirada. Quizá porque es consciente de que ha comenzado un año muy especial en su carrera, el de su regreso a La Maestranza de Sevilla, de cuya temporada será el eje argumental de un anhelado reencuentro, tanto para él como para la afición del coso del Baratillo.
Así que hoy lucía relajado, sereno, a gusto con la gente y con dos toros que exigían gustarse mucho para transmitir emociones. Y eso fue lo que hizo: transmitir todo su "ser torero", volcarse en cada suerte -¡cargarla, señores!- y conectar con el público de la Plaza México, que se regodeó en todo cuanto hizo el de La Puebla.
Y lo más maravilloso de su antológica faena a "Poeta", que de poeta no tuvo casi nada, fue que haya podido hacer tanto con tan poco. Porque ciertamente ese toro, que más que embestir pasaba, y con la cara a media altura, le insinuó a Morante que podían acoplarse bien si él estaba decidido a entregarse. Se lo anunció desde el angelical quite por chicuelinas, tan distintas a las de otras figuras señeras que hicieron de este quite un pedestal del arte. Quizá porque fueron chicuelinas a compás, con aroma de soleares, que hicieron vibrar a la gente.
Los doblones del inicio mantuvieron ese mismo tono de cadencia, de ritmo lento, y a partir de ahí la inspiración de Morante brotó desde lo más profundo de su ser en los redondos, los naturales, los cambios de mano, los de pecho -un que fue una auténtica joya- y el resto de los adornos que compusieron esta obra torera.
Morante se olvidó de que tenía cuerpo y su expresión levitó en el ambiente con esa misma alegría de la saboreada vuelta al ruedo tras haberle tumbado las dos orejas al toro de "la ilusión", ése que no emociona a nadie, al que fue capaz de cincelar una obra de arte de una andalucísima dulzura, tan similar a la del "tocino de cielo".
Ya la primera faena había sido un bosquejo de ese talante suyo, en el que el empaque y la naturalidad son la misma cosa; es decir, dos atributos que nacen de la misma esencia y habitan en la misma persona. Y por eso al final, en la salida a hombros, Morante iba con esa satisfacción tan grata de haberse sublimado, de haber hecho sentir su palpitación a toda la plaza.
Caldeado el ambiente con lo realizado por el sevillano, El Payo salió a hacer lo suyo: a no dejarse ganar la pelea, a demostrar que su toreo ha ganado en expresión y que cada día torea mejor, con más fondo y más gusto, con un aguante que le permite sacar lo que lleva dentro como persona.
Las dos faenas del queretano, sobre todo la primera, y los mecidos lances al quinto, fueron detalles de esta transformación que ya viene de meses atrás en los que Octavio ha comenzado a buscarse, a sumergirse en sus sentimientos para dejarlos aflorar delante de los toros.
Y si es verdad que se dejó en la punta de la espada el corte de una valiosa primera oreja, mostró este concepto que despierta inquietudes favorables: la del torero maduro que ya encontró su camino.
A diferencia de esta empatía que surgió del toreo El Payo con la gente, Fermín Espinosa "Armillita IV" tuvo en contra la falta de trapío y de bravura del tercero, un toro protestado de salida. No pudo revertir el nieto del maestro Fermín la hostilidad inicial, que más tarde se trocó en frialdad por parte del público, aunque trató de hacer bien las cosas.
Tampoco en el sexto conectó por más intentos que hizo por plantarle cara a otro de estos toros de hoy, tan peculiares, de los que hay que ver lidiar bastantes, no sólo de esta ganadería sino de muchas otras, para que de pronto uno rompa a embestir con transmisión. La verdad es que varios ganaderos le han echado demasiada agua al vino, y ahí están las consecuencias.
Pero al margen de ello, la estela del arte de Morante quedó esparcida sobre la arena, y por eso es una pena que sólo se haya acartelado una tarde en la Temporada Grande. Sin embargo, aquí nos deja esta faena como una gota de oro, redonda, rotunda y hermosa, con la que salpicó el eufórico corazón de la gente.
Ficha México, D.F.- Plaza México.- Decimocuarta corrida de la Temporada Grande. Un tercio de entrada (unas 14 mil personas) en tarde espléndida. Toros de Teófilo Gómez, disparejos en presentación (el 3o. protestado por su falta de trapío), nobles, flojos y descastados en su conjunto. El 4o. fue premiado con un excesivo arrastre lento. Pesos: 490, 548, 516, 539, 488 y 484 kilos. Morante de la Puebla (nazareno y oro): Ovación y dos orejas. Octavio García "El Payo" (azul turquesa y oro): Palmas y ovación. Fermín Espinosa "Armillita" (violeta y oro): Silencio en su lote. Incidencias: Al finalizar el paseíllo se tributó un minuto de aplausos a la memoria del ganaderoAlejandro Arena Torres Landa, fallecido días antes. Destacó con las banderillas Gustavo Campos, que saludó en el 4o.
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