Que un torero se juega la vida es una realidad; pero la evidencia, con toda su crudeza, la vivimos hoy en Guadalajara. Los elementos estaban dados. Una corrida –en el papel– muy seria, con edad evidente y romana; a eso le agregamos una tercia en el cartel con la imperiosa necesidad de un triunfo importante; pero en una plaza que le diera proyección a ese campanazo. Durante el desarrollo de sus actuaciones, tanto Gerardo Adame como Ricardo Frausto tuvieron en un “ay” a la afición tapatía.
Claro que en varios momentos, el toreo bueno revoloteó con gracia en el ruedo de la "Nuevo Progreso". Sin embargo, como el encierro –excepción hecha del sexto– no se prestó para el lucimiento, no era cosa de pasar por alto el clavo, por muy ardiente que estuviera.
Adame hoy se llevó el gato al agua, mas Ricardo Frausto, de no haber sido por sus yerros en el que cerró plaza, tal vez habría equiparado la cosecha con su alternante.
El segundo de la tarde, le correspondió al triunfador. "Artesano" de nombre, con 540 kilos en los lomos, no fue un dechado de virtudes. Justo es decir que ninguno desarrolló sentido, pero sí evidenció el comportamiento propio de la edad… y algo más. El de Pastejé (uno de los dos que se lidiaron) fue bregado como inicio de la faena de capote, para después realizar lances a pies juntos que fueron del gusto de la parroquia.
El burel, como el resto de sus hermanos atacó con fuerza al penco de Héctor Cobos quien lo aguantó en serio, para llevarse una carretada de aplausos. En el quite, Adame cosechó sus primeras ovaciones fuertes. Citó en el centro del ruedo a gaoneras por el lado izquierdo, pero el toro se terció de fea manera; sin embargo, el torero se quedó firme y cuando a muy corta distancia arrancó el toro, su capote cambió de lado al derecho para ejecutar una saltillera.
Ya con el toro en jurisdicción, le siguieron las gaoneras, tan reunidas o más que la saltillera. Ovación fortísima al calce. Luego de solicitar la venia a usía, a un toro que había conservado mucha fuerza, le sometió con toreo por bajo con una rodilla flexionada que también mereció los aplausos. La receta (como si fuera fácil) para estar muy digno fue haberle aguantado horrores, incluido uno que otro parón espeluznante. Series de mérito por ambos lados y un espadazo entero, un tanto desprendido fueron suficientes para recibir una cariñosa –y aliviada– ovación en el tercio.
Vendría una entrega mayor aún. Para recibir a "Pelotero" –menudo compromiso con el nombre– el aguascalentense optó por el paso uno: bregar a un toro con tendencia a salirse de la suerte y mostrarle que el camino es quedarse en la capa de su matador. Cuando Gerardo Adame lo colocaba en suerte a los caballos, le echó mano de muy fea manera; todo quedó en susto mayúsculo y un gran puyazo –ovacionado por supuesto– de Guillermo Cobos.
Y a fajarse. El toro mirón, un tanto gazapón y sin total entrega, el de Aguascalientes le bajó duro la mano, para cuajar entre oles, las emotivas series por ambos lados, siempre bien rematadas con el de pecho. No fue una faena preciosista. Fue de entrega total, de mostrar a gritos que se quiere ser torero y que se es capaz de ofrendarlo todo. Bajo ese tenor fueron las manoletinas finales, en las que parecía que el toro se llevaba lentejuelas y alamares. Un pinchazo hondo que bastó y una petición mayoritaria que atendió el biombo de la autoridad
Hambre, hambre de triunfo es lo que Ricardo Frausto nos demostró la tarde de hoy. Cuando fue su turno, su antecesor había cosechado una ovación y la preferencia del público presente. Y pues, no iba a dejarse ganar la batalla, ni dejar de cumplir el compromiso consigo mismo. Así que se fue a la puerta de hinojos. Desgraciadamente, el toro iba arrollarlo y, aunque había iniciado una larga afarolada por el lado izquierdo hubo de tirarse a la arena.
