Por donde se le viera, un cartel sin desperdicio. Un hierro serio, que siempre ha venido a esta plaza con señorío en la presentación de sus encierros y que en varias ocasiones, los pupilos de don Octaviano García mostraron condiciones para el buen toreo.
Una tercia de coletas con disposición –primero– y con argumentos suficientes para comparecer en el cartel de triunfadores de la temporada-certamen (Por un Novillero Monumental) de novilladas de la plaza Nuevo Progreso. Añada usted, sol en plenitud, clima agradable y sin brizna de viento. Con estos ingredientes, la tarde pintaba para ser monumental: pero la verdad es que no lo fue. Sí, los toreros estuvieron a tope, mas el encierro en su juego, no estuvo a la altura de otros de la misma casa.
Quien tuvo mejor suerte en el sorteo fue Diego Emilio, quien tuvo cara y cruz en la temporada. Una cornada fuerte en su repetición, por un lado, y el favor del público de esta plaza que hoy lo llamó al término del paseíllo. "Aventurero" –primero de su lote– fue aplaudido al saltar al ruedo, a pesar de haber sido el de menos imponencia de lo que se lidió esta tarde.
Diego lo recibió con chicuelinas voluntariosas para después de que fuera picado le realizara un ceñidísimo quite por gaoneras rematado con una revolera para escuchar una sonora ovación. Inició la faena de muleta, que parecía que tomaría un vuelo importante, con buen toreo por bajo; pero el de don Octaviano se vino abajo estrepitosamente. Fue bravo, tuvo fijeza, obediencia y nada de fuerza. Terminó con una embestida lenta sin emoción. Tres cuartos de acero y un par de golpes con la corta. Silencio.
Lo bueno se dio con el cuarto de la tarde. "Muñeco" de nombre, lo era como ejemplar de lidia: negro, muy enmorrillado que fue aplaudido de salida y al que recibió por delantales que se convirtieron en verónicas voluntariosas. Subió de tono la faena cuando Alvaro Carrillo lo prendió en todo lo alto y llevarse una sonora ovación. Se incrementaron los decibeles en el quite combinado de navarras con tafalleras con pinturero remate al soltar una punta del capote. Para someterlo había que fajarse con el morito en toreo por bajo.
Ya con el toro en la canasta se dio a torear con la diestra con mano muy baja. Cambió a la izquierda, aunque no mantuvo el tono, así que reconsideró y retomó el toreo con la diestra. Como broche de su trasteo, se enredó en bernardinas para infarto. Una entera contraria que fue suficiente y que el biombo concediera una oreja. A fe buena que esperaba el arrastre lento, pero niguas. Una oreja, el trofeo "Manuel Capetillo" y un salvoconducto para Aguascalientes fue la cosecha por este trasteo.
Quien se fue con un entripado fue el sevillano Rafael Serna. Su faena con "Mariachi", un negro veleto tocado del astifino pitón izquierdo y al que, ahora sí, el hispano ya le entendió el ritmo mexicano a los toros. Destacó en un quite por tafalleras, la última con intento de cambio de lado en la cara que por poco le cuesta un cate. Pero los deseos de triunfo así se lo pidieron.
Su faena de muleta la inició con suavidad –escasillo de fuerza se lo pedía– para rematar con un cambo por delante y ligarlo con el de pecho sin solución de continuidad. Al de El Vergel le costaba trabajo desplazarse, pero el andaluz le supo esperar para realizar un par de series con la diestra y “ligar” series con la izquierda con pases kilométricos y templados; sobretodo uno de ellos que terminó en el último hilo del pico de la muleta. O sea… con dimensión, ritmo mexicano y bien hilvanado con el de pecho hasta allá. Leal a su oficio sepultó una entera que fue recibida con abundante petición que, oh sorpresa, el pañuelo blanco se atoró en la bolsa de don Arnulfo. El público le reconoció y lo llamó a dar una vuelta al ruedo entre dianas y ovaciones.
El quinto de la tarde fue violento y desde banderillas cortaba el viaje. Después de varas pareció que se enmendaba la plana, hasta que rodaron por la arena el toro y las posibilidades de un buen trasteo. Serna insistió; se fajó con él para conseguir algunos pases de mucho mérito, pero era por demás. Raro en él, se tornó pesado con los aceros hasta escuchar un aviso y algunas palmas de apoyo.
Leo Valadez tuvo el santo de espaldas. Otra vez le pintaron bastos en el sorteo. Su primero, Charrito, un toro precioso de pelaje –cárdeno girón, paticalzado y muy armado– embistió de largo para propinarle un tumbo a David Vázquez. Realizó un voluntarioso quite por chicuelinas con remate de revolera con manos muy bajas. Ya en palos se puso andarín y con la muleta se hizo Valadez del toro con rodilla en tierra y duro sometimiento.
Faena meritoria, si toma usted en cuenta que al final del muletazo, el ejemplar tiraba un tornillazo como pa’ espantar a cualquiera. Leo ni suda ni se acongoja. Para colmo, luego le dio al tal "Charrito" la de puntear en el viaje. Hasta ahí dio el toro. Una entera baja para retirarse en silencio al callejón.
Con el negro listón cierra plaza, el aguascalentense se enredó en verónicas con una rodilla flexionada para rematar con un remate de pintura en el que se cambia de mano el capote para dejarlo caer en la arena. Las ovaciones más fuertes las escuchó durante su particular interpretación de la Zapopina. Esto es, de frente, con el compás abierto y mucha quietud. El remate fue un vistoso manguerazo de Villalta.
El resto fue un reto por las condiciones de su enemigo. Avispado es el adjetivo que me viene a la mente. El torero debía estar muy listo con él y Leo hizo ver al novillo con bondades que estaba muy lejos de tener. El joven torero hace que las cosas se vean fáciles. No se despeina, ni se desabotona la blusa, y eso provoca que se engañen algunos por ahí. Es inusual la solvencia de este novillero, aunque, dicho sea de paso, cuando las condiciones de los toros no son las mejores parece un tanto cuanto frío. Sin olvidar –por supuesto– su mal fario en el sombrero del sorteo.