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Leo Valadez cae de pie en Guadalajara (video)

Domingo, 30 Ago 2015    Guadalajara, Jal.    Felipe Aceves | Foto: Memo Sierra           
Dios una vuelta y luego saludó una ovación

Para nadie es una novedad la exigencia del público tapatío. Pues la tarde de hoy, se ha entregado de una manera que hacía varios años no lo hacía.  Y cómo no hacerlo, cuando en un torero se compendian las virtudes indispensables del toreo, se evidencia la entrega seria, sin aspavientos ni marrullería. Sin adornos fatuos y sin toreo de relumbrón.

Por estas razones –casi nada– es que Leo Valadez cayó de pie ante la afición de la plaza de toros "Nuevo Progreso". La recalcitrante y a veces injusta concurrencia, pero que aprecia y aplaude –si es oportuno– a los buenos picadores. Que también aplaude a los ejemplares con trapío que saltan al ruedo, a pesar de la costumbre de verlos saltar a esta arena, una tarde sí y otra también. Que aprieta a los toreros, vengan de donde vengan, y los aplaude igual… vengan de donde vengan.

Pues esa afición tan temida, hoy guardó un silencio impresionantemente sepulcral, cuando Leo Valadez se perfiló a matar a su primero. Mientras Valadez actuaba, no hubo gritos inoportunos, ni voces que distrajeran la atención. Lo pinchó –lástima– para luego dejar una entera contraria y de todas maneras ser “exigido” por el tendido, a dar una merecida vuelta al ruedo entre ovaciones.

Muy serias también. A “Cocollito”, que no era un dechado de bravura ni mucho menos, lo recibió con verónicas de buena factura, que remató con una media por el derecho y dejar caer una punta del capote por el lado izquierdo para arrancar su primera ovación y el primer salto de los asientos. Bien el piquero Salomón Azpeitia, quien sujetó en su penco a un astado que no pateó más alto como para desmontarlo, pero “Salo” supo prenderlo y no dejarlo escupirse. El quite por verónicas fue breve, pero con mucha sustancia el par de verónicas. Toda la plaza teníamos la certeza que no había tela ni pa’ un paliacate.

Sin embargo, el novillero de Aguascalientes consintió con suavidad al de La Antigua –creo yo– para que se confiara y pudiese tragar los trazos largos de su muleta. No se engolosinó con series largas. Poco a poco, conforme se confiaba el toro, sumó pases a las series; agregó detalles de pinturería –cambios de mano, remates por bajo con la zurda– hasta que reventó a la plaza con un trincherazo, que bien podrían firmarlo… voy a dejarle a usted los nombres.

Abrochó su labor con buen toreo por bajo con la muleta en la izquierda, combinados con cambio de mano, el de pecho y un desdén con sello propio. Muy bien. Pero vendría lo de más mérito: la faena a su segundo. Un negro entrepelado, salpicado y delantero de cuerna, que ni siquiera le permitió ejecutar lances. Este quinto si acudió a los montados, para que “Opo” Villalobos se luciera al aguantar la suerte por un buen tramo.

Vino el quite por Zapopinas… ¿Pues no que no hubo toreo de efecto? No señor. Cuando son bien toreadas y además hay que aguantar los parones, ¿dónde está el toreo de efecto? Ah. Y el remate –de zapopinas– fue con rodillas en tierra y una revolera de pie que hizo bramar al público de nuevo. Faltaba el toreo de poderío. Cuatro muletazos, con temple, dimensión y ritmo convencieron a “Picolín” que el que mandaba era Leo Valadez.

Enseguida vinieron un par de series –acompañado siempre por la música– por la derecha que fueron rematadas con elegantes cambios de mano. El toro ya era otro. Una serie con la siniestra, tan ceca de la cara del toro, tan cerca de los pitones que el novillo no tenía para donde huir y que en ambas ligó el de pecho sin solución de continuidad. Toda la faena estuvo salpicada de adornos finos, de pinturería y buen toreo. La algarabía era general. Pero la decepción también lo fue: Valadez pinchó de nuevo. Tomó la corta y falló. Cogió de nuevo la espada larga y, luego de un aviso, la entera que bastó. La parroquia no se desanimó, y llamó al torero al tercio a que recibiera su reconocimiento y cariño.

Jorge Salvatierra vino decidido a todo. A fe buena que lo intentó. Se la jugó en serio con el par de ejemplares que en nada colaboraron. Con el primero, el toro no quiso salir de tablas. Salvatierra se apretó los machos y se metió en ese terreno. Pinchó sus dos toros, pero nadie se lo recriminó. Al contrario: el público guardó un silencio, más por respeto que por ignorarlo. Con gusto lo veríamos de nuevo.

El jerezano Ignacio Bonmati gusta del toreo “de pellizco”. Lo intentó a través de la tarde, pero no hubo materia prima para esa expresión. En el cierra plaza, segundo de su lote, se recreó en la suerte de matar, como marcan todos los cánones de todos los tiempos. Estocada para premio. Torero serio, conoce el oficio y, ojalá pudiese venir de nuevo.

Para el próximo domingo 6 de septiembre, en la cuarta novillada de la temporada, la empresa anunció… seis de Pablo Moreno, para el novillero aguascalentense Nicolás Gutiérrez, el sevillano Rafael Serna –que no pudo actuar por el chubascón de hace ocho días– y… ojo, mucho ojo… un triunfador. Ese lugar, no cabe duda alguna es, le corresponde, se lo merece, se comprometió la empresa con el público que sería un triunfador. O sea… Leo Valadez.

Ficha
Guadalajara, Jal.- Plaza "Nuevo Progreso". Tercera novillada de la campaña. Menos de un cuarto de entrada, en tarde soleada. Seis novillos de La Antigua, bien presentados, variados de pelaje y descastados en su conjunto. Pesos: 415, 400, 415, 370, 415 y 450 kilos.  Jorge Salvatierra (blanco y azabache): Silencio tras aviso y silencio tras dos avisos. Leo Valadez (verde y oro): Vuelta y ovación. Ignacio Bonmati (burdeos y oro): Silencio en su lote.Incidencias: Fueron aplaudidos, en 2o., el picador Salomón Azpeitia, y en el 5o., Rodolfo Villalobos. El subalterno Fermín Quiroz, en el 1o. y en el 5o. por las banderillas, y en el 4o. por la brega.


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