Enrabietado, se fue al centro del anillo a torear por chicuelinas pero "Rociero", no estaba dispuesto a cooperar y le echó mano, para meter el pitón por debajo del chaleco, para destrozarlo, y por el derrote, partirle una parte de la casaca. Creímos que el asunto era grave, por la forma en que lo cargó sobre los pitones.
Que al menos, le había fracturado un par de costillas. Susto enorme en las alturas, aderezado con el murmullo de los percances graves; cuando el torero se puso en pie, todo mundo exhalamos. No fue sencillo el segundo tercio, así que el presagio no era halagüeño. Pero la oportunidad de reverdecer laureles en la que fue su plaza insignia como novillero; en la plaza que recibiera su alternativa, con un cartel de inigualable tronío (“Morante de la Puebla” y Julián López “El Juli”), por ningún motivo la dejaría pasar, así porque sí.
Bueno, eso nos mostraba el torero. Maltrecho, pero sin aspavientos, le plantó cara al astado que gazapeaba y a base de aguante toreó en series, fundamentalmente con la izquierda que tuvieron temple y expresión, todo ante el toro que llegó a frenarse a medio viaje, por lo que se llevó otro achuchón, ante el reconocimiento de una plaza emocionada. Cobró una entera desprendida que no opacó su buen quehacer y llevarse a la espuerta una oreja que en la vuelta al ruedo le era solicitada.
El sexto de la tarde si le dio mayores posibilidades y a fe buena que Frausto las capitalizó, aunque –justo es decirlo– no consiguió redondear plenamente una faena que inició con buenos lances de capa, un quite voluntarios por gaoneras; pero que mejoró sustancialmente con la muleta. El inicio fue muy torero, en su toreo por bajo con rodilla flexionada para someter a "Tomatito" que tuvo emotividad, fijeza y mucho –el que más– trapío. Las series fueron intensas con la derecha y con dimensión también con la izquierda.
Anotamos un torerísimo cambio de mano por delante que fue ligado con uno de pecho que aún dura. Cuando esperábamos la culminación de su buen trasteo, se echó la espada a la cara para darse a pinchar con el estoque y la de cruceta hasta escuchar un par de aviso que a punto estuvieron –las trompetas ya en ristre– de escuchar el tercero. En fin que, a pesar de este desaguisado, Ricardo Frausto se retiró con sus bonos a la alza y su enemigo con aplausos en el arrastre.
Mi paisano Oliver Godoy es muy buen torero. Serio, pulcro, en momentos hasta solemne y es innegable su valor sereno y buen gusto. Un deleite para los buenos aficionados. Hoy, que los toros no se prestaron consiguió pasajes de mucha valía, toreo de muchos quilates. Pero es que no se conecta con el tendido ¿Por qué? Yo no lo sé de cierto. En su primero escuchó un aviso en silencio, mas nadie pitó –no tendrían porqué– su labor.
Con el segundo de su lote, cuarto de la tarde –complicado como el resto– nos deleitó con sabroso toreo por bajo con la muleta en la mano izquierda, a un toro que no humilló; que iba con la cara alta, sin entrega, deslucido, y que terminó por huir. Oliver aceptó los terrenos del toro en la querencia para robarle, sobretodo, una serie por derecha que unificó los criterios de una plaza tan difícil como la "Nuevo Progreso". Sepultó una entera que bastó y fue llamado al tercio.
Ahora, de nuevo la espera hasta febrero para degustar –que así pinta– la segunda parte de la temporada. Por lo pronto, habremos de estar pendiente de actividades de las inquietas peñas de la ciudad. Por lo pronto, la toma de posesión el próximo viernes de la nueva presidencia de la Mal de Montera, así como el festejo del Día del Novillero, más lo que se acumule esta semana.