Ya decíamos que aquí en Aguascalientes las cosas se iban a poner muy calientitas, y que la rivalidad iba a ser uno de los elementos primordiales de la feria, luego de los rotundos triunfos de Joselito Adame, que había dejado el listón muy alto.
Y hoy, Arturo Macías volvió a la cara con una raza encomiable y un valor a prueba de fuego, algo nada nuevo en su toreo, que ahora también tiene matices de suavidad según lo requiera el caso de cada toro.
Visto que nadie había cortado orejas, en cierta medida porque los tres toreros del cartel no habían tenido contundencia a la hora de matar, Arturo salió hecho un jabato con el sexto, un toro noble cuyo juego no correspondió al resto del comportamiento del encierro de Teófilo Gómez que, a diferencia de la generalidad de su conducta, hoy ofreció un juego enrazado y exigente, con varios toros que sacaron complicaciones, además de fuerza, un aspecto de crianza en el que, sin duda, ha mejorado la ganadería queretana de los hermanos Gómez.
Y si Arturo no había conseguido acoplarse del todo al tercero, un toro encastado y que requería mucha finura en los procedimientos –sobre todo en la colocación– en el sexto se montó encima de un ejemplar noble, obediente a los toques, al que le hizo una faena de alto voltaje, ahí donde precisamente “queman los pies”, que decía el otro día José Tomás al referirse a una enseñanza de El Cholula.
Después de un inicio con más suavidad, y una cúmulo de recursos, como fueron unas originales dosantinas rodilla en tierra, metió en vereda las buenas embestidas del toro hasta que éste se paró, una vez que Arturo lo había llevado a las tablas, donde metió el acelerador a fondo para pegarse un trepidante arrimón.
Metido en ese terreno, y entre los pitones, inclusive dándose el lujo de golpearle la pala del pitón derecho con el muslo, Arturo lo obligó para terminar reventando una emoción muy intensa, con un público volcado, que vivió al filo del asiento todo cuanto hizo el paisano.
Y se tiró a matar como una exhalación, dando el pecho con arrojo, y se mojó los dedos al colocar una estocada entera, aparentemente en buen sitio, pero que no hizo doblar al toro con prontitud. La tardanza en utilizar la espada corta y la rapidez en escucharse el primer aviso, se tradujo en el enfriamiento de una labor de un mérito enorme, que terminó con una marcada –y hasta injusta– división de opiniones que no llegas a comprender qué fue lo que la motivó.
Y lo que pudo ser un triunfo de dos orejas de ley quedó en una incomprensible división de opiniones cuando Arturo se despedía mascando el sabor agridulce de una tarde en la que rozó un triunfo que le hubiese posicionado numéricamente en el cuadro de honor de un ciclo al que todavía le queda mucha cuerda.
Al margen de este hecho estadístico, nos quedamos con esa voluntad de acero de Arturo Macías, que devolvió la alegría a un público que había estado respetuoso y atento a las faenas de Zotoluco y Miguel Ángel Perera, que se esforzaron por resolver las complicaciones de sendos lotes, compuestos por toros que desarrollaron problemas.
Zotoluco lidió en primer término un toro colorado, alto y cariavacado, que fue deslucido y terminó embistiendo con la cara alta. No obstante, Eulalio le robó pases interesantes, de buen acabado, por el pitón izquierdo, lado por el que el de Teófilo Gómez metió bien la cara en las primeras series de una faena que no finalizó de manera eficaz con la espada porque a la hora de entrar a matar, el toro casi no humillaba.
En el cuarto, un toro enmorillado, de lustroso pelo negro y finas hechuras, Zotoluco también se afanó en someterlo, y luego de haber brindado a su esposa Leticia, que estaba en el palco de la empresa, se justificó con ese pundonor y oficio de tantos años en la profesión. Faena larga y medida en la que trató de taparle la cara y ganarle la intención en cada pase.
Miguel Ángel Perera estuvo por encima de las condiciones de sus dos toros, mismos que le exigieron estar muy templado y seguro, con las zapatillas firmes sobre la arena, y ese trazo terso y largo tan característico de su sólida tauromaquia.
La virtud de la primera faena fue el temple, y a base de toques casi imperceptibles intentó encelar al de Teófilo Gómez. Además, las pausas entre las series, dieron reposo a un trasteo muy interesante.
Otro tanto ocurrió en el quinto, un berrendo en cárdeno de amplia cuna al que se zumbó en una faena valiente y poderosa, de la que sobresalieron muletazos recios y mandones, mientras el extremeño era reconocido por un público que miró con mucho detenimiento su quehacer.
Ahí quedan todavía dos tarde más para cada uno de los tres honrados espadas que hoy actuaron en Aguascalientes, de tal forma que habrá oportunidad de ver cómo van “moviendo ficha” en este intrincado ajedrez taurino en el que, poco a poco, las posiciones en el tablero de los triunfadores se han ido definiendo.
Aguascalientes, Ags.- Plaza Monumental. Séptimo festejo de la Feria de San Marcos. Menos de un tercio de entrada en tarde bochornosa, pero sin viento. Toros de Teófilo Gómez, bien presentados, en tipo, salvo el 1o., enrazados y exigentes en su conjunto, de los que sobresalió el 6o. por su nobleza. Pesos: 497, 512, 518, 521, 521 y 509 kilos. Eulalio López “Zotoluco” (verde botella y oro): Silencio y palmas. Miguel Ángel Perera (azul rey y oro): Ovación en su lote. Arturo Macías (azul celeste y oro): Silencio y división tras dos avisos. Incidencias: Destacaron en banderillas Joselito Gutiérrez y Cristhian Sánchez, que saludaron. Al finalizar el paseíllo una peña le entregó a Macías el trofeo “Eloy Cavazos” como triunfador de la feria del año pasado.