Los aficionados ambateños se caracterizan por su entrega incondicional a los toreros, una disposición casi sin par que aúpa al triunfo a los lidiadores en cuanto estos muestren actitud y entrega, las faenas encuentran inmediato eco en el gentío que con ovaciones y jaleos agradecen que enorme generosidad lo que sucede en el ruedo.
De ninguna manera la tarde del lunes de carnaval podía ser la excepción; el cuarteto de toreros conformado por el rejoneador Sebastián Peñaherrera, Juan Francisco Hinojosa, Antonio Nazaré y David Galván, disfrutaron ese ánimo de la cálida afición del centro del Ecuador que siguió con entusiasmo trasteos de diversa forma y variado contenido, al punto que el número de orejas obtenidas no refleja a las incidencias en la arena.
El matador de toros español Antonio Nazaré logró desorejar al sexto de la tarde merced a un trasteo cargado de torería y compostura en especial al tomar la muleta con la mano izquierda, faena breve en la que supo aprovechar al máximo la docena de embestidas que llevaba consigo el segundo de su lote.
El toreo al natural surgió con despaciosidad en tres series de calidad rematadas, como es de rigor, con el muletazo de pecho, sucedido por dos ocasiones con pases del desdén con verticalidad y gracia. A la hora de matar, el sevillano aseguró la estocada y con ella el doble premio y la puerta grande.
En el tercero ya apuntó sus buenas maneras en una faena de interés disuelta en el tercio final.
El diestro local Juan Francisco Hinojosa también dejó una oreja en la punta de su espada, cumplió una pundonorosa tarea sobrellevando las complicaciones mostradas por los ejemplares que sorteó. Su tarea alcanzó momentos de emoción a la hora de los adornos postreros, puesta en escena que presagiaba algo mayor al término de la lidia de su primero con el que falló a la hora de manejar los aceros.
David Galván recordará por mucho tiempo la tarde de su presentación en la Monumental Ambato; rememorará esta corrida con un muy fuerte, sabor agridulce en su boca pues más allá del deslucido comportamiento del par de toros que sorteó su pasó por la arena estuvo marcado por tres volteretas espectaculares, aquellas que duelen en el cuerpo, en el alma y en la mente; pues sobre las contusiones, varetazos y lastimaduras, lo que en mayor medida habrá afectado al joven torero hispano es, sin duda, las circunstancias en que se produjeron las cogidas, finalmente todas ellas, como siempre sucede, por errores del hombre que son aprovechados por el animal para empitonarlo y tratar de imponer su ley.
Corrió con suerte Galván, que registró pequeñas lesiones y destrozos en la ropa de torear. Como descargo podríamos decir que el coleta se entregó de principio a fin y fue desbordado por su ambición, entrega que el público supo reconocer al entregarle una oreja del sexto.
El recuento del novel rejoneador Sebastián Peñaherrera será de alguna manera parecido, si, agridulce, pues malogró con el rejón de muerte una interesante faena con el primer toro de la tarde. A diferencia de lo ocurrido el domingo; en su segunda comparecencia anduvo más acertado a la hora de prender las banderillas, le sentimos más cómodo y desahogado al conducir a sus cabalgaduras y ejecutar el toreo a caballo a momentos con espectacularidad, con los asistentes apostando por él pinchó a la hora de matar y el sensación de desilusión nos alcanzó a todos.
Con la imagen de Antonio Nazaré a hombros los testigos de esta tarde de toros se marcharon de la plaza para sumarse al sinnúmero de actos que dieron forma a la Fiesta de la Fruta y las Flores.