La falta de bravura de los toros de San Isidro, y el agotamiento de la gente, en este larguísimo fin de semana de toros continuados, dio al traste con la despedida de Rafael Ortega, que venía con la lógica ilusión de marcharse de esta plaza con un triunfo de relevancia. Pero no pudo ser, y así es esto.
Cabe mencionar que no sólo Ortega, sino también Fermín Rivera, en su única comparecencia en el ciclo sanmarqueño, y Sergio Flores, en su regreso a esta plaza, luego de habar cortado una oreja de mérito en su anterior actuación, se estrellaron con sus respectivos lotes.
Y así, uno a uno se sucedieron las lidia de los toros, con la entrega de los toreros, en ese afán tan grande que hicieron por agradar y sacar muletazos donde no los había.
La faena de mayor importancia, por su sobriedad y construcción, fue la de Fermín Rivera con el segundo, un toro alto, que se armaba, y al que dio sitio y entendió muy bien. Así le construyó una faena sobria y medida, con mucho aguante, apretando los muslos y tapándole la cara al toro.
De haber estado fino con la espada, hubiera cortado una oreja, esa misma que no le entregaron no obstante que al quinto lo mató de un espadazo en todo lo alto. Pero la gente ya estaba en otra película, sin recibir la emoción que brota de la arena cuando los toros ayudan aportando su transmisión.
En este otra faena, el potosino trató de dar confianza al de San Isidro, toreándolo de uno en uno, sin prisa, colocándose con firmeza delante de la cornamenta delantera de un toro que embestía con la cara por las nubes.
Rafael Ortega hizo una primera faena breve con el toro más hecho –de preciosa lámina–, el que abrió plaza. Y quizá el toro, que se arrancó de largo al caballo de Fermín Salinas, el picador que guardaba la puerta, fue excesivo porque la biomecánica de este fuerte encuentro dejó al toro para el arrastre.
En el cuarto Ortega buscó agradar con su habitual entrega, y después de realiar un vistoso quite por chicuelinas antiguas, clavó pares de banderilla en lo alto, y aprovechó que en uno de los pares un palo había caído a la arena para volver a cogerlo y, acto seguido, clavar al violín tres banderillas que dejaron bien adornado el morrillo de un toro bajo, bonito, que se defendió en la muleta.
El tlaxcalteca le buscó las vueltas en una faena en la que toreó por ambos pitones antes de darle muerte de un pinchazo y estocada. Dio la vuelta al ruedo con una oreja, y la satisfacción del deber cumplido en una plaza donde tuvo importantísimos triunfos a lo largo de su brillante ejecutoria.
Sergio Flores, como ya apuntábamos, también se esforzó en todo momento y se plantó con mucha decisión para pasar de muleta dos toros de condiciones similares, siendo la faena al tercero la que tuvo mayor conexión con el escaso público que había en los tendidos.
Fue una pena que este otro tlaxcalteca del cartel no hubiese podido emplearse a fondo, sobre todo tras la magnífica impresión que había causado en la primera corrida a la que había venido a Aguascalientes.
La feria entra en un compás de espera de tres días, y retomará su actividad el sábado con un cartel muy atractivo compuesto por Fabián Barba, José Mauricio y Michelito Lagravere, que debuta como matador en la monumental hbidrocálida, con toros de La Venta de Romero, propiedad de Salvador Gómez.
Y el ciclo tendrá su cerrojazo el domingo, con la corrida de la Oreja de Oro, en la que actuarán Federico Pizarro, Jerónimo, José Mauricio, Mario Aguilar, Juan Luis Silis y Ernesto Javier “Calita”, con un encierro de El Junco.
Aguascalientes, Ags.- Plaza Monumental. Decimocuarto festejo de la Feria Nacional de San Marcos. Un cuarto de entrada en tarde de calor bochornoso. Seis toros de San Isidro, desiguales en presentación y de poco juego en su conjunto, debido a su falta de raza. Pesos: 529, 506, 518, 478, 514 y 510 kilos. Rafael Ortega (blanco y oro con remates negros): División y oreja. Fermín Rivera (lila y oro): Palmas y palmas tras aviso. Sergio Flores (nazareno y oro): Palmas en su lote.